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¿Quién le pone el cascabel al gato?: Mons. Galimberti reflexiona sobre la violencia y el rol de la familia

By 02/03/2018marzo 7th, 2018No Comments

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En su columna semanal en el Diario “Cambio”, el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, reflexiona a partir del homicidio de una joven cajera de supermercado y el posterior suicidio del autor del delito, apodado “Kiki”.. El Obispo plantea la imperiosa necesidad de reeducar en el amor a las personas con impulsos de muerte y asigna a la familia y a los educadores un rol determinante para conseguirlo. “Educar es un arte nada sencillo. Cada familia, educador, madre o padre, juegan un papel insustituible. Y hay mujeres y hombres comprometidos seriamente”, afirma el Obispo.

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¿Quién le pone el cascabel al gato?

A mediados de febrero, Florencia, 26 años, cajera de un supermercado (Montevideo), fue asesinada. El femicida, “El Kiki”, era buscado desde diciembre por otro femicidio: su ex pareja, una joven de 20 años. El autor ingresó a la  vivienda y le disparó cuatro veces. La joven, madre de dos niños (3 años y 6 meses) falleció cuando era trasladada al Hospital. Acorralado, “el Kiki” escribió su último capítulo, disparándose en la cabeza.

Con dolor e impotencia vuelve la pregunta: ¿Podremos algún día detener, desarmar y reeducar a este perfil de personas que accionan con un automatismo tenebroso y destructivo? ¿De qué manera potenciar y educar la pulsión opuesta al “tánatos” (muerte) que Freud llamó, inspirado en la mitología griega, el “eros” (amor).

¿Están realmente capacitadas las familias uruguayas, como hoy las conocemos, para asumir esta ardua responsabilidad? La fragilidad del modelo de “familia” que hoy conocemos y se generaliza, impide soñar con un futuro diferente. Empecinarse en llamar “matrimonio” a cualquier modelo de unión afectiva o legalizar el aborto disimulando que es un crimen con la etiqueta de “IVE” (Interrupción Voluntaria Embarazo), son “botones de muestra” que no favorecen el aprecio y la responsabilidad del varón y la mujer. Y cuando en un centro educativo al hablar del aborto se levanta una polvareda en nombre de la “laicidad”, no parece que la epidemia del femicidio o de la violencia tienda a disminuir.

Como en la fábula con la que titulamos esta columna, podemos hablar hasta el cansancio de la virulencia del “tánatos” que campea en nuestra sociedad. Pero todo resultará inútil. Salvo que algún valiente se anime a poner el cascabel al gato. Y aunque abunden gatos voraces y hablemos del peligro, al final cabe muy bien la sabia pregunta con que termina la fábula: pero ¿quién se anima a ponerle el cascabel al gato? Y como atemorizados ratones nos desahogamos en la tertulia, el boliche o ruedas familiares, pero sin concretar acciones contundentes.

Educar es un arte nada sencillo. Cada familia, educador, madre o padre, juegan un papel insustituible. Y hay mujeres y hombres comprometidos seriamente. Cifra y Unicef resumen una realidad arraigada en nuestro país, que naturaliza ciertas prácticas violentas que aplican a sus hijos. Cifra y Unicef advierten sobre rezongos, gritos y sopapos. Casi el 55 % de niños, niñas y adolescentes uruguayos de 2 a 14 años fue sometido a “métodos violentos de disciplina” según Unicef (2013).

Fomentemos las buenas prácticas de padres y madres. Son roles complementarios. La madre brinda ternura y el padre marca límites y apunta al futuro.

No olvido un episodio familiar. Entre los varones surgían algunas peleas, que pronto se superaban. Un día uno de mis hermanos tomó un cuchillo como arma de discusión. Asustados se lo contamos a mi padre cuando regresó por la noche. Salieron del apartamento. Vivíamos en la zona de la Aguada. Caminaron unas diez cuadras y llegaron frente a la cárcel ubicada en esos años en la calle Miguelete y Sierra. Y mi padre le dijo más o menos esto: aquí vas a terminar si no cambiás la reacción que tuviste.

En los centros de rehabilitación se están concretando acciones que apuntan al desarrollo de habilidades. Y quien “hace” algo con sus propias manos descubre habilidades que desconocía y aumenta su autoestima.