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Padre Asdrúbal Alonso: 40 años de entrega sacerdotal en la Diócesis de Melo

By 10/04/2013noviembre 15th, 2013No Comments

El P. Asdrúbal Alonso, de la Diócesis de Melo, celebró ayer 40 años de ministerio sacerdotal con una Misa en la Catedral, acompañado por los integrantes de las comunidades diocesanas que lo describen “como un sacerdote sencillo, un humilde trabajador del Pueblo de Dios que, al igual que María ha pronunciado su ‘Sí’ a Dios, confirmado hace hoy cuarenta años”.

Una feligresa, Gladys, le dirigió unas sentidas palabras en las que recorrió el paso del sacerdote en la Diócesis y la huella que ha marcado para tantas personas destinatarias de su ministerio sacerdotal durante 4 décadas:

Padre Asdrúbal,

Es con el mayor respeto y todo el cariño que Ud. sabe le tengo, que me dirijo a Ud. y le agradezco a Dios infinitamente su presencia hoy, en esta Catedral, para celebrar, junto a su pueblo, sus cuarenta años de vida sacerdotal. Nuestra existencia es un don gratuito y generoso de Dios. Él me da la Gracia de estar aquí, para agradecerle, Padre, su trabajo pastoral en la Diócesis y en forma personal por su ayuda generosa a mi formación en la fe.

Lo recuerdo como si fuese hoy: un 17 de julio de 1974, con tan solo un año y dos meses de ordenación sacerdotal, llegó aquí por primera vez. Dios nos dio el privilegio de enviarlo a nuestra Diócesis, para hacerse cargo de lo que entonces era la (para mí) inolvidable Capilla del Sagrado Corazón de Jesús, en Ruta 8, frente a la actual Parroquia de Jesús Buen Pastor. Toda una vasta zona que comprendía ocho barrios a los que el Padre dedicó todo su amor y su tiempo.

De aquellos primeros años recuerdo a un joven sacerdote incansable, dinámico. Un luchador por la unidad de los cristianos. Un acérrimo defensor de la igualdad social. Un hombre para el que, al igual que Cristo, los pobres, los marginados y los necesitados eran sus preferidos. Su espiritualidad y su carisma misionero surgen de la propia experiencia y confianza en Dios. Fiel devoto del Sagrado Corazón de Jesús y de Maria, en ellos ha encontrado la fuerza que sostiene su ministerio.

Promovió diversas iniciativas formando movimientos de espiritualidad, el grupo Scout, el equipo de liturgia, la Legión de María. Su espíritu de oración lo llevó a profundizar en uno de sus preferidos: el Movimiento de los Focolares, guiados por la Palabra de Vida.

Se dedicó en forma especial al trabajo con los niños en la catequesis, con los adolescentes en los grupos de perseverancia y puso énfasis en formación de talleres para los adultos, en la educación y formación de jóvenes y todo lo que atañe la formación en la Fe, de la que se encargó en forma personal.

Un sacerdote cuya perseverancia no desfallece, porque sabe que es preciso construir en el amor y la unidad la Iglesia de Cristo. No se queda en las palabras, sino que predica con el ejemplo. Su propia vida es ejemplo para quienes quiere seguir las huellas del Maestro. Un sacerdote sencillo, un humilde trabajador del Pueblo de Dios que, al igual que María ha pronunciado su «Sí» a Dios, confirmado hace hoy cuarenta años.

El Padre Asdrúbal, al ver y, más aún, convivir con las carencias de los barrios pobres, de gente muy sencilla, sintió la urgente necesidad de que las palabras se transformaran en obras espirituales y también materiales que construyó con sus propias manos. Era común verlo recorrer los barrios aledaños a la capilla, como buen Pastor que no descuida su rebaño. Se preocupaba por las familias, porque es allí donde el niño se educa hacia la plenitud de su vida de hombre, inculcándoles aquellos valores fundamentales que son necesarios para formar hombres y mujeres de provecho. Así recorría día a día en su bicicleta las casitas más lejanas, visitando a los enfermos, los abandonados, los pobres, llevándoles alivio espiritual o material según fueran las circunstancias, haciendo suyas las palabras de Cristo: «cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron». Estas personas, agradecidas, lo recibían con el mismo amor que él llevaba en sus manos para dar. Porque amar, Padre, significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender.

El tiempo no se detiene y como treinta años ya han pasado, pero aún sigue vivo en mi ente y mi corazón el recuerdo de las cosas queridas… Aquella capillita muy pobre que teníamos… ¿la recuerda, Padre? Nada más que una cruz de madera, la mesa del altar, un ambón construido con ladrillos, junto a una imagen del Sagrado Corazón y el Sagrario con la presencia real de Cristo, era todo lo que teníamos, porque aquí la riqueza estaba en la Fe de una comunidad que crecía día tras día, pese a todo. Por dos veces el techo de chapas de nuestra humilde capilla fue levantado por el viento. Pero este pastor de almas no se desanimaba ante nada, y la Santa Misa era celebrada bajo el techo del cielo. Seguramente Dios mismo nos bendecíaa desde allá.

Y con este ejemplo de vida han sido vividos estos cuarenta años de vida consagrada del Padre Asdrúbal. Consagrada a Dios, primero y al servicio de los demás después.

Y para terminar, Padre: en el Evangelio de Mateo (5,19) dice Jesús: «El que observe estos Mandamientos y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» y es seguramente transformado por este mensaje de Jesús que el Padre Alonso trasmitió a otros esa enseñanza de Cristo a lo largo de su vida y de sus cuarenta años de ministerio. Lo quiero mucho, Padre. Dios lo bendiga y dirija siempre.

Gladys

Fuente: http://dar-y-comunicar.blogspot.com/