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Mons. Pablo Galimberti: «Un voto por el primer derecho»

By 31/05/2013junio 7th, 2013No Comments

Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti

El próximo 23 de junio los ciudadanos de este país estamos convocados para una importante consulta. Una vez más expresaremos nuestra libertad y nuestra conciencia mediante el voto en las urnas. Lo que vamos a expresar con nuestro voto es que quede sin efecto la ley 18.987 que despenaliza el aborto.

Penalizar o despenalizar

En la vida en sociedad hay muchas acciones que se penalizan. Pero el fin no es la pena. La pena sirve y hasta puede ser útil cuando sirve para llamar la atención sobre lo negativo de una acción cualquiera. Por ejemplo: las infracciones por exceso de velocidad en la ruta, los atropellos a la propiedad privada, las agresiones a la vida cuando se producen riñas o diversos crímenes.

Las penas también son frecuentes en el fútbol, cuando un árbitro muestra tarjeta amarilla o roja, según la gravedad de las acciones antideportivas. Sirven como advertencia o sanción a un jugador. Muchas veces son los mismos gritos de los partidarios de un equipo que reclaman que se sancione a un jugador que ha cometido una falta. De esta forma se procura que el juego, cualquiera sea el deporte, se desarrolle dentro de las reglas de lo que se entiende como juego limpio. No se concibe que un deporte en serio carezca de reglas; eso lo vemos hasta en los juegos infantiles cuando los niños inventan un juego y están atentos a las trampas.

La pena es el lado negativo de un valor que se quiere proteger. El valor fundamental que se pretende cuidar es siempre la vida humana, ya sea que se trate de ofensas al honor, a la propiedad privada o de una infracción de tránsito por exceso de velocidad o luego de un test de alcoholemia que detecta niveles excesivos como para conducir.

Con nuestro voto del próximo Domingo 23 de Junio, queremos reafirmar públicamente, ante el resto de la ciudadanía, algo tan sencillo pero fundamental para una sociedad civilizada. Que la vida humana, también la del ser humano más débil, vale lo mismo que la de un niño, adolescente, joven, adulto o anciano. Dentro de la panza de su madre es ya sujeto de derechos. A tal punto que si su padre fallece, él es sujeto capaz de heredarlo, aunque tenga pocas semanas.

Porque el valor de la vida no proviene de que uno sea capaz de hablar o expresarse. Se lo decía hace pocos días al periodista Giovanoni en una entrevista televisiva. Si si una persona merece todo el respeto sólo cuando habla o se expresa en forma coherente, podríamos entonces matar a un vecino molesto durante la noche mientras duerme o a un borracho que dice incoherencias o a un enfermo siquiátrico delirante.

La vida humana frágil es un valor muy importante no sólo para la mamá o la familia, también para toda la sociedad. Por lo tanto no se la puede dejar a la intemperie legal durante las primeras 12 semanas, o sea, durante los primeros 84 días de vida, sin ningún derecho, desamparada. Dirán algunos: pero casi no se nota, ni se siente, tampoco habla ni le conocemos la cara. Sin embargo una ecografía muestra la gestación en desarrollo. ¿Quién no se conmueve ante dramáticas escenas cuando aparece un feto en un basural?

El 23 de junio lo que está en juego es el valor de la vida humana. ¿Vale más que todo? O su valor depende de cálculos u otros intereses? Si la vida es el primer valor y el primer derecho humano del cual dependen todos los demás, no podemos titubear ni esgrimir falacias como que el derecho a la vida de una criatura de pocas semanas es un reclamo de la gente de “derecha”!

Defender la vida es defender el mismo derecho que gozamos nosotros. Es por tanto un gesto de agradecimiento hacia nuestras generosas madres que nos trajeron al mundo.

La vida en sus inicios es frágil, apenas perceptible. Las primeras semanas el nuevo ser apenas mide unos milímetros. Quien aprecie su vida, quien quiera dar a otros la misma oportunidad de ser ciudadano de este mundo, tiene que animarse y acercarse a votar, aunque haga frío.

Donde cada uruguayo se encuentre hoy, necesitamos otros que ocupen nuestro lugar. Colaboremos abriendo la puerta a estos pequeños ciudadanos que nos alegrarán con sus gritos, preguntas y ocurrencias.

Columna publicada en el Diario «Cambio» del 31 de mayo de 2013