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Mons. Pablo Galimberti reflexiona sobre la «Violencia entre adolescentes»

By 29/05/2015junio 5th, 2015No Comments

 

Galimberti

Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti

Algunos dicen que la violencia juvenil se multiplica como reguero de pólvora. Imparable.

Pero todo depende del lugar donde elegimos estar y observar. ¿No podríamos decir que la conducta virtuosa también interpela: ¿por qué yo no? podríamos preguntarnos al ver un anónimo buen samaritano en la calle.

El Pueblo publicó el domingo pasado un informe sobre este asunto con testimonios de docentes responsables de centros educativos y de Policía Comunitaria.

Estadísticas mundiales muestran que antes los violentos era el grupo entre 15 a 25 años. Sin embargo viene en aumento la franja entre los 12 a 15 años.

La violencia no se ve sólo en el mundo adolescente y estudiantil. También ocurre en el fútbol o en algunos lugares bailables los fines de semana.

Este fenómeno no responde a una sola causa. Bastaría que cada uno atendiera cuáles son los motivos que despiertan nuestro lado salvaje dormido. Entre las causas remotas de la violencia algunos apuntan a las condiciones de hacinamiento, desnutrición, desempleo y deterioro de la convivencia familiar. Así lo afirma por ej. un artículo en la Revista Iberoamericana de Educación (N. 37).

Acepto esta mirada pero me resulta insuficiente. Porque todos conocemos explosiones de violencia entre jóvenes de estratos sociales que nunca pasaron un día con mate y galleta. Al contrario, pertenecen al creciente grupo de gente con sobrepeso u obesidad, preocupados por mantener la línea.

La vida cotidiana familiar es un espacio privilegiado para observar la violencia en sus distintas manifestaciones. Basta escuchar hablar a una madre sobre cómo se viste Fulanita, qué auto compraron, adónde fueron de vacaciones o cómo es la familia del futuro yerno. Tales comentarios expresan prejuicios, resentimientos, envidias. Es un veneno en pequeñas dosis que al cabo del tiempo instala prejuicios “normalizados”. Lo mismo ocurre con algunos programas de la tv argentina, colección de chismes y palabrotas que inoculan una visión poco amable de la convivencia. Por decir lo menos.

¿O cómo tratamos a la empleada, proveedor, pintor, a quien viene a prestar un servicio o pide algo para comer?

La violencia familiar la escucho en el baby fútbol. Sorprenden las barbaridades a los jueces en boca de madres. El juez y no su hijo es lo principal. O las presiones sobre directores técnicos delante de sus hijos: Si no lo ponés me lo llevo. El niño aprende que la prepotencia vale.

Los videojuegos inyectan también una actitud combativa. El otro representa imaginariamente el enemigo o adversario a vencer o eliminar. No cabe ninguna negociación.

¿Será capaz un adolescente que concurre al liceo de olvidar esos prejuicios machacados a diario? “Andá, gordita!” será la más suave burla de un estudiante a su compañera de clase.

El Inspector Diego Fernández subraya el rol de la familia. Tienen que instruir al joven “qué actitud toma ante una molestia o enfrentamiento con alguien, ya que la primera escuela es el hogar”.

Para el Director del Liceo 3 de Salto,  Profesor Jorge Buslón, el 90% de los conflictos se generan en las redes sociales.

El docente Marcelo Suárez señala que hay profesores de espacio curricular que tratan la temática de la violencia en sus clases, pero reconoció que estos problemas “no se pueden solucionar con tallersitos”.  Además no todos los liceos cuentan con un equipo interdisciplinario.

Le pregunté a un religioso salesiano cómo enfrentaba la violencia en el liceo. Interviene, está atento, hace borrar de los celulares fotos ofensivas o burlonas entre compañeros. Con cercanía y paciencia diaria  no deja pasar nada. Sus palabras me hacen ver que educar no se hace desde un escritorio o una reunión de profesores alarmados. Porque los motivos y acciones violentas son múltiples. Algunos piensan que tienen luz verde para cualquier cosa, por el apellido. Se ha llegado, en casos extremos, a la expulsión.

Todos podemos generar oportunidades para la mediación y reconciliación. Una profesional me decía que un día la puso en práctica en su casa con sus dos hijas menores y funcionó.

Columna publicada en el Diario «Cambio» del viernes 29 de mayo de 2015