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Mons. Pablo Galimberti: «¿Dónde está tu hermano?»

By 27/12/2013febrero 7th, 2014No Comments

COLUMNA DEL OBISPO DE SALTO, MONS. PABLO GALIMBERTI |

Pregunta contundente y escurridiza que encontramos en la Biblia. Según el escritor sagrado sale de la boca de Dios interpelando a Caín, cuyas manos ensangrentadas delatan el asesinato de Abel, su hermano.

Dios defiende al débil frente a todos los cainismos (a veces bien camuflados) que infectan la sociedad: ideológicos, raciales, religiosos, políticos, jurídicos, culturales, militares, económicos… Esa endiablada sombra se regenera en los remolinos humanos y usa rostros siempre cambiantes, semejante a la sorprendente capacidad regenerativa de las hidras.

Otro cainismo, “el mismo perro con diferente collar”, asoma cuando se asumen actitudes cínicas, retrocedemos en educación ¡pero el país avanza! Y los mediocres toman la delantera.

Mucho antes de la psicología del siglo XX y las incursiones en los laberintos dramáticos de Shakespeare, la voz divina clava la pregunta: ¿quién es el responsable de esta sangre inocente?

La pregunta no pierde actualidad y el Papa Francisco la retoma en el mensaje que ha enviado a los jefes de estado, como augurio o programa de paz estrenar el nuevo año.

La ambigüedad de la globalización es patente. Es obvio que nos acerca pero no produce de modo automático fraternidad; quizás entrevero o amontonamiento. En el mundo aumentan situaciones de desigualdad, pobreza o injusticia, reveladoras de la ausencia de una cultura de la solidaridad. Este clima de frialdad compasiva es alimentado por un difuso individualismo y consumismo que debilitan los vínculos sociales y fomentan la mentalidad del “descarte”.

Tampoco las éticas contemporáneas, afirma el Papa Francisco, son capaces de alimentar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir.

El relato bíblico de la hermandad ensangrentada permite ahondar en este frustrado proyecto. “El pecado acecha a la puerta” es la advertencia de Dios a Caín. Pero este “superhombre, se lanza por el tobogán de los eternos Prometeos, en lugar de concientizar esa inclinación transgresora. Dios “avisa”; la voz de la conciencia “habla”, pero no fuerza el libre arbitrio. Fromm denuncia este drama; cuando más necesitamos el auxilio de esa voz, nos damos cuenta que no la sabemos escuchar.

El realismo de este relato no tiene desperdicio: abundan discursos de fraternidad y justas reivindicaciones, pero al mismo tiempo el corazón ambicioso fácilmente se tuerce, justifica guerras, ensangrienta familias y enemista pueblos.

Nos cuesta aceptar las legítimas diferencias en cualquier terreno: desde el deportivo al familiar, social, político, económico o cultural. Y nos falta imaginación y decisión para esa vocación “política” de juntar voluntades en aras de un bien común.

En mi familia, desde pequeños, sentados a la mesa los cinco hermanos, interpelábamos a mi madre si a uno le tocaba una porción especial de postre. Nosotros no sabíamos resolver el dilema. Hasta que la paciencia de mi madre o la sabiduría de mi padre nos explicaban que esto era porque Fulanito estaba enfermo y necesitaba una atención especial.

La presencia de figuras parentales cercanas y confiables ayudan a superar obstáculos en la fraternidad. Ayudan a conjugar las dos virtudes del buen educador resumidas por los romanos: “Suaviter in modo, firmiter in re” (suavidad en el modo y firmeza en la cosa). Pero qué difícil conjugar suavidad y energía cuando escasean padres o educadores con esa cuota de sabiduría. Aquél es un acomodado o adulón, son esas broncas que a veces se oyen.

El Papa Francisco afirma que la fraternidad es fundamento y camino para la paz, señalando el gran aporte de sus antecesores. El Papa Pablo VI, por ejemplo, con genial pincelada afirmaba que “el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz”. Y Juan Pablo II fue contundente al afirmar que la paz es “opus solidaritatis”, o sea, tarea o fruto de la solidaridad. Y añadió también que la paz es un bien indivisible; o es de todos o no es de nadie. Como en una familia.

Que todos aspiremos y gocemos de paz como una mejor calidad de vida.

Columna publicada en el Diario «Cambio»  del 27 de diciembre de 2013