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Mons. Orlando Romero: “Necesitamos reencontrarnos con el Dios de la esperanza”

By 23/12/2020diciembre 24th, 2020No Comments

“Nos aproximamos al término de un año muy apesadumbrados, con mochilas cargadas de penas, de frustraciones e inseguridades, frente a un futuro con muchos nubarrones que nos impiden discernir ¿hasta cuándo? pero al mismo tiempo empecinados de una Esperanza eco de la Palabra de Jesús que resuena en nosotros”, destaca el obispo emérito de Canelones, Mons. Orlando Romero en su mensaje de Adviento.

Mons. Romero recuerda que “Jesús sigue viniendo, fortaleciendo nuestra espera de los cielos nuevos y de la tierra nueva definitivos en la celebración de la Eucaristía, en los sacramentos, en la proclamación de la Palabra, en los acontecimientos de cada día, en la acogida cordial de nuestros prójimos particularmente de los pobres e indigentes”.

“Nos encontramos ante un escollo aparentemente insuperable:  el CORONAVIRUS que provoca en nuestra vida insatisfacciones y desesperanzas. decepciones que se agolpan, problemas económicos que se suman, aislamientos, distanciamientos que eviten aglomeraciones, tapabocas defendiéndonos del contagio” por lo tanto, “necesitamos reencontrarnos con el Dios de la esperanza”.

“Al conmemorar en la próxima Navidad, con gozo acogemos al Señor que viene. Con humildad ofrecemos esta Buena Nueva del Evangelio de Jesús para contribuir en las múltiples iniciativas de nuestra sociedad a colaborar en la espera activa de los cielos nuevos y la tierra nueva”, concluye Mons. Romero.

MENSAJE DE MONS. ORLANDO ROMERO

      OBISPO EMÉRITO DE CANELONES

Queridos hermanos y hermanas:

Nos aproximamos al término de un año muy apesadumbrados, con mochilas cargadas de penas, de frustraciones e inseguridades, frente a un futuro con muchos nubarrones que nos impiden discernir ¿hasta cuándo? pero al mismo tiempo empecinados de una Esperanza eco de la Palabra de Jesús que resuena en nosotros. “No tengan miedo, yo los he redimido, los he llamado por sus nombres. Ustedes son míos” (Is,43,1) “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt.28,20).

Yo me pregunto: ¿Cómo vivir el tiempo del Adviento en el marco de esta Pandemia que afecta al universo entero?  es un tiempo de discernimiento  desde el inicio del año litúrgico para alertarnos a estar despiertos, vigilantes y orantes para que Jesús que viene no nos encuentre dormidos o distraídos.

En dos momentos celebramos con renovada gratitud su Primera Venida en le encarnación de Jesús en Belén, y en la espera de la Segunda Venida gloriosa al final de los tiempos.

En el mientras tanto Jesús sigue viniendo, fortaleciendo nuestra espera de los cielos nuevos y de la tierra nueva definitivos en la celebración de la Eucaristía, en los sacramentos, en la proclamación de la Palabra, en los acontecimientos de cada día, en la acogida cordial de nuestros prójimos particularmente de los pobres e indigentes.

Afirma el Papa Emérito, Benedicto XVI: “El Adviento es una realidad que abarca toda la historia. Dios no ha dividido la historia; en dos mitades: una luminosa y otra oscura. No ha dividido a los seres humanos en seres redimidos por él y seres olvidados por él. Existe sólo una historia, única e indivisible, caracterizada toda ella por la debilidad y la miseria del ser humano, y que está bajo el amor misericordioso de Dios, que siempre la abraza y la sostiene.

La verdad del adviento es que siempre ha sido adviento y de que siempre es adviento, lo que nos lleva a reconocer que la frontera entre “antes de Cristo” y “después de Cristo” no atraviesa exteriormente el tiempo histórico, sino que pasa a través de nuestro corazón. En la medida en que somos egoístas y ególatras, nos encontramos también nosotros hoy “antes de Cristo”. Pero en este tiempo de adviento queremos pedir al Señor que nos otorgue no “antes” de Cristo ni “después” de Cristo, sino verdaderamente con Cristo y en Cristo: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre” (Hebr.13,8)” (Ser Cristiano Josef Ratzinger-Benedicto XVI).

Cada Adviento, que celebramos,  es una nueva oportunidad que se nos ofrece descubrir con mayor hondura y madurar nuestro seguimiento de Jesús, que siempre está a la puerta y llama.

Nos encontramos ante un escollo aparentemente insuperable:  el CORONA VIRUS que provoca en nuestra vida insatisfacciones y desesperanzas. decepciones que se agolpan, problemas económicos que se suman, aislamientos, distanciamientos que eviten aglomeraciones, tapabocas defendiéndonos del contagio.

Pero ¿hacia dónde vamos? Necesitamos rencontrarnos con el Dios de la esperanza. El Adviento es una llamada a despertarla en nosotros mismos. Con frecuencia pensamos que conocemos a Dios desde hace mucho tiempo, oramos dirigiéndonos a él desde hace mucho. Hemos oído hablar de él y podemos figurarnos cómo es. Pero ¿corresponde al verdadero Dios lo que sabemos de Dios? ¿O proyectamos en Dios solamente nuestros deseos y nuestras nostalgias? ¿Nace la imagen que tenemos de Dios solamente de nuestra formación o de las fantasías de nuestro corazón?

  “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revele” (Mt.11,27). En situaciones de crisis como estas en que vivimos, sentimos la necesidad de centrarnos en lo esencial, Jesucristo; peregrinar a la interioridad más personal de nosotros mismos donde encontrarnos personalmente con Él. Hoy los pastores necesitamos un cultivar una espiritualidad que nos impregne de urgencia de una evangelización fervorosa y creativa   al estilo de Pablo, Agustín, Francisco de Asís, Vicente de Paúl, Carlos de Foucault…

De la espiritualidad, como fruto de un encuentro con “el Señor que viene”, y que espera encontrar las puertas de nuestros corazones abiertas, vivamos la experiencia de San Agustín formulada en una oración: “¡Tardé te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, ¡tarde te amé! Tu estabas dentro mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba…tu estabas conmigo, más yo no estaba contigo…. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti” (de las Confesiones de San Agustín).

Al conmemorar en la próxima Navidad, con gozo acogemos al Señor que viene. Con humildad ofrecemos esta Buena Nueva del Evangelio de Jesús para contribuir en las múltiples iniciativas de nuestra sociedad a colaborar en la espera activa de los cielos nuevos y la tierra nueva.

Les deseo una Navidad que fortalezca nuestra esperanza y acreciente una fraterna y solidaria convivencia de nuestro pueblo.

+Orlando Romero
Obispo Emérito

Montevideo, diciembre de 2020