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Mons. Orlando Romero destaca el legado misionero del Papa Pablo VI

By 09/10/2014octubre 17th, 2014No Comments

ROMERO

Ante la inminencia de la beatificación del Papa Pablo VI, que tendrá lugar en Roma el 19 de octubre, día en el que concluirá la III Asamblea General Extraodinaria del Sínodo de Obispos sobre la Familia, el Obispo emérito de Canelones, Mons. Orlando Romero evoca el legado misionero del próximo beato.


Reflexión de Mons. Orlando Romero, Obispo emérito de Canelones

En este mes dedicado a las Misiones, el próximo domingo 19 de octubre será  beatificado el Papa Pablo VI. En homenaje a este gran Pontífice que presidió y culminó el Concilio Vaticano II, convocado por San Juan XXIII, comparto con ustedes esta reflexión.

EL LEGADO MISIONERO DEL PAPA PABLO VI 

San Juan Pablo II llama a la Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI “Evangelii Nuntiandi”: Carta Magna de la evangelización. Es el documento de magisterio que más directa, específica y profundamente encara el tema de la evangelización. A los diez años de la clausura del Concilio Vaticano II, Pablo VI sintetiza sus objetivos en uno solo: “Hacer a la Iglesia del siglo XX más apta todavía para anunciar el Evangelio a la humanidad de este siglo”.

Pablo VI, al elaborar en 1975 la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi” se formula tres preguntas que marcan las características y acentuaciones de la tarea evangelizadora en las próximas décadas e inspirarán los pasos de sus sucesores: San Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco: ¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la conciencia del hombre? ¿Hasta dónde y cómo esta fuerza evangélica puede transformar verdaderamente al hombre de hoy? ¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz?

Desde la década del 50 del siglo pasado, el  entonces Mons. Montini, en su ministerio sacerdotal, constataba con ansiedad el progresivo alejamiento de la Iglesia, particularmente en el mundo obrero, cayendo en el indiferentismo religioso, en el abandono de los sacramentos, en la dramática ruptura entre el Evangelio y la cultura,  una fe que no incide fehacientemente en la vida real. Esta situación golpeaba fuertemente el corazón de pastor, primero del sacerdote, después del obispo y, finalmente, del Papa.

El Padre Jacques Loew, fundador del movimiento de los sacerdotes obreros, recuerda una entrevista con Mons. Montini en la que le confiaba su inquietud: “¿Volverá el pueblo a la Iglesia?. Es el sacerdote el que tiene que desplazarse, no el pueblo. Es inútil que el sacerdote toque su campana, nadie le escucha; es preciso que oiga las sirenas que vienen de las fábricas, esto templos de la técnica en la que vive y palpita el mundo moderno; tiene que hacerse misionero si quiere que el cristianismo permanezca y vuelva a ser fermento vivo de civilización”.


Rasgos y características de la evangelización: complejidad de la tarea

Pablo VI afirma que la evangelización constituye la misión esencial de la Iglesia, su identidad más profunda. Plantea con lucidez sus exigencias y características para llevar a cabo esta tarea en las nuevas situaciones que las desafían. La evangelización es una realidad rica, compleja y dinámica que tiene  momentos esenciales y diferentes entre sí,  que es preciso saber integrar,  en la unidad de un único movimiento: significa anunciar la Buena Nueva en todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar la misma humanidad. Para la Iglesia se trata de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación (EN 18-19).

Una conversión exige estructurar y articular un proceso que favorezca y alimente el encuentro con la persona de Jesucristo vivo. Es anunciar el Evangelio de tal manera que abra al encuentro con la persona de Jesucristo en lo que significa él  personalmente para nosotros. Cuando es escuchado, aceptado, asimilado se constituye en fuente de ardor y de un entusiasmo

contagioso que pone más celo en la actividad  misionera, caritativa, liberadora.

Cercanía y testimonio

La Iglesia existe para evangelizar pero ¿cómo hacerlo? El Papa Montini en su primera Encíclica “Ecclesiam Suam” afirma: “No se salva el mundo desde fuera: es preciso, como el Verbo de Dios que se hizo hombre, asimilar, en cierta medida, las formas de vida de aquellos a quienes se quiere llevar el mensaje de Cristo…  Es necesario antes de hablar, escuchar la voz y más aún el corazón del hombre… el clima del diálogo es la amistad” (90).

Las angustias y las esperanzas, las búsquedas y las frustraciones, las diversas situaciones y los anhelos, verdaderamente humanos, serán el camino de la evangelización, ventanas abiertas a Dios. La Iglesia, nacida de la misión de  Jesucristo, “evangeliza primordialmente mediante el testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites. El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los enseñan es porque dan testimonio” (EN 41).

Proceso y renovación del lenguaje

La novedad de la evangelización tiende a suscitar, madurar, acompañar un auténtico encuentro personal y comunitario con el Señor Jesús. No basta la dimensión cognoscitiva de la fe en Jesucristo, entendida como conocimiento de Dios, sino también revelar para los hombres y mujeres de hoy su dimensión existencial y significativa para toda la vida humana. Por la encarnación del Verbo de Dios, Jesús se hizo uno de nosotros, asumiendo lo nuestro, condición para entrar en comunicación con nosotros y para nosotros mediante nuestra comunión con él. La fe es un don divino que crea una adhesión y relación personal con Jesús, el Verbo de Dios, en cuanto acontecimiento de comunicación y salvación “para” mi vida y “para” nuestra vida; para anunciarnos cosas vitales y transformar nuestra existencia. El anuncio de la fe atrae cuando se manifiesta su incidencia real en la vida de cada día.

 La relación vital entre la fe y la vida requiere un lenguaje  de comunicación del Evangelio que permita percibirlo  esencialmente como “buena nueva”  tanto en el cómo lo anuncia, como  el qué anuncia;  el modo es tan importante como el contenido de lo que se dice. Al respecto afirma el Papa Pablo VI: “La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su “lengua”, sus signos y sus símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta” (EN 63).

Desafíos vigentes que planteó Pablo VI

Quien evangeliza ha de ser un contemplativo de la Palabra  y también un contemplativo del pueblo, por esto, están vigentes aún los interrogantes planteados por el  Siervo de Dios, Pablo VI: “¿Creen verdaderamente  en  lo que anuncian? ¿Viven lo que creen? ¿Predican verdaderamente lo que viven?

Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial en vistas a una eficacia real de la evangelización…en cierta medida nos hacemos responsables del Evangelio que proclamamos” (EN 76).

 

+Orlando Romero
Obispo Emérito