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Mons. Nicolás Cotugno en sus Bodas de Oro: dedicado “a lo de siempre”

By 20/07/2017julio 29th, 2017No Comments
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Mons. Cotugno en su casa en el Prado. Foto de icm

“Me dedico a lo de siempre”, responde Monseñor Nicolás Cotugno a la pregunta que muchos se hacen. Este 26 de julio el Arzobispo emérito de Montevideo cumplió sus bodas de oro sacerdotales y lo celebró con una Misa en la Catedral Metropolitana. Antes de eso, recibió a ICM en su casa para conversar sobre su presente.

Fue operado hace un mes pero eso pasa desapercibido, pues el aspecto de este pastor de 78 años es de plena salud. Se lo ve sereno y entusiasta a la vez. Su mirada tiene ese brillo propio de los hombres enamorados de Dios. Y reluce más cuando habla de los jóvenes a los que acompaña espiritualmente, o cuando cuenta de sus trabajos con el pasto y las flores en el jardín, algo que le “encanta” porque es lugar de unión con el Señor.

“El episcopado es un sacramento”, comienza explicando, fiel a su estilo. Y los sacramentos imprimen carácter (huella indeleble). Con la consagración episcopal se reciben las funciones profética, sacerdotal y real del Señor, que permanecen en la persona para siempre. Al dejar el gobierno, se cesa en el ejercicio de la función real. “El emérito sigue siendo obispo, con la ‘libertad’ de ejercer el ministerio de acuerdo a la salud y las exigencias que se puedan presentar”, aclara.

El Código de Derecho Canónico establece que los obispos deben presentar su renuncia al cumplir los 75 años. Cuando se acercaba el 21 de setiembre de 2013, Mons. Cotugno decidió, en lugar de enviar una carta al Papa Francisco, presentarse personalmente con la misiva. “Teníamos una cercanía no solo espacial sino de visión, afectiva, de compartir muchas cosas. Nos conocíamos desde hacía 15 años. Muy amablemente, me recibió enseguida. Le entregué la carta de renuncia y le pedí, si él estaba de acuerdo, poder dedicarme a este movimiento de espiritualidad salesiana eclesial y me dijo: ‘Cómo no, adelante’. Eso es todo. Lo que me absorbe ahora es acompañar esta Fraternidad Contemplativa María de Nazareth”, relata.

Es así que el que fuera Arzobispo de Montevideo entre 1998 y 2013 está ahora en el consejo de la Fraternidad y en el contacto personal con sus miembros y allegados. Vive en una casa en el barrio Paso de las Duranas. El edificio era de las Hijas de la Caridad Cristiana, también conocidas como Hermanass Alemanas. “Yo era Arzobispo en funciones cuando ellas decidieron vender. Esto era su casa provincial, noviciado, casa de formación. Tiene una capilla que es una belleza. Y la casa está construida con un criterio muy funcional y con materiales importados. Antes que pasara a otras manos, la Arquidiócesis hizo lo posible para comprarla. Después, cuando terminé mi servicio, vine a vivir acá. Y desde aquí me dedico a estas actividades”, menciona Mons. Cotugno.

El terreno tiene un parque generoso y allí el pastor encontró lugar para desarrollar una de sus aficiones. Cuida las flores y corta el pasto en un tractorcito. Para él esto es mucho más que un pasatiempo o tarea. “Me encanta cortar el pasto y ahí me encuentro con Dios. Este trabajo manual, hecho como hay que hacerlo y con determinadas condiciones, de verdad ‘produce’ unión con Dios (…). Jesús es la causa eficiente, el hombre es la causa instrumental. Es lo que decía Santa Teresa de Calcuta: ‘Yo soy el lápiz en la mano de Dios’”.

Esto da pie para que explique la espiritualidad de la Fraternidad Contemplativa María de Nazareth (FCMN), que se basa en el legado de San Juan Bosco: “Don Bosco, con una visión teológica y espiritual, llevó la Nazareth de Palestina al Valdocco de Turín y a la cultura industrial en la que se encontraba, en plena Revolución Industrial (…). Don Bosco quita el ‘et’ de la famosa fórmula ‘ora et labora’ (reza y trabaja) de San Benito. Oración-trabajo, trabajo-oración. No se trata de, en pleno trabajo, quedar en momentos de oración explícita -que es absolutamente necesaria-, sino de vivir en esa gracia que hace respirar con el mismo aliento de Dios, que es el Espíritu Santo”.

El Arzobispo emérito intuyó este camino en su juventud y fue impulsado por sus superiores en la congregación. Al renunciar al cargo eclesiástico, puede dedicarse plenamente a esto. Está “contento, feliz”, porque sabe que sigue el camino que Dios quiere para él en este momento.

Los planes de Dios
Su vida implicó varios cambios de planes. De ser un salesiano en Italia pasó a ser un misionero en Uruguay. Luego sacerdote, obispo. “Hubo un cambio de responsabilidades y actividades pero la actitud de fondo es la misma: que sea el Señor el que esté y actúe a través de mí en lo que le plazca. Ya sea al hacer una carta pastoral para la comunidad diocesana o dedicarme más tiempo a la oración explícita o al contacto con la gente o acompañar a los jóvenes. Pero si algo me gusta más o menos, eso no entra. Doy gracias a Dios por estar bien”, asegura.

“Constato alegría en los muchachos”, comenta a propósito de los jóvenes que acompaña. Son más de 100 los chicos que participan en las actividades de la FCMN y esto llena de ilusión al pastor. “De verdad, esta relación con Jesús es algo grande para ellos (…). Hacen oración y van a Misa, en lo posible de manera cotidiana. Para algunos esto se torna algo muy natural, es lo normal en su vida cotidiana. También tienen muy presente el sentido de comulgar entre ellos. La fraternidad es consecuencia de la unión con Dios, todos somos hijos del mismo Padre”.

Asimismo, evalúa con gozo el presente de la Arquidiócesis: “Veo que está siguiendo al Card. Sturla como Arzobispo en una realidad positiva, de renovación, de empuje”. Enmarca esto en el contexto eclesial global y destaca que en Montevideo se sigue la línea profundizada por Francisco en Evangelii Gaudium. “Va adquiriendo una fuerza verdaderamente muy positiva, más allá de las dificultades tradicionales como por ejemplo esa visión de la laicidad por parte de algunos. Y más allá del hecho de que la estatua no apareció, pero la Virgen está igual. Y ese es un elemento que favorecerá todavía más en la devoción mariana”. Mons. Cotugno señala, asimismo, el “regalo” hecho por el Papa a la Iglesia uruguaya al nombrar un Cardenal. Esto “es algo muy, muy positivo” porque también hace ver el vínculo que hay con el Obispo de Roma, la sintonía entre la Iglesia de Montevideo y el Papa Francisco. Estamos alineados en esta orientación de renovación pastoral que es muy interesante, muy necesaria”, comparte.
La Fraternidad
La Fraternidad Contemplativa María de Nazaret (FCMN), queriendo vivir la contemplación como vértice de la oración y de la acción, propone un camino de unión con Dios a través de la contemplación en acción. El movimiento surgió a instancias de Cotugno en 1957, cuando manifestó su inclinación a la vida contemplativa y fue alentado por sus superiores salesianos. Al día de hoy la FCMN está constituida por consagradas, sacerdotes, matrimonios y jóvenes. Todos están insertos en la Iglesia local e integrados en diversas parroquias y organismos diocesanos. Tiene presencia en Uruguay, Argentina, Italia, República Checa y Eslovaquia.

El 18 de julio de 2016 el rector mayor de los salesianos incorporó la Fraternidad dentro de la Familia Salesiana. De todas formas, el movimiento no es solo para los salesianos, sino “un desarrollo de la vocación contemplativa de todos los bautizados”, en palabras de Mons. Cotugno.

Algo distintivo de la FCMN es el voto de contemplación. El 8 de diciembre de este año más de 100 jóvenes harán ese compromiso.

En Casa Nazareth, sede de la Fraternidad, viven dos consagradas nazarenas. Una es agrónoma y la otra, médico psiquiatra.

Mons. Cotugno había comenzado a dar formación a unos jóvenes que aspiraban a ser sacerdotes del movimiento. Vivían en comunidad y recibían clases de teología y espiritualidad. Pero la autoridad eclesiástica decidió que este no era un camino. Algunos de esos chicos se incorporaron al Seminario Arquidiocesano y serán sacerdotes del clero. Esto fue un nuevo cambio de planes para el Arzobispo. “Lo acepté. Por supuesto que me costó, pero no hubo ninguna manifestación o recriminación con nadie. Porque digo, ‘Jesús, si Tú actúas a través de esto, eres Tú el que tiene que abrir caminos y lo harás posible’”. Entonces surge su comparación con la imagen que usa Jesús del vino y los odres. “Aquí hay vino nuevo pero en cierto sentido no se aceptaron los odres nuevos. Y dado que en otras partes hubo cosas negativas al respecto, en una actitud prudencial la Santa Sede resolvió así”, explica. ¿Qué pasará con esto? “Dios dirá”.
Perfil biográfico
Nicolás Domingo Cotugno Fanizzi nació el 21 de setiembre de 1938 en Sesto San Giovanni, Milán, Italia. Es el menor de tres hermanos y estudió para ser maestro de Arte de la Decoración. Ingresó como aspirante en la Congregación Salesiana en 1954 y profesó como religioso el 16 de agosto de 1957, hace 60 años. Estudió Filosofía y Pedagogía, y en 1962 llegó a Uruguay como misionero.

En 1964 se trasladó a Santiago de Chile, donde estudió Teología. Allí se ordenó sacerdote el 26 de julio de 1967. Luego estudió en Bélgica (Universidad de Lovaina) y Roma (Pontificia Universidad Gregoriana), donde se doctoró en Teología Dogmática. Regresó a Uruguay en 1971.

Trabajó en la Casa de Formación del Manga y fue director del Seminario de Teología Salesiano (1972-1978) antes de hacerse cargo de los Talleres de Don Bosco. Luego, entre 1988 y 1996 fue párroco de San pedro Apóstol. Ese año fue nombrado Obispo de Melo por San Juan Pablo II, que en 1998 lo designó Arzobispo de Montevideo.

Desde 1972 ejerció la docencia teológica, especialmente en el Instituto Teológico del Uruguay «Mons. Mariano Soler», del que fue rector entre 1984 y 1992. Participó también como perito teológico del Sínodo de Obispos de 1974, sobre evangelización. Fundó el Centro Superior Teológico Pastoral para que los laicos pudieran acceder al estudio de la Teología y obtener los grados académicos.

Tomado de www.icm.org / C. Bellocq