Skip to main content
Noticeu

Mons. Martin Krebs instó a promover la paz con alegría y comprensión

By 17/11/2018No Comments

WhatsApp Image 2018-11-11 at 16.22.48

Este año la Misa en la Peregrinación Nacional al Santuario de la Virgen de los Treinta y Tres fue presidida por el Nuncio Apostólico en Uruguay, Mons. Martin Krebs, quien llegó al país en el mes de agosto. Su homilía fue la primera oportunidad en la que habló públicamente a los uruguayos, animándolos a promover la paz, con alegría y comprensión.

Mons. Krebs comenzó citando la oración de San Francisco de Asís:  “… Oh Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde hay tristeza yo ponga alegría. Que no busque tanto ser comprendido como comprender”. Sostuvo que esta oración expresa “una fórmula simple, aunque la tarea es exigente: promover la paz mediante la alegría y la comprensión”. El Nuncio Apostólico recurrió a la imagen de una mano que se abre para explicar esta forma de vivir. En un puño cerrado, dijo, “reconocemos a las personas que absolutamente pretenden estar en lo cierto y solo se conocen a sí mismas”. “Este es un signo de tensión”, advirtió.

La mano abierta, sin embargo, expresa: “Tengo espacio también para ti. Te comprendo”. “Si abro mi mano muestro que vivo con paz y alegría”, precisó.

Aludiendo al Evangelio de hoy que narra la visita de María a su prima Isabel que se encontraba embarazada, Mons. Krebs expresó que ellas fueron instrumentos de paz. “Eran parientes y aunque bastante diferentes se entendieron asombrosamente”. Dios “permanece invisible pero era el protagonista de aquel encuentro”, destacó y señaló que lo que “unía a las primas María e Isabel era más fuerte que lo que las separaba”.

Citando la Exhortación Apostólica del Papa Francisco “La alegría del Evangelio”, Mons. Krebs recordó que “llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero”. También subrayó que “el bien siempre tiende a comunicarse…comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla”, y que “la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento la comodidad”.

“¡Vivamos como lo hizo María! ¡Abramos la mano!  Entonces seremos bienaventurados como Ella y haremos felices a los demás”, invitó Mons. Krebs al finalizar su prédica.

WhatsApp Image 2018-11-11 at 20.34.57

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DE MONS. MARTIN KREBS, NUNCIO APOSTÓLICO EN URUGUAY

                              Peregrinación a la Virgen de los Treinta y Tres, 11 de noviembre de 2018.

Estimados hermanos en el episcopado, queridos hermanos y hermanas en la fe:

Todos ustedes conocen la oración, de la cual se originan las siguientes líneas:
“… Oh Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde hay tristeza, yo ponga alegría. Que yo no busque tanto ser comprendido, como comprender”.

Se trata de la famosa oración por la paz, atribuida a san Francisco de Asís. Pienso que estas peticiones que he citado tienen hoy una importancia particular. Contienen la súplica de ser una herramienta de Dios en la búsqueda de la paz; y de realizar eso en dos maneras: trayendo verdadera alegría donde la gente está triste; y queriendo comprender, más que ser comprendido. La fórmula es simple, aunque la tarea es exigente: promover la paz, mediante la alegría y al comprensión. Un signo que expresa esta forma de vivir es una mano que se abre. En el puño cerrado, reconocemos a las personas que absolutamente pretenden estar en lo cierto y solo se conocen a sí mismas. La mano abierta, en cambio, señala: “Tengo espacio también para ti. Te comprendo”. Además, el puño cerrado es un signo de tensión. Pero si abro mi mano, muestro que vivo con paz y alegría.

Acabamos de escuchar un historia del Evangelio, en la que las dos protagonistas, María e Isabel, fueron instrumentos de paz. Eran parientes y, aunque bastante diferentes, se han entendido asombrosamente. Y no solo se entendieron entre sí, sino también, y, sobre todo, comprendieron algo importante acerca de Dios. Él permaneció invisible, pero era protagonista de aquel encuentro.

Recordemos: María fue a ver a su prima Isabel. Ambas vivían en regiones muy lejanas, por lo que María tuvo que recorrer un largo camino para llegar a Isabel, logrando superar esa dificultad. Pues no solo la distancia era grande, sino también la diferencia de edad entre las dos: María era una mujer joven, mientras que Isabel ya estaba en edad de ser abuela. Sin embargo, se ve claramente que no tuvieron un conflicto generacional. Mas aún. Ambas estaban embarazadas: María al inicio e Isabel al final del embarazo; por sus diferentes condiciones físicas, tenían necesidades diferentes. Pero el diálogo tuvo éxito: lo que las unía a ambas era más fuerte que lo que las separaba.

Y entonces viene lo más sorprendente de nuestra historia. Repentinamente, Isabel se dio cuenta de que María era la “Madre de su Señor”, porque llevaba a Jesús en su seno. ¿Cómo supo Isabel acerca de la presencia de Jesús? María no había hecho más que saludar a su prima: “¡Hola, Isabel! ¿Cómo estás?”. Sin embargo, con su saludo, María debe de haber “tocado una cuerda” sensible en Isabel y en Juan, su bebé. Juan aún no entendía el lenguaje humano y, por supuesto, todavía no podía hablar. Pero pudo entender aquello que iba más allá de la comprensión lógica: Jesús el Señor del mundo, está cerca. Y Juan no tuvo necesidad de palabras para responder: la “música” del saludo de María lo hizo saltar. ¿E Isabel? Ella comprendió lo que significaba aquel salto: una profunda alegría por la presencia de Dios entre ellos.

Hemos contemplado una escena de verdadera paz: dos personas, María e Isabel, se entendieron, a pesar de sus grandes diferencias. Y entendieron sobre todo que Dios estaba presente. Juan se lo había comunicado a ellas: actuó como “profeta ya en el seno maternal”, anunciando que, a través de María, Jesús ha venido al mundo. La paz nació antes de la comprensión. Manifestando su alegría, Juan se puso a “bailar”, por así decir; y entonces, también María e Isabel expresaron su alegría.

¿Cuándo fue la última vez que ustedes bailaron por la alegría de que Jesús estuviera entre nosotros? (…) ¿Y han experimentado alguna vez que podrían “contagiar” a otra persona con su alegría por Dios, así como Juan transmitió su gozo a otros? Si esto nunca ha sucedido, ¿les gustaría experimentarlo alguna vez? (…)

Algunas personas, e incluso algunos católicos, creen que Dios está lejos y no es posible acercarse a Él. Para ellos, Dios es como un destino mudo.Lo que sucede, simplemente sucede y nosotros no podemos defendernos. Lo único que somos capaces de hacer es aprender a soportar el destino de manera pasiva. Otros dicen que, aunque Dios no es mudo, es tan grande y tan sublime que no podemos acercarnos a Él. O piensan que no han estudiado lo suficiente como para entender su lenguaje. ¿Cuál es el resultado de esas creencias? La tristeza. Las personas que viven sin contacto con Dios tienen poca o ninguna alegría. Pueden divertirse, sí, pero eso nunca dura mucho tiempo. Además, algunos placeres arruinan la propia salud o la de otros, y al final, también destruyen las relaciones humanas.

María, Isabel y Juan no solo se entendieron entre ellos; comprendieron también que Dios no es un destino mudo. Y no se consideraban demasiado pequeños como para encontrarlo. Por eso, captaron las señales y las palabras con las que Dios llamó su atención. El resultado fue un gozo espectacular. Juan saltó; Isabel se dejó contagiar por su felicidad. ¿Y María? No solo se sintió “alegre” sino que fue “bienaventurada”, es decir: “feliz sin fin”. Por eso, Isabel le dijo: “¡Bienaventurada la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1, 45).

Este año, el lema para la peregrinación a la Virgen de los Treinta y Tres es: ¿Dónde y cómo tiene que estar el discípulo de Cristo? ¡Miremos a María! Hoy hemos mirado a María, y hemos admirado su comprensión de los hombres y de Dios; hemos contemplado a una mujer de paz, que lleva a Jesús con ella. El fruto de esta percepción es una felicidad extraordinaria, que hace exclamar a María: .. “Mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”.

De la alegría del cristiano, llamado a ser un hombre pacífico que vive con Dios, pocas personas han hablado mejor que el Papa Francisco. Escuchemos de nuevo algunas frases del principio de su carta “La alegría del Evangelio”:

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (3.) Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. (8.) Solo gracias a ese encuentro -o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y del egocentrismo. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. (9.) El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad antes las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. (10.) «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». (Fin de cita).

Hermanos y hermanas: ¡vivamos de esa manera, como lo hizo María! ¡Abramos la mano! Entonces seremos bienaventurados como ella, y haremos felices a los demás.

Amén.