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Mons. Martin Krebs en la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes: “Opongámonos a la globalización de la indiferencia”

By 14/02/2020No Comments

 

“Nuestra Señora de Lourdes se ha convertido en un signo de la misericordia de Dios para todos nosotros, que somos débiles”, recordó el Nuncio Apostólico en Uruguay, Mons. Martin Krebs, en la Misa que presidió el 11 de febrero en la Gruta de Lourdes de Montevideo.

El Representante del Papa en Uruguay, en la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo presidió la Misa de las 10 h en la que invitó a “traer a los enfermos de vuelta a la comunidad, trabajar para su curación, abriéndoles las puertas a Dios”. “Cuando estemos enfermos, ¡vivamos con nuestra esperanza puesta en Jesús! Y cuando estemos sanos, ¡atendamos con generosidad, como Él lo hizo, a quienes necesitan de nuestra ayuda y de nuestro consuelo!”, instó Mons. Krebs. “¡Opongámonos a la globalización de la indiferencia!” exhortó citando palabras del Papa Francisco.

Mons. Krebs centró su prédica en el lema de la Jornada Mundial del Enfermo 2020: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”.

Al inicio de la homilía, Mons. Krebs subrayó que “Dios tiene misericordia de los que sufren y le piden la salud por la intercesión de María. Sabemos que Dios nos escucha cuando acudimos a él en una enfermedad o por otras debilidades que afectan nuestra vida y la de los demás”.

El Nuncio Apostólico advirtió sobre la tentación de pensar “espontáneamente que, cuando alguien se enferma, se trata de algo privado: un hecho que afecta a ‘otro’, o a unos pocos individuos, pero que no llega a preocuparnos realmente, ni a nosotros ni a la comunidad”. Sin embargo, agregó que «las enfermedades pueden afectar a cualquiera y nos conciernen a todos” y resaltó , en este sentido, que “actualmente estamos reaprendiendo esta verdad tan simple, desde que, hace algunas semanas, estalló en China una enfermedad pulmonar, provocada por el nuevo virus corona”.

Mons. Krebs destacó ante los feligreses que fueron al Santuario a pedir salud para ellos y sus seres queridos o a dar gracias a María que “somos frágiles y débiles, y las enfermedades son un problema de toda la comunidad”.

Refiriéndose al evangelio del día «que presenta a Jesús como ‘médico’, que no huyó de los que sufren», manifestó que “para Jesús, el sufrimiento no era el destino triste de casos individuales. Él no permaneció indiferente ante los débiles, sino que les abrió sus brazos. A los necesitados, les dice: ¡Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados! Yo los aliviaré (Mt 11, 28)”.

“Sabemos bien que la vida tiene dos caras: la del sol y la de la oscuridad. Quien solo conoce el lado claro de la vida, se pierde la otra parte de la verdad. Se aleja de una gran parte de la gente, y no quiere pertenecer completamente a la comunidad humana. Si nosotros también pensamos y actuamos a veces de esta manera, Jesús puede liberarnos de esa inclinación. De él podemos aprender a vivir en comunidad con las personas que sufren, y trabajar por su bien”, aseguró Mons. Krebs.

El Nuncio Apostólico aludió luego a palabras del Santo Padre en su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo: “Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados, a su vez, a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro (fin de cita). Las noches, las debilidades, y un día, también, la muerte, forman parte de nuestra vida. Pero ya no tenemos que temerles, porque en ellas encontramos a Jesús. El Maestro nos anuncia que, si vivimos como Él, encontraremos descanso para nuestras almas. Con Él, la vida no pesará una tonelada, porque su yugo es suave y su carga es ligera”.

Al finalizar se dirigió a los presentes haciéndoles un llamado: «Queridos hermanos y hermanas, ¡opongámonos a la „ globalización de la indiferencia “!, como dice el Papa Francisco».

 


Texto completo de la homilía de Mons. Martin Krebs, Gruta de Lourdes, 11 de febrero de 2020

Querido Padre Adriano, queridos hermanos y hermanas:

Estoy feliz de celebrar con ustedes hoy la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, la patrona de esta parroquia. También es – y no por casualidad – el «Día Mundial del Enfermo». Nuestra Señora de Lourdes se ha convertido en un signo de la misericordia de Dios para todos nosotros, que somos débiles. Dios tiene misericordia de los que sufren y le piden la salud por la intercesión de María. Sabemos que Dios nos escucha cuando acudimos a él en una enfermedad o por otras debilidades que afectan nuestra vida y la de los demás.

No solo nosotros, los modernos, estamos a veces tentados de pensar espontáneamente que, cuando alguien se enferma, se trata de algo privado: un hecho que afecta a “otro”, o a unos pocos individuos, pero que no llega a preocuparnos realmente, ni a nosotros ni a la comunidad. Pero, las enfermedades pueden afectar a cualquiera y nos conciernen a todos. Actualmente estamos reaprendiendo esta verdad tan simple, desde que, hace algunas semanas, estalló en China una enfermedad pulmonar, provocada por el nuevo virus corona. La epidemia se ha cobrado, hasta el día de hoy, más de 900 vidas. Como sabemos, se ha transmitido mediante los viajeros, y no solo dentro de China, sino también en otras partes del mundo. Afortunadamente, el Uruguay y América Latina no parecen estar afectados hasta ahora, pero sabemos que no hay ningún lugar “seguro” en nuestro mundo globalizado. Podemos y debemos tomar precauciones; pero incluso las enfermedades que no son contagiosas pueden afectarnos, a cada uno de nosotros. Quien acepta esto, comienza a prestar ayuda: no solo a sí mismo, sino también a los que están enfermos. Se convierte así en un signo de esperanza para toda la comunidad.

  Hemos sabido del joven médico chino, que fue uno de los primeros en llamar la atención sobre el brote de la nueva enfermedad pulmonar. Había pedido a las autoridades que tomaran medidas inmediatas de protección. Desafortunadamente, primero lo despidieron, y luego reaccionaron muy tarde, cuando la epidemia ya había hecho importantes avances. Ahora, él mismo ha muerto de la enfermedad. Pero es celebrado como un héroe, porque vio lo que otros no querían ver, y se atrevió a decirlo: Somos frágiles y débiles, y las enfermedades son un problema de toda la comunidad. Acabamos de escuchar el evangelio que presenta a Jesús como “médico”, que no huyó de los que sufren. También en su época, muchos trataron de aislar a los enfermos, los débiles y los pobres, para poder sentirse seguros ellos mismos. Para Jesús, el sufrimiento no era el destino triste de casos individuales. Él no permaneció indiferente ante los débiles, sino que les abrió sus brazos. A los necesitados, les dice: ¡Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados! Yo los aliviaré (Mt 11, 28). El Papa Francisco ha hecho de esta llamada de Jesús el lema del Día Mundial del Enfermo de este año.

Como médico misericordioso, Jesús se enfrentó a la opinión pública. ¿Le iría bien? Sabemos cómo terminó su vida terrenal. Algunos piensan que fracasó porque desafió sin éxito las leyes del egoísmo y la inercia de la sociedad. Pero es justamente lo contrario: Él vivió y murió para nosotros y, por lo tanto, podemos tener esperanza, incluso en medio del sufrimiento. Es Él quien nos ha convocado aquí para nuestra misa. No solo ha llamado a construir una comunidad y ha curado a los débiles de su tiempo; ha resucitado, y está haciendo lo mismo en nuestro tiempo, y lo seguirá haciendo en el futuro. En su amor ilimitado, Él ha derrotado el mal. Es por eso que, en su mensaje para el Día Mundial del Enfermo, el Papa escribe:

Queridos hermanos y hermanas enfermos: A causa de la enfermedad, ustedes están de modo particular entre quienes, “cansados y agobiados”, atraen la mirada y el corazón de Jesús. De ahí viene la luz para los momentos de oscuridad, la esperanza para el desconsuelo. Jesús los invita a acudir a Él: «Vengan». En Él, efectivamente, encontrarán la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en ustedes, en esta “noche” del cuerpo y del espíritu. Sí, Cristo no nos ha dado recetas, sino que, con su pasión, muerte y resurrección, nos libera de la opresión del mal.

Hermanos y hermanas, ¿podemos hacer algo así nosotros mismos, también? ¿Traer a los enfermos de vuelta a la comunidad, trabajar para su curación, abriéndoles las puertas a Dios?

Desafortunadamente, muchos de nosotros rehuimos instintivamente a las personas que no aparecen como saludables. Podemos hacer una simple prueba: si hojeamos una revista y miramos las imágenes, probablemente muchos de nosotros nos detendremos en las fotos que muestran a la gente feliz. Y pasaremos rápidamente la página cuando veamos fotos de gente que parezca tristes o aburrida. Pero sabemos bien que la vida tiene dos caras: la del sol y la de la oscuridad. Quien solo conoce el lado claro de la vida, se pierde la otra parte de la verdad. Se aleja de una gran parte de la gente, y no quiere pertenecer completamente a la comunidad humana.

Si nosotros también pensamos y actuamos a veces de esta manera, Jesús puede liberarnos de esa inclinación. De él podemos aprender a vivir en comunidad con las personas que sufren, y trabajar por su bien. Jesús dice: ¡Toma mi yugo sobre ti y aprende de mí! Todos hemos recibido una y otra vez la ayuda del Señor en nuestras necesidades. Por eso, el Santo Padre dice en su mensaje para este Día del Enfermo: Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados, a su vez, a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro (fin de cita). Las noches, las debilidades, y un día, también, la muerte, forman parte de nuestra vida. Pero ya no tenemos que temerles, porque en ellas encontramos a Jesús. El Maestro nos anuncia que, si vivimos como Él, encontraremos descanso para nuestras almas. Con Él, la vida no pesará una tonelada, porque su yugo es suave y su carga es ligera.

Queridos hermanos y hermanas, ¡opongámonos a la „ globalización de la indiferencia “!, como dice el Papa Francisco.

Con el Papa, encomiendo a la intercesión de la Virgen María, Salud de los enfermos, a todas las personas que están llevando el peso de la enfermedad, así como a sus familias y a los agentes sanitarios que se ocupan de ellas. Y en nuestra gratitud a María, no olvidemos lo que ella dice, refiriéndose a su Hijo, Jesús: «Hagan todo lo que Él les diga». Entonces, cuando estemos enfermos, ¡vivamos con nuestra esperanza puesta en Jesús! Y cuando estemos sanos, ¡atendamos con generosidad, como Él lo hizo, a quienes necesitan de nuestra ayuda y de nuestro consuelo! Amén.