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Mons. Jaime Fuentes y el fraternal saludo del Papa Francisco

By 04/10/2013octubre 11th, 2013No Comments

“Así que vos sos el obispo que estudia a María y está haciendo un santuario a la Virgen…” le dijo el Papa Francisco al Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, apenas comenzaba a esbozar su saludo en el marco de la Audiencia General del miércoles 2 de octubre celebrada en la Plaza San Pedro.

En su blog www.desdelverdun.org el Obispo relata los pormenores de ese saludo al Papa Francisco.

EL TAXISTA TENÍA RAZÓN

Esta mañana estuve con el Papa Francisco y no puedo dejar de contarlo ya mismo. Antes que adjetivar el encuentro prefiero ir al hecho, incluyendo su entorno.

En taxi a la Piazza San Pedro. Es el taxista el que empieza a hablar y no para.

–  ¿Va a ver al Papa? ¡Qué hombre  extraordinario, qué cercano, qué bueno, qué corazón! Veramente, é un paccioccone!

–  No entiendo…

–  ¡Ah, paccioccone quiere decir, bueno, feliz, ¡grande!, muy bueno… Mia nonna lo diceva proprio a me… Sei un paccioccone! Y el Papa… ¿Usted lo va a ver?… ¡Ah, qué bien! Entonces se dará cuenta de que es verdad lo que le digo: es un paccioccone!

Llegamos a la Plaza a las 9.45, cuando Francisco ya estaba recorriéndola en el jeep descubierto, y saludando y bendiciendo y deteniéndose para besar a no sé cuántos niños… Hacía calor, 28 grados que anuncian tormenta.

Ventaja de obispo: estar a pocos metros del lugar desde el que el Papa, cuando termina su recorrido de más de una hora, dirige la palabra a la muchedumbre que llena la Plaza.

Nos dijo que la Iglesia es Santa, a pesar de que somos pecadores, porque en ella vive la santidad de Dios: que no tengamos miedo de dejarnos ganar por ese Dios lleno de amor, que quiere hacernos santos y nos da los medios: la confesión de los pecados, en primer lugar, y la eucaristía.

Cuando termina de hablar rezamos el Paternoster en latín y nos da la Bendición. Enseguida, de pie, recibe el saludo de cada uno de los obispos, que no somos más de treinta.

Memoricé lo que quería decirle… y se lo dije cuando me repuse de la sorpresa: y es que, apenas empezar con vengo de Uruguay y soy Obispo de Minas, me dijo:

–  Así que vos sos el obispo que estudia a María y está haciendo un santuario a la Virgen…

–  Sí, a la Virgen del Verdún…

–  Sí, ya sé… (me preguntaba yo cómo es posible que supiera…).

–  Y quería decirle que rezamos especialmente por usted, como nos pide… (Le cuento que aprendí de san Josemaría –hoy hace 85 años de la fundación del Opus Dei- a rezar por el Papa. Me escucha con atención).

–  ¡Gracias, gracias!

Le entrego un sobre, que lo pasa al secretario:

–  Ahí va un trabajo mío sobre María y una foto de la Virgen del Verdún. ¡Ah, estuve en España con las Hermanas de Iesu Communio! Me pidieron que le dijera que lo quieren mucho, que lo encomiendan mucho…

El Papa Francisco sonríe con la boca y con los ojos, sin soltarme la mano.

–  Y le dejo también, Santo Padre, un CD de canciones argentinas. Lo grabó mi hermana Marga para usted… La verdad es que ella, ¡canta mejor que Gardel!… (Pinchar para comprobación).

–  (El Papa se ríe abiertamente): – ¡Andá, dale, mirá que sos!… ¡Que Dios te bendiga!

Sigue la fila de obispos saludando a Francisco. Me quedé hasta que pasó el último, pensando que entonces terminaba la audiencia. Muy equivocado estaba: el Papa bajó las escaleras enormes y fue a la primera fila de los asistentes, donde se encontraban sus predilectos: enfermos de todas partes del mundo a los que acarició, besó y consoló.

Más arriba, en la parte exterior del atrio de la Basílica, dos horas llevaban de espera unas cuarenta parejas de recién casados, con sus trajes de novios, que pasaron uno a uno a saludarlo, llorando muchos de ellos durante y después de hacerlo.

Eran las 12 y 20 y yo tenía que volver. En el camino a casa seguía pensando cómo sabría Francisco de mí… Ahora, en la computadora, encuentro la carta que le había escrito hace unos meses y que no tenía presente. En ella me despedía diciéndole:

Lo dejo por hoy, con muchas ganas de saludarlo personalmente en octubre, cuando pasaré por Roma camino de Polonia, de donde traeré a mi Diócesis de Minas a dos sacerdotes: en la Banda Oriental, Usted lo sabe, escasean…

Agradeciéndole con todas mis fuerzas sus desvelos por la Iglesia, le encomiendo especialmente a la Virgen del Verdún, de la que soy su custodio en Minas. Dios mediante, en la gran fiesta de la Asunción comenzaremos las obras del nuevo Santuario Nacional.

Yo no me acordaba de que le había escrito esto. El Papa Francisco, sí: tenía razón el taxista.

P.D.: fotos que saqué esta mañana. Cuando tenga las buenas las subo.

http://www.desdelverdun.org/

Post del miércoles 2 de octubre de 2013