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Mons. Galimberti: «Tristezas y depresiones»

By 10/10/2012octubre 19th, 2012No Comments

Hace dos días fue el Día Mundial de la Salud Mental, dedicado este año a la “depresión”. Con tal motivo este periódico difundió información sobre el alto índice de depresión en la población del Departamento de Salto.

Especialistas en el tema, los Doctores Bartolomé Cabrera y Marcos  Pamparatto, señalaron los principales síntomas de esta enfermedad, que al no ser detectada y diagnosticada a tiempo, genera otras complicaciones. “Hay que buscar ayuda en el momento adecuado” afirma uno de los profesionales.

Para el Dr. Pamparatto “la depresión es el resultado del estilo de vida que llevamos”. O sea que, de alguna manera, todos estamos propensos a estos cuadros depresivos o por lo menos a algunos síntomas.

Me pareció por tanto importante rescatar algunos avisos de estos profesionales.

Llama la atención que en las consultas de policlínicas, cada vez son más frecuentes los estados depresivos, pero no sólo en adultos sino en adolescentes y adultos mayores que viven en soledad. Qué importante puede resultar en estos casos recibir una llamada telefónica, hacernos tiempo para una visita con un pretexto cualquiera o repasar nombres y personas que hace tiempo hemos dejado de ver. O si pensamos en nosotros, convendrá caer en la cuenta de los días o semanas que estamos como encerrados o no salimos más que por obligación.

El Dr. B. Cabrera profundiza y conecta situaciones extremas de aislamiento con la realidad del suicidio en nuestro país, que registra la tasa más alta (supongo que de América Latina) de estos infortunios. Detrás del aislamiento se ocultan motivos económicos, laborales, sentimentales (ruptura de pareja)… según este mismo especialista.

Destaco un cierto prejuicio que lamentablemente todavía incide para no acudir oportunamente al médico psiquiatra; corre en muchas familias el dicho de que quien va a este tipo de profesionales es porque está con algún tornillo flojo. Cuando en realidad es más sano aquel que pide ayuda, que aquel que esconde sus síntomas y escurre el problema.

La alarma de uno de los profesionales es importante: “de cien casos a  nosotros nos llegan cinco, los demás se pierden. Seguramente son mal tratados…”.

Una familia, dicen los especialistas, muchas veces tiene varios componentes que suman una carga importante de depresión. Si a estos factores ambientales se le suman factores externos, pongamos por ejemplo, perder el empleo, estaríamos ante una situación de mayor vulnerabilidad.

Muchas veces estos cuadros depresivos llevan a diverso tipo de situaciones, como por ejemplo: consumo de drogas, alcohol, violencia familiar, etc.

Hay factores de orden externo que colaboran a superar estos bajones, como por ejemplo, una sana alternancia entre horas de trabajo y descanso.

Quisiera añadir un enfoque cristiano a este tipo de situaciones depresivas. Por propia experiencia veo que creer y confiar en un Dios  Padre, tal como nos enseñó  Jesús, tiene un poder sanador muy importante. No nos evade. Pero nos da serenidad en horas de angustia.

Las páginas de la Biblia están llenas de personas en situaciones de decaimiento, hundimiento, culpa o desaliento. A mí me gustaba contarles a mis sobrinos escenas bíblicas muy gráficas, como Daniel arrojado al pozo de los leones, o Jonás arrojado a mar y tragado por la ballena, o los apóstoles  Pedro o Pablo encadenados y prisioneros o los apóstoles zarandeados en el mar de Galilea gritando y despertando a Jesús. O Jesús ante la tumba donde sepultaron a Lázaro gritando: Lázaro sal fuera. En fin, situaciones de encadenamiento real o simbólico, de personas atormentadas, con historias que apenas adivinamos, como es el caso de la mujer de  Magdala, de la que Jesús arrojó los demonios que la mantenían  privada de su capacidad de amar y decidir.

Creo que estos factores religiosos, como sostienen algunos psiquiatras como Jung, son vivencias que mucho pueden ayudar a experimentar que no estamos peleando solos en la vida, que una Presencia bondadosa y sanadora está con cada uno de nosotros. No es una fuerza anónima. Tiene nombre y rostro. Es Jesús de Nazaret.

Columna publicada en el Diario «Cambio» del 12 de octubre de 2012