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Mons. Fernando Gil: su SI permanente a Dios hasta su partida para encontrarlo

By 25/01/2020No Comments

 

La Catedral San Juan Bautista de Salto se colmó el sábado 18 de enero de feligreses de todos los rincones de la Diócesis y de distintos puntos del país, así como de familiares y amigos obispos, sacerdotes y laicos que acudieron desde ambos márgenes del Rió de la Plata para darle el último adiós a Mons. Fernando Gil, el Obispo de Salto que falleciera el viernes 17 de enero, a los 66 años de edad, como consecuencia de una enfermedad terminal.

La Misa exequial, celebrada a las 14 horas del sábado 18, fue presidida por el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, yc oncelebrada por el Nuncio Apostólico en Uruguay, Mons. Martin Krebs, los integrantes del Consejo Permanente de la CEU, Mons. Arturo Fajardo (Obispo de San José de Mayo, Presidente); Mons. Carlos Collazzi (Obispo de Mercedes, Vicepresidente) y Mons. Milton Tróccoli (Obispo de Maldonado, Secretario General), el obispo emérito de Salto, Mons. Pablo Galimberti, los obispos de las demás diócesis uruguayas y los obispos argentinos Mons. Fernando Malletti (de la Diócesis de Merlo-Moreno) y Mons. Luis Armando Collazuol (de la Diócesis de Concordia). Acompañaron en la celebración sacerdotes de distintas Diócesis de Uruguay y de Argentina.

La homilía estuvo a cargo del Vicario Pastoral, Pbro. Luis (Tito) Cardozo, quien al inicio expresó que “es un momento marcado por el dolor, es cierto, pero nuestra celebración es una acción de gracias elevada a Dios Padre por la vida de nuestro obispo”.

El Pbro. Cardozo recordó el deseo de Mons. Gil al llegar a la Diócesis de Salto, en setiembre de 2018, de “integrarse en la huella que fue dejando la Iglesia en medio de esta porción del Pueblo Oriental sin grandilocuencia, con sencillez y apertura”. » Sin grandilocuencia, con sencillez y apertura y, por sobretodo, reconociendo ser parte de una historia que el Señor viene trazando en esta diócesis, nos fue entregando lo que traía en su corazón: la ternura y la bondad del Buen Pastor gestado con las comunidades de la diócesis de Merlo-Moreno, en la formación académica, con los sacerdotes, religiosos, consagrados, laicos que lo ayudaron a vivir la comunión fraterna en la Iglesia¨, agregó. «Quizás esta misma experiencia fue la que lo llevó a decir: quiero quererlos más que a mi propia vida y el Señor le tomó la palabra», manifestó.

El Pbro Cardozo resaltó que cuando el Obispo «pudo decidir quedarse en Buenos Aires al cuidado de su familia, con las comunidades con las que había vivido eligió venir a quedarse aquí con nosotros haciéndonos su propia familia». Luego, dirigiendo su mirada al Obispo de la Diócesis de Merlo-Moreno, Mons. Fernando Maletti, el sacerdote uruguayo confesó que le era «imposible olvidar las palabras de Mons Fernando Maletti en el día de la consagración episcopal de Mons Fernando Gil. Mons Maletti simplemente se dio vuelta y a los sacerdotes que estábamos detrás de él nos dijo: ‘Cuídenlo’”. «Mons Maletti no hemos podido curarlo porque no estaba en nuestras manos pero él nos permitió cuidarlo con el mismo cariño que lo haría su familia y comunidad», le aseguró.

Refiriéndose al camino que Mons. Gil fue trazando junto con sus diocesanos, el Vicario Pastoral destacó que «en sintonía con el Papa Francisco y movido por el deseo ir construyendo entre todos una Iglesia que sea ‘lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio´ (EG 114) fue transmitiendo la firme convicción en un camino sinodal, que se construye entre todos. Un camino que lo invitaba a sentirse un peregrino más que acompaña a su pueblo». «Este convencimiento se fue haciendo vida en las estructuras de comunión y participación y fueron marcando las diferentes relaciones en la Iglesia. Caminar juntos cuesta pero es el verdadero camino de seguimiento de Jesucristo para que se cumpla en nosotros la voluntad del Padre. Caminar juntos incluso en medio de las adversidades y desafíos que nos va presentado la propia vida», afirmó.

El Presbítero compartió  que «a muchos de nosotros nos causó admiración la fe con que Mons Fernando fue asumiendo su enfermedad y viviendo su propia muerte. Desde el primer momento parecía abrazar, no sin dolor, lo que descubría era la voluntad de Dios. El Señor le permitió ir haciendo el proceso para llegar al momento de desenlace de su vida como el encuentro con la hermana muerte. Y en un suspiro suave entregar su vida en paz». «Pero estas cosas no se improvisan. La donación total de la vida de Jesucristo es la consecuencia de una vida totalmente donada a los demás. Una vida que se hizo don para los otros hasta el punto de entregarlo todo en bien de aquellos que ama. En el momento de la muerte, podríamos decir: morimos como vivimos. Si hemos descubierto que nuestra vida es un don no hay mejor oportunidad para ofrecerla totalmente. Es el momento crucial a donde, de brazos abiertos, nos abrimos al abrazo amoroso del Padre que no defrauda porque en Él está nuestra esperanza», expresó. «La verdadera alegría del cristiano está precisamente en descubrir la vida como oportunidad para encontrarlo a Él y anunciarlo a Él. La vida se llena de un resplandor distinto cuando Él es el centro. El Dios de las Bienaventuranzas que nos permite decir: felices aun cuando nos sintamos necesitados, afligidos, con hambre y sed de justicia, cuando nos sintamos perseguidos e insultados por practicar la justicia es el que nos sale al encuentro en cada situación y nos permite vivir como comunidad de hombres y mujeres pecadores-reconciliados».

«El anuncio gozoso del Evangelio no es el resultado de nuevas estrategias pastorales, de una estrategia de marketing que llegue a todos de manera masiva sino que, lo que verdaderamente atrae a la fe es el encuentro personal y comunitario con aquél que levantado en la cruz atrae a todos hacia sí (Cfr J 12,32). A nosotros se nos plantea hoy descubrir este desafío y que nuestra Iglesia en salida sea la expresión de una comunidad que se siente trasformada desde dentro. Este era el convencimiento de Mons Fernando», enfatizó el Vicario Pastral en su prédica y concluyó aludiendo al lema episcopal del obispo fallecido: «En este momento nuestro corazón está en paz porque ¡Cristo es nuestra paz! El que nos permitió compartir un tiempo breve pero intenso con un pastor con olor a oveja».

PÉSAME DEL PAPA FRANCISCO 

Luego de la Comunión el Nuncio Apostólico, Mons. Martin Krebs, leyó un mensaje rubricado por el Secretario de Estado Vaticano, Mons. Pietro Parolin, que transmitía el pésame del Santo Padre ante la triste noticia del fallecimiento de Mons. Fernando Miguel Gil Eisner, Obispo de Salto. El Papa Francisco deseaba hacer llegar su pésame a los miembros de esa iglesia particular así como a familiares y conocidos. Señalaba la misiva que el Papa, a la vez de ofrecer sufragios por el difunto prelado, encomendándolo a la eterna  intercesión de la Bienaventurada Virgen María, impartía a los presentes¨ con afecto, la confortadora  bendición apostólica como signo de signo de fe y esperanza en el Señor Resucitado”.


SUS HERMANAS: «Siempre nos dijo que había que tener una memoria agradecida y así fue su vida”

Seguidamente, las hermanas del Obispo agradecieron públicamente en nombre de toda la familia a “todos y tantos que ayudaron a nuestro hermano en este tiempo de su enfermedad, que fue una preparación para su cielo, para ese abrazo con su Padre Bueno que sentía que lo llamaba”.  Agradecieron, asimismo, los gestos de cariño diarios para aliviar su enfermedad. “Nos decía todo el tiempo: soy un privilegiado, soy un mimado. Y yo le decía, sos un malcriado”, dijo una de sus hermanas. “Estaba muy agradecido y consciente de toda la ayuda que recibía y no es casual que lo último que pudo decir ‘fue gracias, muchas gracias, gracias`, se lo dijo a Pablo a la hora de la unción. Siempre nos dijo que había que tener una memoria agradecida y así fue su vida”.

Relató su hermana que el Obispo un día había resumido su vida diciéndoles: “He vivido una vida plena y en paz, he sido muy querido y no he tenido tiempo de aburrirme”.  Agradecieron también a todo el personal del obispado, nombrándolos uno a uno, y al equipo de cuidados paliativos, a sus “hijos predilectos” los seminaristas, a sus hermanos sacerdotes por el constante apoyo a la familia y a los sacerdotes de su diócesis que lo acompañaron a conocer su rebaño. “A sus amigos que vinieron de lejos para acompañarlo, para estar con él, a su gente querida de la Diócesis de Merlo y su obispo y a todos los que este año le abrieron su corazón y a quienes él como pastor quiso amarlos más que a su propia vida”.

Mientras sus hermanas se acercaron al féretro a despedirlo los presentes se unieron en un largo aplauso.

MONS. FERNANDO MALETTI: “Amó siempre a su Uruguay natal y era charrúa por los 4 costados” 

El Obispo de Merlo-Moreno, , al hacer uso de la palabra, se refirió a Mons. Fernando como el “padre, hermano y amigo”, que “hoy despedimos en la fragilidad de la carne pero que al mismo tiempo ya lo tenemos como intercesor en el cielo”. “Cuando alguien que queremos mucho se va, algo de cada uno se va con esa persona querida, pero también cuánto de esa persona querida queda entre nosotros”, recordó. “Bien lo sabemos los creyentes qué regalo grande que es la fe que se hace una enorme intercomunicación en lo más puro y contundente que hay en la vida del ser humano que es la oración”, subrayó.

El Obispo transmitió el saludo del Cardenal Mario Poli, Arzobispo Buenos Aires, quien no pudo asistir,  también de otros obispos de la Argentina, entre ellos Mons. Collazuol, presente en la Catedral de Salto. Comunicó también el saludo de los miembros de la Facultad de Teología de la Universidad Católica donde por más de 30 años Fernando fue Vicedecano de la Cátedra de Historia y Director de la Biblioteca. Saludó, asimismo, en nombre de todo el seminario San José de la Diócesis de Morón, donde Mons. Gil durante 30 años acompañó como director espiritual y profesor a “legiones” de cursos de seminaristas y sacerdotes.

Agradeció finalmente el ejemplo y testimonio de Mons. Gil de “amar siempre su Uruguay natal”. “Él ha sido fiel allí donde le tocó, pero siempre tenía su corazón charrúa muy grande, que le brotaba por los 4 costados , de ahí que no llamó la atención esta designación a su país”. El “quiso estar acá y de acá pasar de acá al cielo».

“Él nos está abriendo a los que iremos sucediéndolo el camino del Reino, ese Reino de justicia, de amor y de  paz y como buen cristiano, persona, sacerdote y obispo lo anunció a los pobres y a todos en su vida misionera. Algún día nos encontraremos contigo en un abrazo eterno y estaremos para siempre cara a cara con el Señor cantando sus maravillas. Gracias Pastor Fernando Gil”, concluyó.

Seguidamente tuvo lugar  la última recomendación y despedida del Pastor, que estuvo a cargo de Mons. Galimberti. Con la aspersión del difunto con agua bendita se recuerda su bautismo, que es la puerta a la fe y a la vida eterna en la que esperamos que ya esté junto al Señor. En ese momento se le pide a Dios que abra las puertas del paraíso para Mons. Gil , le regale la luz y la paz que no tienen fin, y consuele a quienes se encuentran afligidos ante su partida.

Con la entonación del Salve Regina y la bendición final del Cardenal Sturla culminó la Misa exequial.

Luego de dedicar un tiempo para despedir al Pastor en el interior de la Catedral, los presentes acompañaron el traslado del féretro hasta la carroza fúnebre con un cerrado aplauso.

Los restos de Mons. Gil descansan en el panteón de la Diócesis de Salto, en el Cementerio Central de la ciudad.

En el sepelio hizo uso de la palabra el sacerdote argentino Martín Serantes quien dijo: “Mi mejor título es amigo de Fernando hace 50 años. Compartimos 42 años como seminaristas y sacerdotes”.

“Soy un testigo privilegiado de la vida de Fernando y me siento muy honrado por eso. Los quiero, sin conocerlos”, aseguró.

Destacó que “como buen sobrino y ahijado de Daniel Gil”, jesuita, a Mons. Fernando le gustaba mucho el discernimiento espiritual: “Cada vez que debía tomar una opción en la vida discernía, oraba mucho, y se tomaba su tiempo. Y cuando sabía cuál era la voluntad de Dios decía ‘SI´ con toda la fuerza y la hacía con  fidelidad para siempre”, aseveró. “Él siempre dijo ‘SI, SI y SI’, y lo digo después de 42 años. En los últimos meses le dijo que sí a Dios cuando le tocó vivir una enfermedad inesperada y sorpresiva”.  “Es su voluntad así que SI, y para adelante”, y decía “todo esta bien, por qué se preocupan si estoy en la manos de Dios”. “Nunca perdió la paz espiritual”, recalcó. Por último destacó de entre las muchas cualidades de Mons. Fernando su bondad. “Gracias por amarlo tanto y por cómo nos sigue amando Mons. Fernando”, concluyó visiblemente emocionado al igual que los presentes.

El Obispo Malletti fue quien tuvo a su cargo la oración frente a la tumba, gesto que agradeció especialmente a los sacerdotes de la Diócesis y a Mons. Galimberti.

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