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Mons. Cotugno: “Cuando una persona cree en Jesucristo no puede callar esta experiencia”

By 03/05/2013mayo 10th, 2013No Comments

El pasado domingo 21 de abril, IV Domingo de Pascua (Buen Pastor), en la Catedral Metropolitana, el Arzobispo de Montevideo,Mons. Nicolás Cotugno, ordenó presbíteros a Daniel Araújo, Álvaro Rodríguez y Ricardo Villalba del clero secular, y ordenó diáconos a los salesianos Wilfrido Baez y Arnaldo Benítez, y al carmelita Cornelio Villalba.

En su homilía, Mons. Cotugno hizo referencia al llamado del Papa Francisco a que los pastores tengan olor a ovejas. “El Pastor tiene que estar con las ovejas, tiene que vivir con ellas, conocerlas”,  subrayó el Arzobispo de Montevideo.

“A pesar de que nosotros somos débiles, pecadores y limitados, se nos confía una tarea que nos desborda”, admitió Mons. Cotugno. “Es claro que solamente la presencia del Señor Resucitado puede explicar la fuerza y la alegría de la Iglesia, que los llevaba a no tener miedo de nada y hasta veían en las persecuciones y el martirio una oportunidad de parecerse a Jesús”, destacó.

“Esto es válido para todos los tiempos, y también para nosotros, porque cuando una persona cree realmente en Jesucristo, experimenta que El pasa a través de su propia persona y conoce la fuerza de la resurrección de tal modo que no puede callar esta experiencia”, afirmó Mons. Cotugno.

Texto de la Homilía del Arzobispo de Montevideo

«El Señor hoy se encuentra personalmente con cada uno de ustedes y establece una nueva relación. Les regala la participación en ese sacerdocio, que por ser común en cuanto entregado a todo el pueblo de Dios, necesita de algunos que representándolo a él, como cabeza del cuerpo, le puedan dar a toda la comunidad esa dimensión sacerdotal que le corresponde por la consagración bautismal.

Y Jesús nos dice hoy: ustedes tendrán que seguir siendo servidores, diáconos, como yo lo he sido, de cada hombre, de cada mujer, de toda la humanidad, entregando mi vida por ustedes. Y aun siendo personalmente Dios, asumí la naturaleza humana, que me dio la posibilidad de entregar mi vida para el bien de ustedes. Y lo hice no desde la prepotencia del poder, sino desde la humillación de quien se anonada.

Por eso nunca podremos olvidar que en la última cena se ciñó la túnica y les lavó los pies a sus discípulos.

Y ustedes queridos diáconos, nos recuerdan a nosotros, sobre todo a quienes el Señor nos entrega la unción de hacerlo personalmente presente como sumo y eterno sacerdote, para renovar el misterio de la eterna alianza, que eso hay que hacerlo siempre con el delantal puesto, y con el espíritu de quien lava los pies a los discípulos, tarea de esclavos, no de emperadores. Y cómo no entusiasmarnos al ver al Obispo de Roma, que consciente de todo eso, asume significativamente esta tarea y se ciñe con la estola de los diáconos para lavar los pies. ¡Cómo nos entusiasma al verlo como sucesor de Pedro, dándonos el ejemplo de cómo tenemos que servir al Pueblo de Dios!

Simplemente quiero tomar la palabra del evangelio: «Mis ovejas escuchan mi voz», y el Papa Francisco hoy habla del misterio de la voz, y dice que es fascinante. Pensemos que desde el vientre de nuestra madre aprendimos a reconocer su voz. Por el tono de una voz reconocemos el aprecio y el desprecio, la ternura y la frialdad… y la voz de Jesús es única.

Y esa voz es para cada uno de ustedes un llamado personal. Él nos guía en el camino de la vida, en la vida que va  más allá del abismo de la muerte. Ustedes le han respondido: aquí estoy Señor porque tú me has llamado.

El Papa, hoy a mediodía, comentando el Evangelio del Buen Pastor, dijo que en estos cuatro versículos está todo el mensaje de Jesús y es el núcleo central de su evangelio. Nos llama a participar de su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna.

¿Qué pasa con Jesús cuando resucita? Cuando vuelve al Padre, como hombre en su propio cuerpo transfigurado, resuena la voz: tú eres mi Hijo». Esa voz hoy resuena para ustedes de una forma particular.

Ya es un lugar común, en la expresión del Papa, que «los pastores tienen que tener olor a oveja». Quiere decir que el Pastor tiene que estar con las ovejas, tiene que vivir con ellas, conocerlas.

Así como el Buen Pastor va en busca de la oveja perdida, nosotros tenemos que ir por nuestros hermanos más alejados.

Cuando los primeros cristianos padecían por el nombre de Jesús salían alegres. ¿Dónde encontraban la fuerza y la alegría para dar testimonio en medio de brutales persecuciones? Los apóstoles eran personas simples, con muchas limitaciones. ¿De dónde vino la fuerza? Es claro que solamente la presencia del Señor resucitado y la presencia del Espíritu Santo pueden explicar este hecho.

A pesar de que nosotros somos débiles, pecadores y limitados, se nos confía una tarea que nos desborda. Pero es claro que solamente la presencia del Señor Resucitado puede explicar la fuerza y la alegría de la Iglesia, que los llevaba a no tener miedo de nada y hasta veían en las persecuciones y el martirio una oportunidad de parecerse a Jesús.

Esto es válido para todos los tiempos, y también para nosotros, porque cuando una persona cree realmente en Jesucristo, experimenta que él pasa a través de su propia persona y conoce la fuerza de la resurrección de tal modo que no puede callar esta experiencia.

¿Qué van a hacer ustedes cuando sean presbíteros? Cuando hablen, cuando administren los sacramentos, cuando prediquen, cuando consuelen, siempre será Él a través de ustedes, Cristo vivo a través de ustedes. Y agradecerán siempre haber sido considerados dignos de servir así a sus hermanos.

¡Y cómo no pensar en aquella mujer que a través del anuncio del ángel, dice que sí sin miedo para que Dios haga!

Queridos hermanos: sean dóciles como María para asemejarse cada vez más a Jesús y que el Señor resucitado, que los llena de su Espíritu, los empuje a entregarse al Pueblo de Dios con toda generosidad y alegría, y que sean felices gozando de la paz de Cristo cuando Él los considere dignos de padecer por su nombre y por la evangelización. Amén.

 Fuente: Quincenario «Entre Todos»  N° 303