En su reflexión para el II Domingo de Adviento, el Obispo de Tacuarembó, Mons. Julio Bonino, invita a practicar la virtud de la hospitalidad para celebrar una auténtica Navidad.
“Yo creo que una autèntica Navidad la puede celebrar el que hace un lugar para recibir al que llega a sus vidas”, expone el Pastor, aunque reconoce las dificultades que supone actualmente la inseguridad imperante: “En lugar de pensar en cómo hace para tener la puerta siempre abierta para decir bienvenido al que llega, estamos como obligados a pensar qué hacemos para asegurarnos que nadie entre”, señala.
En su reflexión, el Obispo anima a “hacer lugar al que llega, de vaciarnos de nuestras propias preocupaciones, haciendo lugar en medio de ellas para recibir al Señor que vuelve a golpear la puerta y nos dice si puede entrar a nuestras casas”.
MENSAJE DEL OBISPO II DOMINGO DE ADVIENTO
Domingo 07 de diciembre de 2014Y seguimos caminado hacia la fiesta de la Navidad que está en el horizonte próximo en nuestras vidas.
Y siempre está el asunto de que es lo que vamos a celebrar. Y pienso que la Navidad tendría que plantearnos a todos, un tema que es muy importante en la vida, el tema de la hospitalidad. Yo creo que una autentica Navidad la puede celebrar el que hace un lugar para recibir al que llega a sus vidas. Y de verdad en las culturas antiguas, la virtud de la hospitalidad, era verdaderamente algo como obligatorio de cultivar. En las casas antes había siempre un cuarto para huéspedes, un lugar para el que llegaba.
Hoy día, más bien que pensar en construir cuartos de huéspedes pensamos cómo hacer para financiar las rejas que impidan la violencia que tenemos entre nuestras casas. En lugar de pensar en cómo hace para tener la puerta siempre abierta para decir bienvenido al que llega, estamos como obligados a pensar que hacemos para asegurarnos que nadie entre.
Y de verdad hay casas que teniendo muy poco son profundamente hospitalarias.
Yo recuerdo acá en Tacuarembó, que teníamos que preparar la bienvenida en un fin de semana de 500 personas. Cuando reunía la gente para decirles que teníamos que hacer lugar para toda esa gente, algunos quisieron irse de la reunión, diciendo: “es imposible”. Y yo me animé a decir va a sobrar lugar. Y saben que sucedió eso. Teníamos más casas dispuestas a recibir a los peregrinos que llegaban a la reunión nacional que tenía lugar acá en Tacuarembó, que gente para llenar esos espacios. Pero saben una cosa donde había más espacios, los lugares donde se abrieron las puertas era los lugares más chicos, en los barrios alejados del centro de la ciudad.
Había más lugar que en las casas grandes, donde nadie se atrevía a decir que era muy poco lo que tenía para ofrecer. Por supuesto, lo que ofrecieron en muchos lugares no fue lo que le sobraba de espacio, sino compartir el espacio que tenían. Y pasados los años me encuentro con gente que estuvo acá y saben, no se acuerdan creo yo del tema que tratamos tanto como se acuerdan de la hospitalidad que en nuestro Tacuarembó se le brindó a quienes nos visitaban.
La Navidad es siempre revivir el relato de unos jovencitos esposos que cuando llega el momento de dar a luz a su hijo y golpean las puertas y encuentran que todo está lleno, que no hay lugar.
Un relato que sigue siendo una profecía de lo que va a pasar en esta Navidad, que el Señor Jesús va a golpear las puertas pidiendo hospitalidad en nuestras casas, que va ha haber muchos lugares, donde va a estar lleno, pero no de lugar para él sino para otras cosas que se compran.
Es muy caro para mí, una anécdota de un papá que me vino a decir que su señora estaba aparentemente embarazada de un nuevo hijo, y tenían solo una pieza para vivir y de verdad, no había espacio para que llegara alguien más. Y muy preocupados hicieron el relato de lo que estaban viviendo a su hijita de 3 años y medio o 4 y diciéndoles cuando estaban en la cama grande ellos sentados y en la cama chiquita la hija: “Vas a tener un hermanito”, pero con amargura, cuando vieron que la niña se sonreía, le dijeron: “Pero no tenemos lugar”. Y entonces sucedió que la niña se arrimó a la orillita de la cama y puso su mano en el lugar que dejaba vacío al recostarse a la orilla y les dijo: “Aquí hay lugar para mi hermanito”. Y esos papas sintieron que, del lugarcito que su hijita le hacía, nacía la esperanza de que iba a haber lugar para la que venía.
Que en esta Navidad nos preguntemos cómo somos para practicar la virtud de la hospitalidad, de hacer lugar al que llega, de vaciarnos de nuestras propias preocupaciones, haciendo lugar en medio de ellas para recibir al Señor que vuelve a golpear la puerta y nos dice si puede entrar a nuestras casas.
Que sea una Navidad auténtica la que vivamos.
Que Dios los bendiga los guarde de toda mal y hasta el domingo que viene.
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+Julio César Bonino
Obispo de Tacuarembó.