Skip to main content
Mons. Pablo GalimbertiNoticeu

«Las Dos T»: Columna de Mons. Pablo Galimberti

By 22/05/2014mayo 30th, 2014No Comments

 6930-galimberti

El martes pasado, 20 de mayo, se realizó la ya conocida “Marcha del Silencio”, que en la capital culminó en Plaza Libertad.

La consigna para este año fueron dos preguntas: “¿Dónde están? ¿Por qué el silencio?” “Dónde” y “por qué” son preguntas que flotan en las grietas del corazón, muchos días y horas de la vida.

En el caso de los familiares de “desaparecidos” las preguntas habitan en la memoria de muchos familiares. Algunos han preferido dar vuelta la página. Otras lo intentan. Otras esperan algo más. Aunque eso será poco para el vacío que los ha taladrado.

No pretendo volver a esos momentos dolorosos que merecen el mayor respeto. En esa marcha se interpela a los militares. Según ellos muy poco o nada puede añadirse.

Nunca está de más volver a escuchar la incisiva pregunta que desentierra el crimen de los repliegues de la conciencia homicida: “Caín, dónde está tu hermano?”. Interpelación que la Biblia pone en boca de Dios, defensor de la sangre, o sea, del derecho a la vida. “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”

Esa apelación resulta incómoda para la conciencia de Caín y de sus imitadores, los cainistas, que intentan el camino de la desvinculación y el olvido en sus diversas estrategias.

Ese cainismo, metido en nuestras venas, adopta actitudes analíticas de desapego y ensaya excusas o pretextos. Mecanismos de defensa, en suma, a través de los cuales pretende desentenderse y esconder las manos y la conciencia marcadas por sangre de un semejante: “¿Soy yo acaso, el guardián de mi hermano?”

Caín intentó zafar de esa punzante herida. Pero la memoria de aquel crimen era una sombra que siempre lo acompañaba. El temor escapaba de sus labios: “cualquiera que me encuentre, me matará”.

Pero Dios no es vengativo y da siempre chances de rehabilitación: “Y el Señor marcó a Caín, para que no lo matara quien lo encontrara.” Aquella marca simboliza la huella anímica y moral de nuestros crímenes. Afortunadamente pueden ser siempre perdonados, pero tenemos que reconocerlos.

¿A qué se debe el título extraño de esta columna? Quiero referirme al Memorial de los Desaparecidos, en cuya inauguración el 10 de diciembre del 2001 estuve presente. En el Parque Vaz Ferreira del Cerro de Montevideo, los dos arquitectos, un hombre y una mujer, han plasmado una obra de múltiples mensajes.

Retomo los dos significados que en aquel momento me despertó ese Memorial: Transparencia y Trascendencia. Las dos “T”.

Transparencia equivale a verdad. Así entendían los griegos este concepto, llamándolo “a-lezés”, es decir, lo “no cubierto”. Esos dos muros de vidrio transparente con los nombres de los desaparecidos, traducen el persistente anhelo de alumbrar la verdad y de encontrar luz en el silencio y la oscuridad. Irresistible anhelo exteriorizado en el comienzo del Tabaré, de Zorrilla de San Martín: “Levantaré la losa de una tumba; e internándome en ella, encenderé en el fondo el pensamiento, que alumbrará la soledad inmensa”.

La segunda “T” es como la invitación a lo que llamo “trascender” o salir de ese agujero oscuro, de un familiar arrancado de las manos de una hija, hijo, padre, madre o familiar cercano. Lo sugiere la altura donde está ubicado el Memorial, en la falda del cerro de Montevideo.

Hay veces que necesitamos subir y respirar aires nuevos. No para anestesiarnos sino para ensanchar el panorama. Una herida no se supera con la pregunta “por qué” sino con la otra: “para qué”. Para aprender que los odios matan, que hay ideas que siembran y legitiman crímenes. Que nadie está libre de reeditar los “asesinatos” fratricidas que el “Caín” agazapado en cada uno, pergeña y realiza con un arma o con guante blanco. Con acciones u omisiones, palabras o silencios. Que la vida es breve para vivirla odiado y que necesitamos un más allá donde habitará “un cielo nuevo y una tierra nueva”, como dice la Biblia.

El presente nos convoca a escribir cada día la historia aprendiendo del ayer. Como lo encontré escrito en el campo de concentración de Dachau: “aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.

Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti. publicada en el Diario «CAMBIO» del viernes 23 de mayo de 2014