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Cientos de católicos veneraron la reliquia de sangre de San Juan Pablo II

By 26/06/2015julio 4th, 2015No Comments
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Imagen de AGENCIA EFE

Una de los cinco reliquias de sangre de San Juan Pablo II estuvo en Uruguay y fue venerada por cientos de católicos durante esta semana, concitando la atención de los medios de comunicación nacionales e internacionales.

El martes 23, el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, presidió la Misa en la Catedral y en su homilía destacó que “esa sangre del Papa Juan Pablo bien nos puede recordar la sangre derramada por él en la plaza de San Pedro ese 13 de mayo de 1981, aniversario de las apariciones de Fátima y día en que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de la Virgen de Fátima”.

El Cardenal precisó que “venerar la reliquia de Juan Pablo II es en definitiva rendir culto al Dios Santísimo, que es al único que adoramos” pero a “nosotros pecadores, que necesitamos signos, cosas, personas” nos permitan recordar “la realidad última”. “Nadie nace santo, lo hace santo el bautismo que recibe, lo hace santo la gracia de Dios en un corazón disponible”, subrayó el Arzobispo de Montevideo, al tiempo que afirmó que ‘también nosotros, pobres pecadores, estamos llamados a ese culmen de la santidad” para ser para los demás “signos del amor de Dios y para disfrutar interiormente de esa presencia del Espíritu Santo cuyo don más visible es la alegría de corazón”.

HITOS DE UNA PEREGRINACION

El recorrido itinerante de esta reliquia comenzó el pasado año, de manos de  las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María (Sctjm), llegando a países como Estados Unidos, Canadá, México, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Puerto Rico, Panamá, Ecuador y Colombia.

Después de ser venerada cuatro días en Uruguay, la reliquia llegó a Argentina, y luego seguirá rumbo a Paraguay y Perú, como preámbulo de la visita del Papa Francisco.

El lunes 22, la reliquia llegó al Seminario Interdiocesano Cristo Rey, donde fue recibida por el Obispo Auxiliar de Montevideo y Rector del Seminario, Mons. Milton Tróccoli, el formador Pbro. Luis Eduardo González y los seminaristas.

En esa oportunidad, entrevistada por la Agencia EFE, la hermana Ana Laura, una de las encargadas de la custodia de la pieza en Uruguay, indicó que el relicario tiene forma de Evangelio y tiene incrustada una ampolla que contiene sangre de San Juan Pablo II, fallecido en 2005, la cual se extrajo en sus últimos días de vida.

La religiosa de  Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María (Sctjm) explicó que la forma del relicario “representa lo que pasó en el momento de las exequias de San Juan Pablo II (…) cuando estaba el féretro colocado en el piso (…) y cuando estaba el evangeliario cerrado bien puesto, sopla una brisa y se empiezan a abrir las hojas hasta que llega un momento en el que se cierra”. “Es ver cómo en la vida de San Juan Pablo II se escribió el evangelio”, agregó.

La Hermana también destacó que en total existen cinco reliquias de sangre del que fuera papa entre 1978 y 2005, de las cuales, una se encuentra en la española Catedral de la Almudena de Madrid y otra en la ciudad polaca de Cracovia, cerca del pueblo natal del antiguo pontífice.

La reliquia de sangre de San Juan Pablo II, quien visitó Uruguay oficialmente como Papa en dos ocasiones (1987 y 1988), se considera “de primer grado”, aquellas que tiene que ver con el cuerpo físico del santo.

Del mismo modo, existen reliquias de segundo nivel, que son aquellos elementos que el santo utilizó en vida y que fueron elementos de devoción y también existen las de tercer nivel, que son aquellas que han tocado reliquias de primer orden o que han tocado al santo.

El martes 23 la reliquia fue expuesta para su veneración en la Catedral Metropolitana donde se oficiaron dos Misas a las 12 y 17 hs.  La Misa del mediodía fue presidida por el Cardenal Sturla quien, en su homilía,  tras recordar los tramos medulares de la vida del Santo, invitó, haciéndose eco de las palabras del Papa Juan Pablo II, a “no tener miedo, abrir de par en par las puertas a Cristo, la puerta de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra sociedad… “. “Cristo es el redentor, en Cristo, Dios nos ama infinitamente y nos manifiesta su misericordia” , afirmó el Arzobispo y recordó que en el pontificado del Papa Juan Pablo II la Misericordia de Dios fue un elemento central.

Al finalizar esa primera jornada de veneración pública de la reliquia,  el Párroco de la Catedral, Pbro. Juan González, comentó a La República que “las misas estuvieron repletas y durante todo el día hubo largas fieles de personas que querían ver la reliquia. Hubo decenas de muestras de devoción, de las cuales muchas fueron de parte de gente y sacerdotes del interior”.

El miércoles 24, la reliquia fue venerada en el Santuario del Señor Resucitado (Tres Cruces)  y el jueves 25 fue venerado en el Convento del Monasterio de las Carmelitas Descalzas del Prado.

CUSTODIAS DE LA RELIQUIA

A las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María les fue encomendada la reliquia por el postulador de la causa de canonización del Papa Juan Pablo II, Mons. Slawomir Oder, para custodiarla durante su peregrinación por el mundo.

El Instituto Religioso Diocesano al que pertenecen estas Hermanas fue fundado en 1990 en la arquidiócesis de Miami, Florida, Estados Unidos, por la Madre Adela Galindo. Tiene como carisma espiritual el “ser viva imagen y presencia del Corazón, Persona y Misión de María en el corazón de la Iglesia”, y además disponer del genio femenino y el carisma Mariano al servicio Petrino, “lo que significa poner el amor de María al servicio del Papa”.

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TEXTO DE LA HOMILIA DEL CARDENAL DANIEL STURLA

Cuando recién incensaba, antes de comenzar la santa Misa, la reliquia de la sangre del Papa San Juan Pablo II, recordé cuando en 1987 en su primera visita al Uruguay, me tocó como Diácono recién ordenado acompañar al Santo Padre en la celebración de la Misa en Tres Cruces y también me tocó incensarlo. Y en ese momento pensé “qué bueno… Cristo presente en la Eucaristía que estábamos celebrando, Cristo presente en su Vicario, en el Papa”.

Lo que uno inciensa es al Sacerdote, al Altar, a la Eucaristía, al pueblo de Dios, pero en definitiva toda veneración, todo culto es a Dios mismo, Trinidad Santísima, que a través de distintos elementos o personas nos manifiesta su presencia.

Venerar la reliquia de Juan Pablo II es en definitiva rendir culto al Dios Santísimo, que es al único que adoramos pero que nos permite a, nosotros pecadores, que necesitamos signos, cosas, personas recordar la realidad última. Y entre los elementos de la vida cristiana que más nos ayudan, a mí personalmente me ayuda muchísimo, es la vida de los Santos. Porque a través de ellos uno dice esta persona vivió, tuvo fe, vivió el amor profundamente, supo ser un signo de la presencia del Espíritu Santo en el mundo, ¡Señor, qué testimonio de vida! Porque nadie nace santo, lo hace santo el bautismo que recibe, lo hace santo la gracia de Dios en un corazón disponible.

Entonces también nosotros, pobres pecadores, estamos llamados a ese culmen de la santidad.  No para que nos veneren o nuestras reliquias sean después trasladadas de un lugar a otro, sino ser para los demás signos del amor de Dios y para disfrutar interiormente de esa presencia del Espíritu Santo cuyo don más visible es la alegría de corazón.

Escuchábamos esta lectura del Evangelio que termina con el “tú sígueme”. Fue la misma lectura que el día de la muerte de Juan Pablo II, el día del funeral de Juan Pablo II, se escuchó mientras las páginas del Evangelio que estaba puesto sobre su féretro el viento las iba moviendo. Esta reliquia puesta allí, en esa especie de libro abierto, nos recuerda ese Evangelio que estaba sobre el féretro del Papa y cuyas páginas se fueron moviendo hasta que se cerró.

Y esa sangre del Papa Juan Pablo bien que nos puede recordar la sangre derramada por él en la plaza de San Pedro ese 13 de mayo de 1981, aniversario de las apariciones de Fátima y día en que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de la Virgen de Fátima. Recordemos que el Papa Juan Pablo siempre pensó que la Virgen lo había salvado. Y la bala que se encontró, una de las balas que lo atravesaron, fue regalada por él después al Santuario de la Virgen de Fátima en Portugal y engarzada en la corona de la Virgen Santísima bajo la advocación de Fátima.

 Pero, obviamente más allá de este hecho, que sin duda conmovió a todos los cristianos y al mundo entero, está toda la vida de este Juan Pablo II, Karol Wojtyla.

Desde que nació, el 20 de mayo de 1920, en la ciudad de Wadowice, en Polonia, cerca de Cracovia, en una familia polaca de clase media, con su papá que había sido oficial del Ejército,  su mamá dedicada a las labores de la casa, con un hermano bastante mayor que él y que había estudiado medicina; y cómo en esta familia va a vivir distintas vicisitudes dolorosas pero que las supieron vivir con profunda fe, confianza en Dios, amor a Jesucristo y devoción íntima y cordial a la santísima Virgen.

Cuando Juan Pablo tiene 9 años fallece su mamá y esto en la vida de un niño a esa edad, vaya si es una tragedia. Y años después va a morir su hermano médico en una epidemia de escarlatina que sucedió en Cracovia.

Este niño, Karol, queda viviendo con su padre y en el año 38 va a vivir, desde su ciudad natal, a Cracovia, la gran ciudad universitaria, una ciudad con una tradición cultural muy fuerte y allí estudia Filología polaca. El amor a su lengua natal, a la literatura de su pueblo y al mismo tiempo que actúa (porque era un gran actor,) es en esa situación donde se desata la tragedia más grande que ha vivido la humanidad, la Segunda Guerra Mundial.

Y donde el comienzo de la guerra, 1º de setiembre de 1939, es precisamente la invasión a Polonia, invasión de la Alemania nazi, invasión de la Unión Soviética de Stalin, que se reparten Polonia como se había hecho en otras oportunidades de la historia.

Allí, padre e hijo viven esta situación de dolor, de angustia y sabemos que este joven, Karol, va a comenzar a trabajar en una fábrica, luego en una mina y allí, uno de esos días en el año 40, cuando entra en el apartamento sencillo, pobre, donde vivía con su padre, encuentra a su padre muerto. A los 20 años se queda sin familia directa propia.

Allí vivió en medio de la guerra, de tanto sufrimiento, de la muerte en los campos de concentración de tantos de sus compatriotas, de tradición, de raza del pueblo judío y de tantos otros sacerdotes como el conventual Maximiliano Kolbe, hoy San Maximiliano, que murió también en un campo de concentración dando su vida por un sargento judío que había sido condenado a muerte en otro grupo condenado al bunker de la muerte en un sótano del campo de concentración.

Es en esta circunstancia en que el joven Karol, que participaba de la parroquia salesiana de San Estanislao de Kostka, conoce a un laico, que era un hombre místico, que leía muchísimo a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz, los grandes Santos místicos españoles del siglo de oro; y que creaba grupos de jóvenes, donde estos grupos juveniles vivían fuertemente, en medio de la opresión de la guerra la fe, la pasión por el Señor, la devoción a la Virgen.  Y mientras trataba de sostener, junto con otros compañeros jóvenes el espíritu polaco a través de teatro clandestino, participaba en estos rosarios vivientes que este sastre, Jean Tiranosky, formaba en esa parroquia salesiana. Y es allí donde experimenta el don de la vocación, de la vocación sacerdotal para la cual comienza a participar en el seminario clandestino, ya que no podían tener seminario en ese momento.

Y el Cardenal Arzobispo de Cracovia que lo conoce, ya lo había visto una vez siendo niño en su ciudad natal, cuando cambia la situación en la guerra lo convoca en el mismo palacio arzobispal para, junto con otros seminaristas, formarse, terminar su formación como futuro sacerdote.

Karol Wojtyla es ordenado el 1º de noviembre del 46 en Cracovia. Al día siguiente, 2 de noviembre, según la tradición que en ese momento existía en la Iglesia, que el sacerdote celebraba 3 misas el día de los difuntos, celebra sus  primeras 3 misas pidiendo por sus padres y por su hermano.

Enviado a Roma estudia en el Angelicum de los dominicos y allí se prepara. Al mismo tiempo conoce otras realidades de Iglesia, mientas que su patria pasaba del dominio nazi al dominio comunista muy guiado de cerca por la Rusia soviética de Stalin. Allí desarrolla su apostolado sacerdotal al regresar a Polonia  y luego es hecho Obispo Auxiliar de Cracovia en el año 58. Y en el año 62, año del comienzo del Concilio Vaticano II, es nombrado joven, Arzobispo de Cracovia. Participa del Concilio y ya siendo Arzobispo, luego nombrado Cardenal por el Papa Pablo VI, conocido en su Polonia natal y en muchas partes del mundo donde es enviado o es invitado para conocer.

El Papa Pablo VI lo invita a predicar los ejercicios espirituales en el Vaticano y eso hace que la publicación de sus ejercicios lo hace también conocido por otras personas. Es así cuando en el año 78 muere Pablo VI y es elegido Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, que fallece a los 33 días de pontificado. El 16 de octubre del 78 este Karol Wojtyla es elegido Papa para sorpresa del todo el mundo, porque hacía más de 500 años que todos los Papas eran nacidos en Italia. Primer Papa no italiano en 500 años, desde Adriano VI a Juan Pablo II, Karol Wojtyla.

Sorpresa para todo el mundo, y sobre todo sorpresa y susto para su patria Polonia, donde el gobierno duda qué hacer frente a este compatriota, que de algún modo significaba por el hecho de su cristianismo, de su liderazgo, un potencial peligro para el régimen totalitario que gobernaba su patria.

Comienza el pontificado de Juan Pablo II con las palabras que allí están junto a su reliquia: “No tengan miedo”. No tengan miedo, la homilía del comienzo de su pontificado, el 22 de octubre del 78 en la Plaza de San Pedro, tiene la fuerza de este anuncio: No tengan miedo, abran de par en par las puertas a Cristo.

Y esto es lo que la iglesia experimentó fuertemente, que había que abrir las puertas a Cristo, redentor del hombre, como lo llamó en su primera encíclica, Cristo redentor del hombre hace que todo pueda temblar menos el cristiano que se adhiere a Él, que cree en Él. Entonces, no tengan miedo. Y este mensaje hoy nos puede llegar a nosotros de Juan Pablo II, Papa y Santo. No tener miedo, abrir de par en par las puertas a Cristo, la puerta de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra sociedad… abrirlas. Cristo es el redentor, en Cristo, Dios nos ama infinitamente y nos manifiesta su misericordia.

Elemento central también del pontificado del Papa, la Misericordia de Dios, su segunda Encíclica,  Dives in Misericordia. Y así este Papa, electo a los 58 años de vida, va a estar 27 años guiando a la Iglesia.

Todos lo vimos cómo fue envejeciendo hasta llegar los últimos 5 años, en que su rostro se había paralizado por la enfermedad, en que ya no podía caminar y al final ya casi ni hablar. Y sin embargo, supo y pudo con la gracia de Dios, guiar a la Iglesia hasta el fin.

Encíclicas, documentos, los viajes a través de los cuales recorrió todo el mundo, pocos lugares quedaron sin ser visitados por Juan Pablo. Algunos que llevaba en su corazón y no pudo visitar como la antigua Unión Soviética, que durante su pontificado vive esa Glasnost y esa Perestroika, esa reestructura y esa trasparencia que hacen que se derrumbe ese Imperio, que termine la Guerra Fría y que surjan una cantidad de países dónde antes era la Unión Soviética.

El Papa podrá visitar varios de estos países pero no Rusia. Tampoco pudo visitar China, que era otro de sus anhelos. Pero sí tantos países de América, África, Asia, Europa, algunos varias veces. Y nosotros tuvimos la alegría en esta misma Catedral de recibirlo, de rezar junto a él, al igual que en la Cruz de Tres Cruces, en el estadio Centenario, en la Universidad Católica, en Florida, en Salto. En Florida fueron las ordenaciones, entre los 13 ordenados por el Papa está Monseñor Milton Tróccoli, Obispo Auxiliar de Montevideo, Monseñor Arturo Fajardo, Obispo de San José.

Cuántas cosas habría para poder seguir hablando de este gran Papa que Dios dio a la Iglesia. Pero quiero terminar solamente evocando uno de los elementos esenciales de su espiritualidad, que fue su devoción  a la Virgen Santísima. La aprendió desde niño, de su padre y de su madre. Iban a los distintos santuarios y sobre todo al Santuario de la Reina de Polonia, la Virgen de Czestochowa, cuyo Santuario es un lugar central para la nación polaca como signo de unidad nacional y libertad.

Juan Pablo II leyó en la época de la guerra, y el mismo dice que tenía su librito manchado por el polvo de la mina donde trabajaba, el tratado de la verdadera devoción de San Luis María Grignon de Montfort. Y en este pequeño librito el Papa aprendió esa devoción a la Virgen, que se hace entrega total a María.

Esa frase la puso como lema de su sacerdocio, de su episcopado y de su pontificado, todo tuyo, todo tuyo María. Y la vivió y repitió en todos los lugares donde anduvo, sobre todo recordemos, cuando después del atentado en la Plaza de San Pedro le dice a la Virgen en su primer mensaje, nuevamente María Santísima te digo totus tuus ego sum, todo tuyo yo soy.  Y sin duda estas palabras lo acompañaron a lo largo de toda su vida y en su pontificado.

También aquí el Papa Juan Pablo encomendó nuestro Uruguay a la Virgen de los Treinta y Tres. Esta imagencita de la Patria, que de algún modo, nos aúna como católicos pero también como uruguayos. Porque fue frente a esta imagen, ligada a nuestra historia, frente a la cual el primer gobierno patrio de Florida presentó la bandera, en ese momento la bandera de los Treinta y Tres, que era la bandera de nuestra nación.

Entonces, cuántas cosas nos unen con este Papa y como entonces también podemos aprender de él esta devoción a María que no hace más que llevarnos a Jesús. Y podemos tener esta confianza filial en la Virgen Santísima y considerarnos también hijos, servidores de María. Todo tuyo María.

Agradecemos al Señor la presencia de esta reliquia insigne entre nosotros, sin duda todos tendremos nuestras súplicas que pedirle a Dios y a la Santísima Virgen  por la intercesión de San Juan Pablo II. Que lo podamos hacer en esta santa Misa, venerando esta reliquia y experimentando desde el fondo de nuestro corazón de creyentes nuestra unión a través del Papa Juan Pablo con Dios, nuestro Señor.

Texto en base a EFE