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El Nuncio Apostólico visitó las ciudades de Mercedes y Colonia

By 29/11/2019No Comments

Mons. Carlos Collazzi, Mons. Martin Krebs y Pbro. Carlos Quesada

 

El Nuncio Apostólico en Uruguay, Mons. Martin Krebs, visitó la Diócesis de Mercedes el martes 26 y el miércoles 27 de noviembre.

El representante del Papa en nuestro país fue recibido el martes, en Mercedes, por el Obispo Diocesano, Mons. Carlos Collazzi, y juntos recorrieron las cuatro Parroquias de la ciudad, el Colegio San Miguel y la Iglesia de María Auxiliadora. En la tardecita, Mons. Krebs presidió la Misa en la Catedral, concelebrada por el Obispo y el Párroco, Pbro. Germán Celio. El miércoles presidió la Misa en la Basílica del Santísimo Sacramento concelebrada por el Obispo y el Párroco, Pbro. Carlos Quesada. La comunidad parroquial le entregó al Nuncio Apostólico como obsequio un cuadro de la Basílica pintado al óleo por Carlos Hernández. Luego visitó la ciudad.

En su homilía en la Eucaristía celebrada en la Catedral de Mercedes Mons. Krebs animó a los integrantes de la comunidad a superar el miedo, a “creer en la vida”, y a comprometerse con la misma. Concretamente los invitó a contribuir a la protección del medio ambiente y a  no permanecer “ciegos a las necesidades de las personas con las que convivimos”.

Al inicio de su homilía Mons. Krebs expresó a la comunidad que su presencia esa noche es una “una señal» de que el Papa Francisco “está cerca de ustedes en oración y pensamiento, y que comparte sus alegrías y tristezas”.

Mons. Krebs señaló que el Evangelio de Juan proclamado “invita a continuar viviendo la sorprendente alegría de la fiesta de Cristo Rey”. “Sabemos que este rey es diferente de los reyes y presidentes de este mundo. Por lo tanto, la imagen donde más a menudo lo vemos no muestra un trono real dorado o un palacio de gobierno, sino una cruel escena de ejecución: la cruz”, puntualizó el Nuncio Apostólico. En este sentido, resaltó que “aunque a menudo no le prestamos la atención debida, la cruz sigue siendo una imagen de la destrucción deliberada de una vida llena de esperanza” pero “para nosotros, los cristianos (…) representa el inicio de un gozo asombrado, en medio del luto por la muerte de Jesús”. “Su amor era más fuerte que la muerte; por eso, fue levantado de entre los muertos. Con su amor sin límites, Jesús mismo superó la muerte. Con su muerte y resurrección, se convirtió en Señor `sobre todas los fuerzas y potestades´”, enfatizó.

“Cuando miramos la cruz, entendemos que Él más bien quiere animarnos a creer en la vida. Él deja claro que hay algo más importante y mejor que el templo, que, aunque simbolizaba la presencia de Dios en su pueblo, en definitiva, era solo un edificio de piedra. Pero Jesús asegura que Dios está al lado de su pueblo, aunque el templo sea destruido algún día. Y también promete: Dios está junto a cada uno de nosotros, aunque nuestro cuerpo muera un día”, expresó Mons. Krebs.

El Nuncio Apostólico reconoció que “no siempre resulta fácil para nosotros creer esto y vivir en consecuencia”. El representante del Papa en Uruguay aludió, en este sentido,  al panorama desalentador que plantea “la destrucción a gran escala” de la naturaleza y se refirió al anuncio que el Papa Francisco realizó después del Sínodo Amazónico de que el catecismo de la Iglesia “hablará pronto de los pecados contra el medio ambiente, para inducir a las personas al arrepentimiento”. Subrayó que también “la destrucción de nuestra cohesión social continúa sin obstáculos en muchos lugares” y comentó que el Papa en su viaje a Japón “ha vuelto a acusar en los últimos días que el comercio internacional de armas, e incluso la amenaza que representan las armas nucleares para el mundo, siguen creciendo”. “Por eso, ya ha calificado de inmoral la posesión, y no solo el uso de armas nucleares”, precisó.

Mons. Krebs explicó que “la desolación no se limita al plano internacional: también en nuestro entorno inmediato podemos ver cómo ciertos mecanismos de la economía llevan a mucha gente a una dependencia sin esperanza”  y a veces, “nosotros mismos profundizamos las grietas de nuestro pequeño mundo, cuando vivimos ciegos a las necesidades de las personas con las que convivimos”.

No obstante, animó a no caer en el miedo y señaló que  “hay muchas realidades y eventos que nos animan a creer en la vida y a comprometernos con ella”.

“Una mirada a la naturaleza nos ayuda a creer en el poder de la vida, especialmente en el verano, que finalmente está llegando”, dijo Mons. Krebs al tiempo que invitó a los presentes a “contribuir a la protección del medio ambiente, en pequeños o grandes proyectos”. El representante del Papa instó, asimismo, a pensar en aquellas personas del entorno “que ayudan a los desfavorecidos, que defienden la justicia y que tienen un talento especial como pacificadores” y emular sus acciones solidarias. En su prédica, Mons. Krebs trajo a colación el ejemplo de San Juan Bosco, fundador de la Congregación a la que pertenece Mons. Carlos Collazzi. “Cuando alguien en mi país de origen, la Alemania, habla de Don Bosco, inmediatamente piensa en una frase que se le atribuye: `Ser feliz, hacer el bien y dejar cantar los pájaros´. Esta frase no solo nos pone de buen humor, sino que también nos ayuda a comprometernos en la vida, con nuestra fe en el Señor Resucitado”, acotó.

Mons. Krebs en la Catedral de Mercedes.

Al finalizar su homilía Mons. Krebs citó un pasaje de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium ( 275, 276) en la que el Papa Francisco expresa: “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda. Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Esa es la fuerza de la resurrección, y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo”.

 

TEXTO DE LA HOMILÍA DE MONS. MARTIN KREBS EN LA CATEDRAL DE MERCEDES

Martes 26 de noviembre de 2019

 

Estimado Monseñor Collazzi, queridos hermanos en el sacerdocio y en el diaconado, queridos religiosos, hermanos y hermanas en la fe:

Estoy muy contento de celebrar la Santa Misa con ustedes esta noche. El Papa Francisco estaría encantado de estar con nosotros hoy. Pero, como eso no es posible, me envió a representarlo. Mi presencia aquí puede ser una señal de que él está cerca de ustedes en oración y pensamiento, y que comparte sus alegrías y tristezas.

Anteayer celebramos la fiesta de Cristo Rey, una fiesta sumamente significativa. Confesamos que Cristo es nuestro Rey, que nos guía y cuida. Por otro lado, sabemos que este rey es diferente de los reyes y presidentes de este mundo. Por lo tanto, la imagen donde más a menudo lo vemos no muestra un trono real dorado o un palacio de gobierno, sino una cruel escena de ejecución: la cruz. Aunque a menudo no le prestamos la atención debida, la cruz sigue siendo una imagen de la destrucción deliberada de una vida llena de esperanza. Para nosotros, los cristianos, sin embargo, ella representa el inicio de un gozo asombrado, en medio del luto por la muerte de Jesús. Su amor era más fuerte que la muerte; por eso, fue levantado de entre los muertos. Con su amor sin límites, Jesús mismo superó la muerte. Con su muerte y resurrección, se convirtió en Señor «sobre todas los fuerzas y potestades».

El Evangelio de hoy nos invita a continuar viviendo la sorprendente alegría de la fiesta de Cristo Rey. En el Evangelio de Juan, leemos que Jesús comparó la destrucción de su cuerpo en la cruz con la destrucción del Templo de Jerusalén. Él dijo: «Destruyan este templo, y en tres días lo reedificaré. Entonces los judíos dijeron: ¿En cuarenta y seis años fue edificado este templo, y tú lo levantarás en tres días? Pero Él hablaba del templo de su cuerpo”. En el Evangelio de hoy, también leemos acerca de la destrucción del templo: “Algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas. Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”.

Podemos estar seguros de que Jesús no está hablando de la destrucción del templo para sembrar el miedo. Cuando miramos la cruz, entendemos que Él más bien quiere animarnos a creer en la vida. Él deja claro que hay algo más importante y mejor que el templo, que, aunque simbolizaba la presencia de Dios en su pueblo, en definitiva, era solo un edificio de piedra. Pero Jesús asegura que Dios está al lado de su pueblo, aunque el templo sea destruido algún día. Y también promete: Dios está junto a cada uno de nosotros, aunque nuestro cuerpo muera un día.

No siempre resulta fácil para nosotros creer esto y vivir en consecuencia. Porque también experimentamos la destrucción a gran escala, y esto puede producirnos mucho temor. Poco a poco nos vamos dando cuenta de lo profundamente que el hombre ya ha destruido la naturaleza, y de que esta acción devastadora continúa sin obstáculos. Este no es un cuadro alentador. Después del Sínodo Amazónico, el Papa Francisco anunció que el catecismo de la Iglesia hablará pronto de los pecados contra el medio ambiente, para inducir a las personas al arrepentimiento. Pero también la destrucción de nuestra cohesión social continúa sin obstáculos en muchos lugares. En su viaje a Japón, el Papa ha vuelto a acusar en los últimos días de que el comercio internacional de armas, e incluso la amenaza que representan las armas nucleares para el mundo, siguen creciendo. Por eso, ya ha calificado de inmoral la posesión, y no solo el uso de armas nucleares. Pero la desolación no se limita al plano internacional: también en nuestro entorno inmediato podemos ver cómo ciertos mecanismos de la economía llevan a mucha gente a una dependencia sin esperanza. En los últimos días, el Papa Francisco ha hablado incluso de «crimen organizado», en este contexto. Y a veces, incluso nosotros mismos profundizamos las grietas de nuestro pequeño mundo, cuando vivimos ciegos a las necesidades de las personas con las que convivimos.

Pero Jesús nos anima a no caer en el miedo. Dice en el Evangelio: «Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». ¿Cómo podemos aprender a mantener la calma y servir a la vida, sin sentirnos desanimados por toda la destrucción en la que a veces nosotros mismos participamos?

Hay muchas realidades y eventos que nos animan a creer en la vida y a comprometernos con ella. Incluso una mirada a la naturaleza nos ayuda a creer en el poder de la vida, especialmente en el verano, que finalmente está llegando. Esto nos ayuda a proteger la naturaleza de la destrucción. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de contribuir a la protección del medio ambiente, en pequeños o grandes proyectos. Además, hay personas en nuestro entorno que ayudan a los desfavorecidos, que defienden la justicia y que tienen un talento especial como pacificadores. He visto muchos de ellos durante mi visita hoy. ¿Pueden pensar en alguien? ¿Pueden hacer algo similar o participar en alguna acción en favor de la justicia y de la paz? Para cumplir esta tarea, siempre tenemos algún santo que puede servirnos de ejemplo. Mons. Collazzi y sus hermanos salesianos tienen, ciertamente, como modelo a San Juan Bosco, fundador de su Congregación. Cuando alguien en mi país de origen, la Alemania, habla de Don Bosco, inmediatamente piensa en una frase que se le atribuye: «Ser feliz, hacer el bien y dejar cantar los pájaros». Esta frase no solo nos pone de buen humor, sino que también nos ayuda a comprometernos en la vida, con nuestra fe en el Señor Resucitado.

Para concluir, escuchemos una palabra del Papa Francisco, que escribe en este contexto: “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda. Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Esa es la fuerza de la resurrección, y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo”. (Evangelii Gaudium 275, 276).

Hermanos y hermanas, así que ¡trabajemos juntos, con el Resucitado, para la vida! Amén.