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Diócesis de Canelones: Adolescentes y adultos recibieron el Bautismo, la Confirmación y la Comunión en Vigilia Pascual

By 09/04/2015abril 24th, 2015No Comments

confirmacion

El  Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti celebró la Vigilia Pascual y la Misa de Resurrección en la Iglesia Catedral Nuestra Señora de Guadalupe. Luego de la liturgia de la luz y la vigilia de lecturas, un grupo de niños, adolescentes  y adultos recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Otros adultos fueron también Confirmados y participaron de la Sagrada Comunión. Toda la comunidad renovó las promesas del Bautismo y participó de la Eucaristía.

En su homilía, el Pastor destacó que “estos sacramentos, son la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en su santa Iglesia. Por eso, se dan una vez para siempre” y recordó que “a nosotros nos toca ser fieles a ellos, llevando una vida santa, porque nuestra vocación es la santidad”.

El Obispo llamó, asimismo, a “llevar por todas partes el buen olor de Cristo. Tenemos que hablar de Él, tenemos que anunciarlo de palabra y de obra a todos los que nos rodean”.

“Nosotros, mis hermanos, estamos dentro de esa historia de salvación. La historia que importa no es la noticia de cada partido de fútbol, de cada campeonato, o de que hacen los ricos y famosos. Por Cristo muerto y resucitado, nosotros entramos y vivimos en la historia que Dios quiere tejer con nosotros y que culmina en el paraíso, en la vida eterna”, enfatizó Mons. Sanguinetti.

“Ha resucitado. No sólo volvió a la vida, sino que pasó a la vida inmortal, recibe la gloria de Dios en la carne. Entró en el santuario del cielo, se sentó a la derecha del Padre y es nuestro permanente intercesor, nuestro Salvador, el que vive y reina. El que nos da la vida inmortal”, subrayó el Obispo de Canelones.

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Homilía en la Vigilia y Pascual y Misa de Pascua de Resurrección
4/5 de abril de 2015.

Sea alabado Jesucristo r./. sea por siempre bendito y alabado.
Hoy especialmente en que contemplamos su triunfo y su realidad definitiva.
El Verbo Creador, Hijo Eterno del Eterno Padre, que por nosotros y por nuestra salvación bajo del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hombre.
El que por nuestra causa fue crucificado, el que se entregó porque nos amó hasta el fin:
Ha resucitado. No sólo volvió a la vida, sino que pasó a la vida inmortal, recibe la gloria de Dios en la carne. Entró en el santuario del cielo, se sentó a la derecha del Padre y es nuestro permanente intercesor, nuestro Salvador, el que vive y reina. El que nos da la vida inmortal.
a lo hemos escuchado proclamado en las Sagradas Escrituras.
a. Lo contemplamos en la luz del cirio pascual: como luz, que destruye las tinieblas del pecado y de la muerte e ilumina esta noche santa.
b. lo contemplamos en su santa imagen: Señor y Rey vencedor, Sacerdote y Cordero que nos salva, nos santifica, glorioso en su trono.

Por ello, antes que nada, confesamos la realidad. No se trata de una imaginación, no son efectos especiales. No Cristo vive, reina y actúa.
Por eso, los invito a que dialoguemos con el diálogo de la fe.
Yo proclamo: ¡Cristo resucitó!
Y ustedes me contestan: ¡en verdad resucitó!

¡CRISTO RESUCITÓ!
¡EN VERDAD RESUCITÓ!

1. y porque está glorioso en los cielos, es que se hace presente, obra en medio de nosotros, nos hace participar de su victoria, nos da el perdón de los pecados, nos hace hijos de Dios, derrama el Espíritu Santo, nos da la vida que proviene del Padre y nos conduce al Padre.
2. Toda la existencia y la historia tiene sentido porque Cristo resucitó. Si no habría salvación, sería un juego que termina en la muerte
3. La creación fue hecha por Dios, por la Santísima Trinidad, por el Padre Creador del cielo y de la tierra, por el Hijo por quien todo fue hecho, por el Espíritu Santo Señor y dador de vida. Y en toda la creación está la presencia de Cristo, por El fueron creadas todas las cosas y todo se mantiene en él.
4. Adán fue creado a imagen de Cristo, y para ser salvado por él y por él conducido a la gloria del Padre.
5. en el sacrificio de Abrahán estaba figurado que el Padre entregaría a su Hijo Unigénito en nombre de todos nosotros para realizar una Alianza Eterna.
6. en el cordero de la antigua pascua se figuraba a Cristo el cordero pascual, y el pasaje del Mar Rojo anunciaba el sacramento del bautismo,
7. las promesas de Dios por los profetas anunciaban una alianza nueva, con el don del Espíritu Santo, una salvación por medio de su Mesías.
Nosotros, mis hermanos, estamos dentro de esa historia de salvación. La historia que importa no es la noticia de cada partido de fútbol, de cada campeonato, o de que hacen los ricos y famosos. Por Cristo muerto y resucitado, nosotros entramos y vivimos en la historia que Dios quiere tejer con nosotros y que culmina en el paraíso, en la vida eterna.
Afirmemos nuestra voluntad de dejar que Cristo viva en nosotros y nosotros en Él.

¡CRISTO RESUCITÓ!
¡EN VERDAD RESUCITÓ!
Cristo que se ofreció en la cruz y se ofrece en los cielos, obra por su Iglesia, proclamando la fe y por los sacramentos.

I. El bautismo, mis hermanos, no consiste en buscar una limpieza exterior, sino en que el Padre nos una a Cristo y por el Espíritu Santo, muramos y resucitemos con Cristo. Lo hemos oído de boca de San Pablo: “¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rom. 6,3-4).
En el bautismo nacemos a una vida nueva, de hijos de Dios, por el agua y el Espíritu Santo.
Esa vida que se debe realizar en la oración de hijos, en el cumplimiento de los mandamientos, como vida propia de hijos de Dios, imitadores de Cristo.
II. En la confirmación Dios nos sella, nos marca, con el don del Espíritu Santo, para que seamos consagrados para el Padre, y para que vivamos para Dios, no para el mundo, y seamos herederos del cielo. Para que amemos a Dios y nos ofrezcamos Él. Al recibir la unción con el Santo Crisma, somos ungidos con el perfume del Espíritu Santo, para en Cristo, en la Iglesia, ser reyes, sacerdotes, profetas, para vivir del don del Espíritu, como ciudadanos del cielo. También dice el apóstol: “ustedes fueron sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de la gloria de Dios Padre (cfr. Ef.1,13-14).
Estos sacramentos, son la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en su santa Iglesia. Por eso, se dan una vez para siempre. Pero a nosotros nos toca ser fieles a ellos, llevando una vida santa, porque nuestra vocación es la santidad: “sean santos, como su Padre celestial es santo”.
Por eso también debemos llevar por todas partes el buen olor de Cristo. Tenemos que hablar de Él, tenemos que anunciarlo de palabra y de obra a todos los que nos rodean. Salgamos a gritar:

¡CRISTO RESUCITÓ!
¡EN VERDAD RESUCITÓ!

III. La presencia y verdad suprema de Cristo glorioso, Señor resucitado, en la Iglesia es la Santa Misa.
Cristo mandó a sus apóstoles, a su Iglesia, a nosotros, a celebrarla, porque es su mayor regalo, porque es Él, Jesús, el que celebra la Misa, es Jesús el que reza en la Misa y nosotros con Él. Es Jesucristo el que se entrega, se ofrece en sacrificio en la Misa y nosotros con Él. Es Jesús el que da gracias y glorifica al Padre y nosotros con Él. Es Jesús el que vive en el cuerpo entregado y la sangre derramada y nosotros por Él. El habita en nosotros y nosotros en Él.
Por eso, para participar de la Misa – y más aún para recibir la sagrada comunión con él, con su cuerpo y su sangre – en primer lugar hay que recibir el don de la fe y conocer la verdad de Cristo – para eso es la catequesis –. Pero sobre todo es Cristo quien por el sacramento del Bautismo y de la Confirmación nos hace su cuerpo, nos hace suyos, y por eso capaces de comulgar, de vivir una y otra vez que somos una sola realidad con él recibiendo la Comunión.
Los bautizados para comulgar, para recibir el Cuerpo de Cristo tienen que estar en gracia de Dios, es decir sin ningún pecado grave. Si perdemos la gracia bautismal por el pecado, si no cumplimos sus mandamientos, es necesario pedirle al mismo Cristo que nos devuelva la gracia, que nos dé el perdón por medio del Sacramento de la Confesión.
Queridos catecúmenos, una vez bautizados y confirmados recibirán al mismo Jesús.
Queridos hermanos catecúmenos, y también los bautizados que culminarán su iniciación cristiana: no se queden en lo que aparece, sino que por las palabras y las acciones de la Iglesia, del obispo, crean que está obrando Dios, nuestro Padre, por Cristo y que el Espíritu Santo está activo, como el aire, como el agua, como el fuego.
Celebrando la Pascua hoy, no sólo recordamos que Cristo murió por nosotros, salió triunfante del sepulcro y está sentado a la derecha del Padre. Sino que creemos que Él está obrando en medio de nosotros y nos abrimos en la humildad y la obediencia para dejar que obre, no salve y nos dé vida. Todo es nuevo por la resurrección. ¡CRISTO RESUCITÓ! ¡EN VERDAD RESUCITÓ!

A “ Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra., Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (Apoc. 1,5-6)