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Celebración de los 80 años de la reanudación de las relaciones diplomáticas de Uruguay y Estado Vaticano

By 24/05/2019No Comments
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Monseñor Paul Richard Gallargher y embajador uruguayo ante la Santa Sede, Dr. Mario Cayota

Al cumplirse 80 años de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre la República Oriental del Uruguay y el Estado Vaticano, el embajador uruguayo ante la Santa Sede, Dr. Mario Cayota, ofreció el 10 de mayo una recepción en la que recibió a varias autoridades del Estado Vaticano, embajadores y representantes del Cuerpo diplomático, así como a integrantes de la comunidad uruguaya residente en Roma.

En la ocasión, el embajador dirigió a los presentes unas palabras en las que destacó el trabajo coincidente entre la Santa Sede y nuestro país, en el marco de “una sana y positiva laicidad”, en temas tales como “los derechos humanos, la acogida e integración de los inmigrantes, la paz mundial, la tolerancia y el diálogo, la protección del medio ambiente, y finalmente, la búsqueda de ‘un desarrollo humano integral para todo el hombre y para todos los hombres’, teniendo presente en este sentido, la esforzada e incansable labor que lleva a cabo Su Santidad el Papa Francisco”.

Al inicio de su alocución el embajador agradeció “vivamente” la presencia de Monseñor Paul Richard Gallargher, quien en su juventud se desempeñara como secretario en la Nunciatura en Uruguay. Agradeció, asimismo, la presencia de integrantes de la Secretaría de Estado Vaticana, de prelados, embajadores y representantes del Cuerpo Diplomático  y de integrantes de la comunidad uruguaya en Roma.

El Dr. Cayota expresó su deseo de no solamente celebrar este aniversario sino, además, hacer memoria “con el corazón”.

Recordó que las relaciones diplomáticas , luego de 60 años de ausencia, fueron reanudadas  el 21 de abril de 1939, a un mes de que el Papa Pío XII “llegara al Solio Pontificio y asumiera el evangélico Ministerio Petrino que se le encomendara”. El embajador señaló que “las relaciones diplomáticas, nunca quebradas», tomaron “nuevo impulso, durante la Presidencia del Arquitecto y General Alfredo Baldomir, quien designara para asumirlas al Dr. Joaquín Secco Illa, destacado jurista y brillante legislador, como asimismo fervoroso católico”.

Subrayó, asimismo, que “las organizaciones religiosas han estado presentes en la historia del Uruguay desde sus inicios y aún antes”. En este sentido, recordó “la acción evangelizadora y cultural de los jesuitas en la ‘República Guaraní-Misionera´, que llegaba hasta la antigua Banda Oriental” así como la “sumamente apreciada” presencia de los frailes franciscanos”. Se detuvo especialmente en la figura del poeta, historiador y escritor, Don Juan Zorrilla de San Martín, “ferviente católico e ilustre figura de la cultura uruguaya, que mereciera ser el único compatriota que fuera velado a los pies del principal monumento a Artigas”, quien llegó como Embajador a la Santa Sede en el año 1897 y gestionó con éxito la pronta creación del Arzobispado de Montevideo. Recordó, también, “con admiración” al primer Arzobispo de Montevideo, Soler, animador junto a Zorrilla “del naciente social-cristianismo uruguayo, que tantas reformas impulsara a principios del novecientos, y que luego se transformaran en leyes durante gobiernos posteriores”.

Hablando del presente, el embajador Cayota destacó que “hoy tenemos un Cardenal uruguayo y una jerarquía episcopal, ejemplo de austeridad y compromiso con los pobres y desvalidos, de lo que dan testimonio las numerosas organizaciones, que con la colaboración de los laicos y religiosos a ellas integrados, se encuentran dedicados al trabajo social”.

PALABRAS DEL SEÑOR EMBAJADOR DEL URUGUAY ANTE LA SANTA SEDE DR. MARIO JUAN BOSCO CAYOTA ZAPPETTINI. EN OCASIÓN DE CUMPLIRSE OCHENTA AÑOS DE LA REANUDACIÓN DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS ENTRE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY Y EL ESTADO VATICANO.

          Previa a toda otra consideración, queremos agradecer vivamente la presencia de Su Excelencia Reverendísima Monseñor Paul Richard Gallargher. Es para nosotros un gran honor contar con su participación en esta celebración; no olvidamos además, su grata presencia en Uruguay cuando en su no lejana juventud, se desempeñara como Secretario de la Nunciatura Vaticana.

          Agradecemos  también la asistencia de los demás integrantes de la Secretaría de Estado Vaticana, como así de otros prelados, autoridades y personalidades. Asimismo, deseamos expresar nuestro especial reconocimiento a los Excelentísimos Señores Embajadores y demás representantes del Cuerpo Diplomático aquí presentes. Por supuesto, a su vez, a los integrantes de la apreciada comunidad uruguaya que nos acompaña.

Nos reúne hoy, una fecha que no sólo deseamos celebrar, sino teniendo presente la acepción del verbo recordar, hacer memoria con el corazón.

          A un mes que Su Santidad el Papa Pio XII llegara al Solio Pontificio y asumiera el evangélico Ministerio Petrino que se le encomendara, un 21 de abril de 1939, después de casi sesenta años de ausencia, se hacía presente formal y nuevamente, la diplomacia uruguaya en los ámbitos ilustres de la Santa Sede. Las relaciones diplomáticas, nunca quebradas, tomaban nuevo impulso, durante la Presidencia del Arquitecto y General Alfredo Baldomir, quien designara para asumirlas al Dr. Joaquín Secco Illa, destacado jurista y brillante legislador, como asimismo fervoroso católico.

          “El pasado es prólogo”, afirmaba el acreditado historiador Mark Bloch, recordando a Shakespeare. Las organizaciones religiosas han estado presentes en la historia del Uruguay desde sus inicios y aún antes. Recuérdese la acción evangelizadora y cultural de los jesuitas en la “República Guaraní-Misionera”, que llegaba hasta la antigua Banda Oriental.

          También, y ya en plena época colonial, fundado Montevideo, será sumamente apreciada la presencia y acción de los frailes franciscanos, que en los inicios del movimiento artiguista tanto lo apoyaran, y en razón de ello, merecieran ser expulsados de la ciudad.

          Nuestro mismo Prócer José Artigas, será acompañado en su gobierno, en carácter de secretario y consejero, por un franciscano, Benito Monterroso, con quien redactara el llamado “Reglamento de Tierras”, durante el año 1815, en el que afirmará, como principio rector de su gobierno “que los más pobres sean los más privilegiados”. Principio enaltecido, por en su momento, Cardenal Bergoglio, en carta que tenemos el honor de conservar.

          Mucho podría decirse  de este riquísimo prólogo al que aludíamos, pero como ya nos advertía el poeta latino “el tiempo huye con pies ligeros”. Permítasenos entonces, detenernos solo un instante, en hacer mención del último embajador, que se desempeñara con anterioridad a la fecha que hoy celebramos. Nos referimos al poeta, historiador y escritor, Don Juan Zorrilla de San Martín, ferviente católico e ilustre figura de la cultura uruguaya, que mereciera ser el único compatriota que fuera velado a los pies del principal monumento a Artigas, y ello por haberlo rescatado de las legendas que oscurecían su figura. No por casualidad, en Santa Marta, muy cercano a Su Santidad el Papa Francisco, se visualiza una hermosa talla que lo recuerda.

          Zorrilla, el cual estudiara en la hermana Argentina, en el acreditado colegio de la ciudad de Santa Fe y se graduara de abogado en Santiago de Chile, llegará como Embajador a la Santa Sede en el año 1897 y gestionará con éxito, la pronta creación del Arzobispado de Montevideo.

          Permítasenos caer en la tentación de recordar con admiración aún cuando fugazmente, al Primer Arzobispo de Montevideo, entrañable amigo de Zorrilla y de quien mi padre fuera discípulo. Arzobispo de gran talla intelectual, que por sus sobresalientes cualidades, recién creada la archidiócesis de Montevideo, será designado por el Papa León XIII para hacerse cargo del discurso innaugural  del célebre llamado “Concilio Latinoamericano” en el año 1899, siendo además uno de sus secretarios; resultando también, tanto Zorrilla como Soler, animadores del naciente social-cristianismo uruguayo, que tantas reformas impulsara a principios del novecientos, y que luego se transformaran en leyes durante gobiernos posteriores.

          En este prólogo, y ya en años más recientes, imposible no tener presente, la clamorosa acogida que el pueblo uruguayo le dispensara en su visita al entonces Cardenal Pacelli, acogida que mucho más cercana en el tiempo, se reiterara en las dos visitas que San Juan Pablo II efectuara al Uruguay.

          Finalmente, y al término de esta evocación y celebración, permítasenos citar nuevamente al historiador Marc Bloch, cuando afirmaba que “era necesario, recordar el pasado, para asumir el presente y forjar el futuro”.

          Hoy tenemos un Cardenal uruguayo y una jerarquía episcopal, ejemplo de austeridad y compromiso con los pobres y desvalídos, de lo que dan testimonio las numerosas organizaciones, que con la colaboración de los laicos y religiosos a ellas integrados, se encuentran dedicados al trabajo social.

          Este presente, enmarcado en los principios de una sana y positiva laicidad, inspirada en el artículo quinto de la Constitución de nuestra República, nos hace mirar auspiciosamente el futuro, fundados en el trabajo coincidente entre la Santa Sede y nuestro País en temas tales: como los derechos humanos, la acogida e integración de los inmigrantes, la paz mundial, la tolerancia y el diálogo, la protección del medio ambiente, y finalmente, la búsqueda de “un desarrollo humano integral para todo el hombre y para todos los hombres”, teniendo presente en este sentido, la esforzada e incansable labor que lleva a cabo Su Santidad el Papa Francisco.

          Muchas gracias.

Roma, 10 de mayo de 2019.