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«Cárcel, Tumba o Palabra de Dios»: Reflexión de Mons. Pablo Galimberti

By 13/04/2018No Comments

Mons. Pablo Galimberti Obispo de Salto

“Tres palabras y tres caminos”: la encrucijada de un hombre que  tuvo que elegir entre tres alternativas es el tema elegido por el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, para su columna semanal en el Diario “Cambio”.

Se trata de la historia de un hombre que vivía en las penumbras y se convirtió en luz contagiosa.

 

Cárcel, Tumba o Palabra de Dios

Tres palabras y tres caminos. Así empezó la charla del hombre a quien la vida golpeó duro pero la fe en Dios lo recuperó. Lo invitaron a contar su vida a un grupo de jóvenes de una barriada popular. El hombre de mediana edad, aspecto más bien rudo, había atravesado etapas dolorosas y comunicaba con energía y naturalidad, en grandes titulares, su encrucijada: entre la vida y la muerte, cárcel o libertad, las rejas o la novedad que ofrece una Palabra sanadora.

Vivimos en continua interacción de palabras, informaciones, signos, gestos y códigos de comunicación. A veces hablamos solos, a veces con otros. A veces, nos ocurre lo que dice el poeta Antonio Machado: “Converso con el hombre que siempre va conmigo, quien habla solo, espera hablar a Dios un día”.

El ser humano es como una palabra tatuada en su corazón que necesita expresarse. La palabra interpela, saca del aislamiento y crea vínculos. Somos seres hablantes, pero eso no dice qué tipo de intercambio mantenemos. El tú a quien nos dirigimos puede ser una persona real con una historia o un rostro lejano casi sin identidad.

Este hombre, golpeado por la vida, experimentó la invitación de una palabra distinta que lo rescató de quedar enterrado en una celda o bajo tierra, según contó.

La palabra es un vínculo con los otros. Es ocasión de acercamiento y diálogo que saca del aislamiento. Toda palabra dispara una flecha en tres direcciones: en primer lugar informa, dice o comunica algo. Puede interpelar, inquietar o  dejar indiferente. Pero también puede sacar del propio encierro donde una persona se encuentra aislada. La palabra puede convertirse en medio de encuentro o propuesta. Puede ser una simple información o llevar una invitación. Mañana es feriado: ¿salimos de paseo?

Hay palabras capaces de despertarnos. Pueden ser medio o puerta luminosa para escapar de una vida incomunicada. El hombre del que hablo, muy golpeado por la vida, percibió la invitación de una palabra “nueva”, diferente a los reiterados gritos a que estaba acostumbrado en la cárcel. Resonó en sus oídos como una puerta de esperanza y superación. Curiosamente esa nueva Palabra, mientras ojeaba una vieja edición de la Biblia, despertó un rostro olvidado. Una luz despertó en medio de las broncas. Y hasta sintió que era una palabra para él. Poco a poco fue creciendo esa Palabra, que es “viva y eficaz, más cortante que cualquier espada de dos filos”, como dice la Escritura.

La alternativa para él era muy clara. O  el encierro donde se sentía caminando hacia la muerte social y física o elegir la puerta de la Misericordia, la puerta de la libertad y la esperanza.

Es una historia real de la fuerza que encontró este preso el día que las palabras de la Biblia dejaron de ser hojas de un libro y empezaron a ser páginas de su propia vida. Y él mismo se hizo para otros un testigo. Se puede. Esa Palabra es una Persona. Tiene nombre.

Los jóvenes que escuchaban a este hombre fueron tocados por su testimonio. Sintieron la interpelación. Una vez más se cumplía la expresión de San Juan en el prólogo del cuarto Evangelio: “La Palabra se hizo carne”, sigue haciéndose historia viva en cada oyente y creyente. La seguimos escribiendo. Y su inagotable energía jamás se agota. Fue lo que ocurrió en el hombre tocado por esta Palabra que salió de las penumbras para convertirse en luz contagiosa.

Columna publicada en el Diario «Cambio» del Salto, el viernes 13 de abril de 2018