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¿Ausencia de Dios? : Reflexión de Mons. Pablo Galimberti

By 24/07/2015julio 31st, 2015No Comments

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Para afirmarlo o negarlo, Dios ocupa pensamientos, sentimientos, búsquedas, estudios, gestos, rituales y espacios para expresar y alimentar esa dimensión. Los diferentes “lugares sagrados” en muchas partes del mundo, siguen alimentando esos sentimientos. Aún quienes lo niegan, como una persona que apenas nos saludamos por primera vez, se confesó como ateo militante.

“Re-ligión” es lo que religa o vincula a una persona con un centro o eje. Mircea Eliade, historiador de las religiones, ha recopilado a través de una enormidad de expresiones del arte o la arquitectura de nuestras ciudades formas religiosas subyacentes. Por ejemplo el “altar” de la patria.

Quizás “eso” está latente cuando se experimenta un vacío inusual que no podemos nombrar o que motiva consultas a especialistas. Decía Gustav Jung que en su dilatada experiencia como investigador del psiquismo humano, siempre encontró un núcleo religioso.

Otros se aproximan a Dios por la senda de la belleza. Lo comprobé hace una hora en el Museo Gallino. Varias alumnas de la profesora Elsa Troilo han dejado en el lienzo, a través del color y la textura, huellas de sus vivencias o aproximaciones por el camino de la cinestesia (sensación o percepción del movimiento del cuerpo).

El filósofo marxista Ernt Bloch, rastreando el indomable espíritu de la utopía, relaciona el arte no figurativo con una concepción utópica del ser humano, como un destino no revelado pero presente de forma inconsciente, en lo más profundo del ser humano.

Para muchos Dios fue una presencia cercana, conectado con figuras parentales o los primeros años. Pero hoy es un ausente desdibujado en el horizonte de sus vidas, a medida que crecieron o ingresaron en la etapa universitaria.

Pero también los creyentes que no ven a Dios con la ingenua certeza de un niño capaz de tocarlo en una flor, escucharlo en el trinar de los pájaros o acariciarlo en el hermanito-a recién nacido a quien tocan como un “milagro”.

Muchos reconocen los latidos de ese Dios oculto, como el invisible compañero de camino y como el preludio de un encuentro esperado. Lo expresa el poeta: “Converso con el hombre que siempre va conmigo –quien habla solo, espera hablar a Dios un día-; mi soliloquio es plática con este buen amigo…” (Antonio Machado, Campos de Castilla).

A los cristianos no nos debería asustar este profundo silencio de Dios; en cada Semana Santa llevamos la cruz en procesión por las calles y cantamos: ¡este es el madero en que colgó la salvación del mundo! Y el día siguiente, sábado santo, está marcado por una ausencia serena que espera celebrar la noticia más admirable: el Crucificado está ahora aquí y muestra sus cicatrices. Es el mismo. Vean, toquen.

Muchos poetas han dejado, en sus cuadernos de bitácora, registros de esa navegación interior, donde no todo es un mar sereno y luminoso. “Noche a noche, no sé cuándo oirás mi voz. ¡Oh Dios! Estoy hablando solo. Arañando sombras para verte,” escribe el español  Blas de Otero. Y continúa: “Llegué a odiar tu presencia.  Odiemos, dije, al Inasible. ¡Ah, sí! Pero el suplicio se hizo mayor. Mi sed ardía sola. Como una ola, me anegaste Tú”.

Clara Silva, a quien conocí en su casa junto a Zum Felde su esposo, deja constancia de una tensión ardiente hacia la intimidad de una boda: “Te pregunto Señor, es ésta la hora o debo esperar que tu victoria nazca de mi muerte? Estoy en la infancia de tu nombre… Me caigo, me levanto. Vuelvo a caer arrastrándote conmigo en la ceguedad de mis pasos. …. Soy como soy, la de siempre, con esta muerte diaria y la experiencia triste que guardo en los cajones como cartas; con mi pelo, mi lengua, mis raíces, y el escándalo que hago con tu nombre… y tu amor que revivo en mí cada mañana, masticando tu cuerpo como un perro su hueso. …. De todo lo que fue, de lo que espero, el alma se me quema. Y no fulgura”(Las Bodas).

La ausencia no es la “nada”. La luz de la fe perfora esas tinieblas y no descansa hasta celebrar una “boda”.

Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, publicada en el Diario «Cambio» del viernes 24 de julio de 2015