Este año, a consecuencia de la pandemia que nos afecta, el Seminario Interdiocesano Cristo Rey no pudo recibir a los sacerdotes del clero secular de todo el país que tradicionalmente se congregan allí para celebrar junto a los obispos y seminaristas la fiesta de su patrono, San Juan María Vianney, conocido como el Cura de Ars. Este 4 de agosto se reunieron solamente los obispos, el Nuncio Apostólico, Mons.Martin Krebs, los formadores y seminaristas del Seminario.
La Misa fue presidida por el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla y los concelebrantes principales fueron el Nuncio Apostólico y el Presidente de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), Mons. Arturo Fajardo (Obispo electo de Salto).
Antes de comenzar la celebración el Rector del Seminario, Mons. Luis Eduardo González (Obispo auxiliar de Montevideo), señaló las intenciones de la Misa: orar por los sacerdotes de todo el país, especialmente por los que fallecieron, y por nuevas vocaciones sacerdotales.
La homilía estuvo a cargo del Presidente de la CEU quien compartió que personalmente se encuentra en un tiempo de cambio debido a su reciente nombramiento como Obispo de la Diócesis de Salto (tomará posesión el 15 de agosto) y que le implica dejar la Diócesis de San José de Mayo. “Como dice una frase del canto popular uno tiene a veces el corazón medio repartido: ‘Cuando se abandona el pago y se empieza a repechar el caballo va adelante y el alma tira p’ atrás”, reconoció.
“Podemos contemplar hoy juntos a Jesús como el Buen Pastor, el Pastor hermoso que da la vida por nosotros”, invitó el Obispo.
Aludiendo a la cartas de San Pablo a los Gálatas les recordó que Jesús “nos amó y dio la vida por nosotros” y “nos llama amigos, nos llama a crecer en esa amistad día a día, en esa intimidad con Él, en la escucha de su palabra. Nos llamó para que estuviéramos con Él”.
Mons. Fajardo les dijo a los presentes que “hemos sido pedidos por la oración del Pueblo de Dios que pide vocaciones, hemos sido elegidos y hemos sido enviados”. “Tenemos un don que hemos recibido, que no nos merecemos. En la ordenación se nos pregunta si somos dignos del Ministerio y nadie lo es”, agregó. En este sentido, señaló que el Cura de Ars “tenía esa profunda certeza de su pequeñez, el sentirse tantas veces inadecuado para la misión que le tocaba”. “Creo que a todos nosotros nos ha tocado también. Siempre digo que Dios no elige a los capaces sino que capacita a los elegidos”. El Presidente de la CEU se refirió luego a la vocación sacerdotal como un don y un misterio: “Ser imagen visible del pastor invisible, pastores pastoreados por el Buen Pastor, que cuidan sin cansarse de cuidar”. El Buen Pastor remite al vigor y la ternura, manifestó más adelante el Obispo. Puntualizó que el vigor supone proteger, defender, para cuidar sin cansarnos de cuidar, y la ternura para consolar, sanar y animar.
Seguidamente el Obispo animó a “pedir para nosotros la mirada de Jesús” ya que “nuestra misión y vocación nace de la mirada de Jesús”.
En su prédica, Mons. Fajardo recordó a algunos sacerdotes que marcaron su vida y vocación al tiempo que invitó a cada uno de los presentes a recordar a quienes les deben su Ministerio y a esos testigos que “nos hicieron vibrar nuestra vida y nos hicieron descubrir que vale la pena ser sacerdotes y entregarle la vida al Señor”.
LA CLAVE DEL CURA DE ARS
En la homilía, Mons. Fajardo repasó trazos de la vida y del ministerio sacerdotal del Cura de Ars. Profundizando en el valor del sacerdocio para la comunidad, recordó las palabras de San Juan María Vianney quien aseguraba que “un sacerdote según el corazón de Dios es el tesoro más grande que Dios puede dar a una parroquia”. “Explicando a los fieles el valor de los sacramentos decía: si desaparece el sacramento del orden no tendríamos al Señor , ¿quién lo ha puesto en el sagrario? el sacerdote; ¿quién ha recibido nuestras almas apenas nacidos?, el sacerdote; ¿quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? el sacerdote; ¿quién prepara el alma para comparecer ante Dios lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo?, el sacerdote”. También decía el Cura de Ars: “Después de Dios el sacerdote lo es todo. Sólo en el cielo lo comprenderemos. Si comprendiéramos bien lo que representa en la tierra un sacerdote moriríamos no de temor sino de amor”.
El Obispo evocó otra expresión del patrono de los sacerdotes: “¿ De qué nos serviría una casa llena de oro si nadie nos abriera la puerta?” y agregó: “¡Qué linda esa imagen de ser pontífices, de abrir paso, de ser puente, de abrir la puerta para que otro llegue a conocer a Dios”. En este sentido advirtió que “hay que tener cuidado de no cerrar nunca la puerta”.
El Cura de Ars también dijo que “el sacerdote no es sacerdote para sí mismo sino para la gente”, indicó el Obispo electo de Salto.
Recordó que cuando San Juan María Vianney llegó a la aldea de Ars donde había 230 habitantes el obispo le dijo: “No hay mucho amor a Dios en esta Parroquia, usted lo tendrá que poner”. “La secularizada Francia no era tan distinta a la secularizada Uruguay y sin embargo él supo poner todo su corazón, su vida, entregarla hasta al final, incluso con sus huidas”. Recordó que el Cura de Ars dos o tres veces intentó huir de la Parroquia por la carga del Ministerio y una vez encontró una cruz y volvió.
“Como todos los santos tuvo que luchar contra sí mismo, contra tantas cosas, pero dio testimonio de la ternura de Dios”. Mons. Fajardo invitó a “aprender del método pastoral de San Juan María Vianney consistente en la total identificación con el Ministerio”. “Su método era como el de Jesús, en el que misión y persona coinciden”, señaló.
Citando a San Juan Crisóstomo, el Presidente de la CEU enfatizó que “en la pastoral debemos tener una invencible paciencia con nosotros mismos porque somos frágiles, y tenemos heridas y tambien por los demás”.
Señaló que “la clave» del Cura de Ars radica en que “hizo presente al Señor, fue imagen visible del pastor invisible, fue sacramento de Cristo en medio de la comunidad que le tocó presidir, se hizo presente él y a través de él a Jesús en todo el territorio de su parroquia, visitaba a los enfermos y las familias, organizaba misiones populares, las fiestas patronales, recogía dinero para obras de caridad, se preocupaba de la belleza del culto, se ocupaba de los niños, de los huérfanos…y aprendió a buscar colaboradores: uno debe hacer y hacer hacer “.
Mons. Fajardo destacó, asimismo, que el Cura de Ars “enseñaba sobre todo con el testimonio de su vida y de su forma de orar con la que aprendía a adorar a sus fieles”. Narró que según los biógrafos del santo, “impresionaba verlo celebrar la Santa Misa y decía que todas las buenas obras juntas no son comparables al sacrificio de la Misa porque son obras de los hombres mientras que la Santa Misa es obra de Dios”. También resaltó el tiempo que San Juan María Vinney dedicaba al confesionario al punto que uno de sus biógrafos expresó que Ars se había convertido en “un hospital de almas”. “El Cura de Ars decía que no es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón sino que es Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a él”, manifestó.
El Obispo electo de Salto resaltó también que era “interesante» el sentido de la fraternidad sacerdotal del Cura de Ars. “Todos hablan de su austeridad pero cuando recibía otro sacerdote sacaba lo mejor que tenía, lo que nos habla de la importancia de la fraternidad y de la radical forma comunitaria del ministerio sacerdotal”.
Por último, el Pastor destacó el amor del santo a la Santísima Virgen. “El Cura de Ars recordaba siempre a sus fieles que Jesucristo cuando nos dio todo lo que nos podía dar quiso hacernos herederos de los más precioso que tenía, su santa Madre».
“Todo bajo los ojos de Dios, todo con Dios, todo para agradar a Dios, Qué maravilla”: con esta frase de San Juan María Vianney culminó su prédica el Presidente de la CEU.
Terminada la Misa los presentes compartieron el almuerzo preparado con esmero por el personal de la casa con la ayuda de los seminaristas que cuidaron cada detalle.
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