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“… y lo reconocieron al partir el pan” (Lucas 24,35)

Velatorio: domingo 21 de julio de 2024, desde las 9 horas, en la parroquia San Antonio de Padua, Luis Batlle Berres entre Aparicio Saravia y Manuel Freire, Pueblo Nuevo, Las Piedras.
Misa de exequias: 13:30
Sepelio: 15 horas, cementerio de Las Piedras.

Washington Enrique Conde Suárez, nació en la ciudad de Joaquín Suárez, departamento de Canelones, el 9 de febrero de 1963.

Fue ordenado sacerdote por Mons. Orestes Santiago Nuti, primer obispo de Canelones, el 25 de septiembre de 1994.

Comenzó su servicio sacerdotal como vicario parroquial en la parroquia Inmaculada Concepción de Pando.

En 1996 fue nombrado cura párroco de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Villa San Isidro y administrador parroquial de San Adolfo en El Dorado, ambas parroquias, hoy, en la ciudad de 18 de Mayo.

En el 2000 pasó a ser administrador parroquial de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Barros Blancos.

En 2004 fue nombrado responsable diocesano de la Pastoral Bíblica.

En 2006, cura párroco de Santa Rosa de Lima, en Empalme Olmos.

Desde 2013 era asesor diocesano de Pastoral Social.

Los Scouts siempre lo tuvieron cerca, incluso colaborando en la capellanía nacional de la Pastoral católica del Movimiento.

El 17 de diciembre de 2015 asumió como cura párroco de San Antonio de Padua, en Pueblo Nuevo, Las Piedras, donde vivió sus últimos años en el ministerio sacerdotal, hasta su fallecimiento en la noche del 20 de julio de 2024, a los 61 años de edad y con casi 30 años de ordenado.


Homilía de Mons. Heriberto: «Dios llama siempre»
Queridos hermanos y hermanas:

El Padre Washington, nuestro hermano, nuestro amigo, ha sido llamado a la Casa del Padre.

Desde la noche del 29 de junio había venido luchando, acompañado por la oración de todos los que estamos aquí y de muchos más. Los intensivistas agotaron todos sus recursos, pero no fue posible evitar este desenlace y anoche terminó su combate.

Toda separación produce tristeza; pero encontramos consuelo en la fe y la esperanza, así como en el recuerdo agradecido por la vida y el sacerdocio de Washington, a quienes su mamá Elida y su prima Patricia, que están aquí con nosotros, llamaban “Enrique”, su segundo nombre.

En su servicio sacerdotal, Washington pasó por las parroquias de Pando, El Dorado, Villa San Isidro, Barros Blancos y Empalme Olmos hasta recalar, desde el 17 de diciembre de 2015, en Las Piedras, en Pueblo Nuevo, en esta parroquia San Antonio de Padua. También tuvo responsabilidades diocesanas como la Pastoral Bíblica y la Pastoral Social y fue capellán nacional de la Pastoral Católica del Movimientos Scout. Siempre estuvo muy cercano a los Scouts.

“El sacerdote es el verdadero formador de comunidades cristianas insertas en el mundo como fermento de cambio, llenas de amor fraterno”, decía Mons. Nuti el 25 de septiembre de 1994, en la ordenación del Padre Washington. El domingo 16 de junio, en la fiesta patronal, vivimos uno de esas expresiones fraternas. No lo sabíamos, pero sería la última fiesta con la presencia de Washington como párroco.

Pero ese amor fraterno ciertamente se ha manifestado en esta comunidad que, como decíamos, lo estuvo acompañando con su oración y llegando a él en la medida de lo posible, a través de algunos de sus integrantes, pero sin dejar de estar todos atentos y orantes.

En esa homilía de la ordenación, Mons. Nuti recordó que Washington, como los discípulos que dejaron las redes al llamado de Jesús, en diciembre de 1984, dejó su empleo en las oficinas de UTE para seguir al Maestro.

“Dios llama siempre”, decía Mons. Nuti y, recordando la parábola de los trabajadores de la viña, mencionaba los llamados a primera hora, a la hora mediana y al atardecer.

En el evangelio de este domingo escuchamos a Jesús diciendo a los apóstoles «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Ahora Washington ha respondido al llamado de la última hora; no para la labor de la cosecha, sino para el descanso; descanso de la tarea que el obispo describía como “trabajo de toda la vida, como anunciador y testigo” de Cristo; en el “nunca anunciarse a sí mismo; siempre a Dios”.

En la vida de nuestro amigo fue constante el amor por la Palabra de Dios: conocerla, entenderla, meditarla, explicarla y buscar ponerla en práctica cada día e invitar a hacer todo eso en comunidad.

Como decía Mons. Nuti: “orar a Dios, contemplar en Dios sus planes; las cosas contempladas en Dios, presentarlas a los hombres y presentarle a Dios los problemas de los hombres”.

Finalizaba Mons. Nuti su homilía con esta recomendación para el nuevo sacerdote: “recuérdate que has sido sacado de entre los hombres, puesto como puente entre los hombres y Dios para hablar a Dios de los hombres y a los hombres de Dios”.

Washington ya no nos hablará de Dios con sus palabras. Quienes las recibimos en momentos especiales las recordaremos. Pero nos seguirá hablando con el recuerdo de su entrega sacerdotal. Y si hasta ahora Washington habló a Dios de los hombres en su oración, pedimos al Señor que lo reciba para que pueda seguir hablándole de nosotros, llevándole las angustias y tristezas, así como las alegrías y esperanzas de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia, de cada rostro humano que alguna vez se estampó en sus retinas y que él guardó en su corazón.

Padre Washington, Enrique, gracias por tu vida, por tu fraternidad, por tu sacerdocio. Descansa en Paz.

+ Heriberto, Obispo de Canelones