“Hay sed de paz. En todos. Aún en los que parecen más revoltosos”, asegura el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, en su columna semanal en el Diario “Cambio” en la que aborda el encuentro por la paz celebrado el martes pasado en Asís, entre el Papa y otros líderes religiosos.
“Paz quiere decir colaboración, educación y cultura del encuentro”, recuerda el Pastor, al tiempo que señala que el papel de los creyentes reside en “ser artesanos de la paz”. “Si nuestro futuro es vivir juntos, tenemos que liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, los fundamentalismos y el odio”, destaca.
Mons. Galimberti retoma las palabras del Papa y afirma que la convocatoria de Asís es “un camino que va en sentido contrario a la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia”. Esta es “un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo”, precisa.
El Obispo de Salto indica que es posible sumarse a la lucha por la paz “militando por todas las causas justas que necesitan voces y miradas atentas” y utilizando como arma la oración “recurso de los débiles pero también de los que confiamos que pueden florecer gestos de paz en los terrenos más áridos que son nuestros corazones de piedra”.
Todos por la paz
El martes pasado llegaron hasta Asís, representantes de muchas religiones para juntar esfuerzos, deseos y súplicas en favor de la paz.
Al llegar, el Papa Francisco saludó a los 500 representantes que respondieron a la invitación.
Hace 30 años un número algo inferior había llegado con un mismo fin. Cada uno rezaba de acuerdo a sus propias tradiciones. Un deseo común, aunque por caminos diversos. Hermoso ejemplo de que las religiones, cuando se viven sin fanatismos, pueden tender puentes en lugar de levantar muros. “Las tinieblas –decía Juan Pablo II- no se disipan con las armas; las tinieblas se alejan encendiendo faros de luz.”
Hay sed de paz. En todos. Aún en los que parecen más revoltosos. Aunque a veces sólo se escuchen estampidos de armas y gritos de dolor. “Hoy podemos escuchar la voz de los que sufren, expresó el Papa Francisco, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los hambrientos de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras que contaminan los pueblos con el odio y la tierra con las armas. Imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido”.
Ante el contagio causado por guerras y ambiciones enloquecidas podemos elegir ser, según la imagen del Papa Francisco, “árboles de vida”, que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor.
Cada uno de los participantes acudió con las esperanzas y angustias de sus comunidades y de las dolidas poblaciones de donde provenían. La sensación que a veces provoca el espectáculo de los conflictos armados o de las oleadas de adultos y niños huyendo prácticamente con lo puesto es una mezcla de asombro y pena. “Salir, ponerse en camino, encontrarse juntos, trabajar por la paz, son respuestas concretas para superar la cerrazón abriéndose a Dios y a los hermanos.
La convocatoria de Asís, según el Papa, es un camino que va en sentido contrario a la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia. Esta es “un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo.”
Pero podemos sumarnos a la lucha por la paz, militando por todas las causas justas que necesitan voces y miradas atentas. Los cristianos contamos además con el arma de la oración. Recurso de los débiles pero también de los que confiamos que pueden florecer gestos de paz en los terrenos más áridos que son nuestros corazones de piedra.
Podemos unirnos al clamor de los líderes religiosos de Asís, clamando a favor de la paz, porque no hay futuro en la guerra y la violencia de las armas destruye la alegría de vivir.
“La paz que invocamos desde Asís no es una simple protesta contra la guerra, ni siquiera el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos, sino resultado de la oración” expresó Juan Pablo II hace 30 años.
Paz quiere decir colaboración, educación y cultura del encuentro. Los creyentes debemos ser artesanos de la paz. Si nuestro futuro es vivir juntos, tenemos que liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, los fundamentalismos y el odio.
La responsabilidad de los líderes religiosos, afirmó el Papa, es ser sólidos puentes de diálogo, mediadores creativos de paz.
Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, en el Diario «Cambio» del viernes 23 de setiembre de 2016