Un llamado a recibir a Jesús dado por Dios Padre para cada uno y por toda la sociedad, para recibir con Él el perdón, la alegría y la paz es el eje del mensaje de Navidad de Mons. Alberto Sanguinetti Montero, Obispo de Canelones.
Mons. Sanguinetti a lo largo de su mensaje reflexiona sobre el regalo que significa Jesús y lo que con Él viene, que debe ser aceptado, querido, cuidado y transmitido a otros.
El Obispo de Canelones anima a aprovechar la Navidad para “perdonar, para dejarnos perdonar, para recibir el perdón de Dios y de los demás. A veces es difícil, porque nos duele vernos peor de lo que querríamos ser, pero este niño devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes”.
También invita a reflexionar sobre la paternidad, teniendo como modelo y fuente la Paternidad de Dios, con las cualidades que debiera tener: “Un padre generoso que no tenga miedo de dar vida a muchos hijos; un padre justo que enseñe con el ejemplo donde está el bien; padre que dé firmeza a la persona; gran parte de la seguridad afectiva tanto para varones como para mujeres, depende del padre. Que sea un padre unido en fidelidad a la madre para que juntos señalen la verdadera libertad y responsabilidad, el amor y la entrega”.
“La sociedad, el pueblo está llamado a redescubrir al niño que nos ha nacido y al Padre que él nos da”, destaca. Mons. Sanguinetti plantea que “la vida social, la vida como pueblo, no debería simplemente ser un acuerdo de convivencia, para enfrentar problemas. No podemos estar cada uno en sí mismo o en su grupo y, a lo más, tolerándonos, aguantándonos, en una sociedad cerrada en sí misma”. Por lo tanto, “para que seamos un pueblo, una familia, hemos de fundarnos en quien nos ha creado, quien nos cuida y llama, quien nos ama y trata como hijos. El Niño nos invita a unirnos reconociendo a nuestro Padre Dios”.
Queridos amigos
A todos quiero hacer llegar mi saludo y mis deseos: que cada uno y cada familia puedan recibir una buena visita en esta Navidad y que estén preparados para acogerla, para atenderla.
Con las palabras de la Escritura, la Iglesia canta: un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado (Is 9,6).
Un niño nos ha nacido. Entonces quien viene de visita es un niño.
Un niño es siempre un don a recibir, un regalo. , aun en el caso de que viniera con dificultades. De alguna forma la vida recomienza con el niño.
Por eso, los invito a recibir al Niño Dios y a prestarle atención. ¡Qué regalo es el Niño Jesús! Dejemos todo por recibirlo en nuestra vida.
En él reconozcamos cuánto de regalo, de don hay en la vida de cada uno. El bien que hemos recibido de otros. También apreciemos el bien que hemos podido realizar, el tiempo que hemos gastado en favor de otro, cuanto fuimos regalo para alguien.
Aún frente al mal y el pecado, que también tenemos: no lo tapemos y, sobre todo, no tratemos de justificarlo, condenando y agrediendo a los demás. Porque el Niño que nos ha nacido, es Dios fuerte, Príncipe de la paz, y nos trae también el perdón y la reconciliación con Dios y con el prójimo.
Aprovechemos la Navidad para perdonar, para dejarnos perdonar, para recibir el perdón de Dios y de los demás. A veces es difícil, porque nos duele vernos peor de lo que querríamos ser, pero este niño devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes.
También dice un hijo nos ha sido dado. Un hijo es un don precioso, y, aunque parezca una reflexión muy simple, es el hijo que hace que la madre sea madre y que el padre sea padre. Es una relación mutua.
Ahora bien, este hijo nos trae a su Padre, Dios, y nos lo regala como padre. Jesús nos da a su Padre como padre nuestro.
Quisiera invitar en esta Navidad a atender el don de tener a Dios como Padre. En primer lugar en el plano personal. Cada uno de nosotros no está sólo referido a sí mismo, a su libertad, a lo que yo quiero, sino a una paternidad anterior, que está presente y que me invita a esperar el futuro que Dios promete. Reconozcamos la paternidad divina, que este hijo, nos revela y nos regala. ¡Cuánto hace un ser humano por encontrar a su padre! Les deseo que cada uno se encuentre con Dios, nuestro padre, quiera apoyarse en él y que también ordenemos nuestra vida como sus hijos.
Creo también que es bueno que se reflexione sobre el lugar del padre en la familia. Se dice continuamente que todos los problemas tienen su origen en la familia. Ahora bien, la crisis de la familia es también una crisis de padres. Hacen falta padres. Reconozcamos que es necesario ayudar a descubrir, a formar, a los padres, para que de verdad sean un reflejo de Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Para ser un buen padre, hay que aprender de san José, un varón justo, es decir, que se apoye en Dios, lo obedezca y lo siga, un reflejo del Padre Dios.
Que se valorice la vocación de padre: un padre generoso que no tenga miedo de dar vida a muchos hijos; un padre justo que enseñe con el ejemplo, donde está el bien; padre que dé firmeza a la persona; gran parte de la seguridad afectiva tanto para varones como para mujeres, depende del padre. Que sea un padre unido en fidelidad a la madre para que juntos señalen la verdadera libertad y responsabilidad, el amor y la entrega.
También la sociedad, el pueblo, está llamado a redescubrir al niño que nos ha nacido y al Padre que él nos da. La vida social, la vida como pueblo, no debería simplemente ser un acuerdo de convivencia, para enfrentar problemas. No podemos estar cada uno en sí mismo o en su grupo y, a lo más, tolerándonos, aguantándonos, en una sociedad cerrada en sí misma.
Para que seamos un pueblo, una familia hemos de fundarnos en quien nos ha creado, quien nos cuida y llama, quien nos ama y trata como hijos. El Niño nos invita a unirnos reconociendo a nuestro Padre Dios.
Que Jesús, el hijo de María Virgen, a quien José ha de cuidar como padre, este hijo muy singular, que tiene como Padre eterno a Dios, sea bien recibido en cada corazón, en cada familia, en todo nuestro pueblo, y así recibamos de él el perdón, la alegría y la paz que nos trae desde el seno del Padre.
Feliz y santa Navidad para todos
+ Alberto Sanguinetti Montero
Obispo de Canelones