En su reflexión para la Navidad 2013, el Obispo emérito de Canelones, Mons. Orlando Romero, destaca que “ante una nueva celebración de la Navidad, nuestro corazón se llena de profunda alegría y esperanza porque en la encarnación del hijo de Dios se nos hace tangible la bondad y la misericordia de nuestro Dios”.
El Obispo invita a “como discípulos y seguidores suyos”, reorientar “nuestra vida en una entusiasta manifestación de la misericordia de Dios”. “Es El quien nos muestra su corazón traspasado para estrecharnos a su corazón abierto y darnos abundantemente el calor de su propia vida”, puntualiza.
Mons. Romero asegura que “Jesús no quiso ser un extraño a nuestra condición humana”. “Muchos son los emigrantes desconcertados que hoy día buscan en otros lugares y culturas un sustento y un futuro que no encuentran en sus lugares de origen. ¡Cuantos son victimas de situaciones semejantes: ancianos en soledad, abandonados en hogares insalubres. Jóvenes sin futuro y sin afecto; familias marginadas y destruidas, mujeres vilmente explotadas, niños viviendo en la calle, expuestos a la prostitución, esclavos que ambulan sin saber hacia donde, expuestos a la violencia o atrapados por la droga iniciándose temprana mente en la escuela del mal y adicciones destructivas!”, plantea el Obispo en su Mensaje. No obstante, “el hijo de Dios hecho Hombre, cuyo corazón late lleno de compasión y misericordia, como el buen samaritano, que lava, limpia y consuela, quiso hacerse cargo de tantos malheridos, descartados del banquete de la vida , arrojados a la orilla de los caminos”, asevera Mons. Romero. “En esta realidad resuena el Mensaje de la Navidad como expresión suprema de Dios que “amó tanto al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”(Jn 3,16-17); ¡fuente de luz y esperanza!”, concluye el obispo emérito de Canelones.
Mensaje de Navidad
Ante una nueva celebración de la Navidad, nuestro corazón se llena de profunda alegría y esperanza porque en la encarnación del hijo de Dios se nos hace tangible la bondad y la misericordia de nuestro Dios.
Deseo compartir y agradecer con ustedes el significado de este acontecimiento ayudándonos de un hecho de vida frecuente en nuestros tiempos: “una treintena de emigrantes africanos , buscando un futuro mejor llegan, después de una larga y penosa navegación, a una playa de la isla del mediterráneo en vísperas de la Navidad. Se refugian en una patera donde encuentran abrigo animales salvajes. Los emigrantes acompañando a la madre rodean a una niña recién nacida. Un cuidador de costa que pasaba allí, conmovido se acerco, tomo a la niña en sus brazos, durante dos horas mimó a la recién nacida estrechándola junto a su pecho con el fin de que mantuviera el suficiente calor para sobrevivir, llegaron por fin a un poblado donde había un dispensario de primeros auxilios donde la niña puso ser atendida”.
Muchos son los emigrantes desconcertados que hoy día buscan en otros lugares y culturas un sustento y un futuro que no encuentran en sus lugares de origen. ¡Cuántos son victimas de situaciones semejantes: ancianos en soledad, abandonados en hogares insalubres. Jóvenes sin futuro y sin afecto; familias marginadas y destruidas, mujeres vilmente explotadas, niños viviendo en la calle, expuestos a la prostitución, esclavos que ambulan sin saber hacia donde, expuestos a la violencia o atrapados por la droga iniciándose temprana mente en la escuela del mal y adicciones destructivas! .
El hijo de Dios hecho Hombre , cuyo corazón late lleno de compasión y misericordia, como el buen samaritano, que lava, limpia y consuela, quiso hacerse cargo de tantos malheridos, descartados del banquete de la vida , arrojados a la orilla de los caminos. En esta realidad resuena el Mensaje de la Navidad como expresión suprema de Dios que “amó tanto al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca , sino que tenga vida eterna”(Jn 3,16-17); ¡fuente de luz y esperanza!.
Jesús no quiso ser un extraño a nuestra condición humana sino que, “despojándose de su grandeza divina, no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre se humilló a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Fil 2,5-8)
Como discípulos y seguidores suyos, reorientemos nuestra vida en una entusiasta manifestación de la misericordia de Dios. Es El quien nos muestra su corazón traspasado para estrecharnos a su corazón abierto y darnos abundantemente el calor de su propia vida.¡ Que el fuego del Amor de Dios encienda la vida en nuestros corazones!.
¡FELIZ NAVIDAD! ¡BUEN AÑO 2014!
+Orlando Romero
Obispo Emérito