Skip to main content
Noticeu

En Navidad ¡aceptemos una tregua!: Saludo de Mons. Pablo Galimberti

By 22/12/2017diciembre 24th, 2017No Comments

Galimberti

“Los días de Navidad ofrecen algo diferente: postergar nuestras prioridades y suspender el juicio sobre adversarios”, destaca el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, en su Mensaje para la Navidad.

“¿Quién se anima a decir que durante el año no tuvo algún enfrentamiento o desencuentro? De variada intensidad. Aunque no salieron en la prensa, como algunos hechos sangrientos que han golpeado a familias enteras”, plantea el Obispo al tiempo que asegura que “Navidad es tiempo favorable para una tregua”. Para el Pastor esta “es una muy buena noticia para todos, en especial los que han sentido el peso de cansancios o tristezas, que terminan el año con ausencias o algún machucón”.

“Navidad es tregua sin plazos. La regala el mismísimo Dios latiendo en un cuerpecito semejante al nuestro, metido en el barro de nuestra condición humana, sostenido por una Madre que es ternura y fortaleza. Ese Niño trae las armas para pelear por la paz duradera: la verdad que hace libres, la justicia que da a cada uno lo que le corresponde, el amor que sabe dar, recibir, esperar y perdonar”. Además, la tregua de Dios no tiene fecha de vencimiento, explica Mons. Galimberti: “Es un regalo sorprendente que Dios nos ofrece. Pero que llevamos en manos frágiles que a menudo tropiezan y olvidan. De parte de Dios es una mano siempre tendida y un corazón abierto que no vuelven atrás”. “La paz que regalan es don y a la vez tarea cotidiana, en medio de asperezas y remansos”, puntualiza.

“Sintamos la cercanía de esta asombrosa Nochebuena y disfrutemos la `tregua´ que Dios nos ofrece”, concluye Mons. Galimberti.

 

 

¡Aceptemos una tregua!

Mensaje de Navidad Obispo de Salto Pablo Galimberti

Diciembre 2017

Navidad es tiempo favorable para una tregua. ¿Quién se anima a decir que durante el año no tuvo algún enfrentamiento o desencuentro? De variada intensidad. Aunque no salieron en la prensa, como algunos hechos sangrientos que han golpeado a familias enteras.

Nadie es completamente ajeno a lo que sucede en el país. Pasiones violentas, excesivos intereses económicos, indiferencia frente a los que viven en la periferia de nuestras ciudades. Colores políticos o incluso deportivos han sumado heridas en el tejido social.

 Los días de Navidad ofrecen algo diferente: postergar nuestras prioridades y suspender el juicio sobre adversarios.

Con frecuencia sufrimos reveses; nuestros sentimientos se oscurecen y hasta parece que les ha entrado una oculta cizaña, bronca o incluso odio. En la familia, trabajo, barrio, sindicato, en los contactos virtuales o en ese espacio donde cada uno habla a solas consigo mismo-a, parece que un virus está envenenando el corazón y torciendo la mirada que antes era tolerante y amistosa.

Nos hace mucho bien aceptar un tiempo de tregua, como el reposo del guerrero. No es alucinación. En esta Navidad puedo dejarme conquistar por una mirada bondadosa, que conoce mi barro y no me ametralla con un juicio lapidario. Al contrario, Navidad nos regala una sonrisa que cura y devuelve la inocencia que las astucias y trampas desfiguraron.

Navidad es tregua sin plazos. La regala el mismísimo Dios latiendo en un cuerpecito semejante al nuestro, metido en el barro de nuestra condición humana, sostenido por una Madre que es ternura y fortaleza. Ese Niño trae las armas para pelear por la paz duradera: la verdad que hace libres, la justicia que da a cada uno lo que le corresponde, el amor que sabe dar, recibir, esperar y perdonar. Y la libertad que más que cantarla es una conquista de cada día.

Esta tregua no tiene fecha de vencimiento. Es un regalo sorprendente que Dios nos ofrece. Pero que llevamos en manos frágiles que a menudo tropiezan y olvidan. De parte de Dios es una mano siempre tendida y un corazón abierto que no vuelven atrás. La paz que regalan es don y a la vez tarea cotidiana, en medio de asperezas y remansos.

Es una muy buena noticia para todos, en especial los que han sentido el peso de cansancios o tristezas, que terminan el año con ausencias o algún machucón. Sintamos la cercanía de esta asombrosa Nochebuena y disfrutemos la “tregua” que Dios nos ofrece.