Ante la preparación del Día Nacional de la Catequesis que se celebrará en nuestro país el 19 de agosto, el Obispo responsable del Departamento de Catequesis de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), Mons. Orlando Romero (Obispo emérito de Canelones), reflexionó sobre la relación de la Catequesis y la Liturgia y destacó que que a los 50 años de la ‘Convocatoria del Concilio Vaticano II’ y los 20 del ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, se les plantea a los catequistas y animadores de la liturgia desafíos y exigencias en la trasmisión de la fe en una Nueva Evangelización .
Compartimos la reflexión de Mons. Romero, publicada en el Boletín CLAM y en el sitio web del Departamento de Catequesis de la CEU
http://catequesisuruguay.com/2012.php
Catequesis y liturgia
Mes de agosto: “Mes de la catequesis”,
domingo 19, Día Nacional
Desde los comienzos del siglo pasado se venía percibiendo la necesidad de renovar tanto la liturgia como la catequesis, despertada por la renovación de los estudios bíblicos, teológicos, del kerigma, de las ciencias auxiliares: la pedagogía, la metodología, la sociología, la psicología.
Ya en el siglo XVI, en reacción a la teología protestante, la liturgia se centró en el clero trayendo como consecuencia la reducción del papel de los seglares en la celebración litúrgica a simples espectadores mudos y extraños.
En la catequesis se fortaleció la claridad de los conceptos doctrinales por la institución del “catecismo” ya que la experiencia de vida cristiana tenía, todavía, los cauces normales de la familia y de la sociedad.
Recordamos que, en nuestra niñez, el tiempo de la celebración era ocupado de parte de los fieles por el rezo del rosario, por las novenas u otras devociones, o por la prédica de otro sacerdote en el transcurso de toda la celebración eucarística.
En las décadas previas a la celebración del Concilio Vaticano II se fueron introduciendo pequeños misales traducidos para los fieles, las misas dialogadas, explicaciones sobre el desarrollo del rito de la misa.
Por otra parte, se fueron suscitando experiencias en el compromiso de los laicos: la Acción Católica, particularmente la A.C. especializada; en la participación de la liturgia, etc. que favorecieron una recepción entusiasta de “volver a las fuentes” en la propuesta del Concilio Vaticano II.
La Constitución sobre la Sagrada Liturgia fue el primer documento en ser aprobado por el Papa Pablo VI junto a los Padres Conciliares el 5 de diciembre de 1963.
1.-La liturgia en la vida de la comunidad cristiana
Se puede decir: dime cómo celebra una comunidad y te diré qué tipo de comunidad es. La celebración litúrgica es el momento fuerte de una comunidad en la que se manifiesta todo lo que hay dentro, si no hay una comunidad viva, difícilmente se podrá celebrar algo vivo. La comunidad hace la liturgia, pero ésta construye, a su vez, a la comunidad.
En este contexto se podrá fácilmente entender la relación entre liturgia y catequesis. Nos dice el Concilio: “La sagrada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión” (SC. 9); “no obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC. 10).
2.-La celebración litúrgica en el proceso de la catequesis
La catequesis tiene como fin la educación de la fe hasta la maduración más plena, desarrollando de esta manera la fe inicial, promoviendo en plenitud y alimentando diariamente la vida cristiana de los fieles de todas las edades (ver CT, 20). La liturgia es expresión y celebración de la fe por lo que no puede estar al principio del proceso catequístico ya que presupone la fe.
La fe es previa a la celebración, pero la celebración interviene decisivamente en la maduración e integración de la fe misma.
La fe no sobrevive sin ser expresada y celebrada, por eso es necesario tener en cuenta que la celebración litúrgica ocupa un lugar importante en el proceso de la catequesis.
Se puede afirmar que la liturgia forma parte de la catequesis, si bien no se confunde con ella. Son muchos los catequistas que tienen que responsabilizarse, a lo largo de la catequesis, de las celebraciones del grupo al que imparten la catequesis. De esta manera el catequista tiene que hacer la función de animador litúrgico.
No hay vida plenamente cristiana sin participación en la celebración litúrgica. La catequesis precede a la celebración y conduce a ella estableciéndose una estrecha relación entre catequesis y liturgia. De lo contrario se corre el riesgo que alerta el Papa Juan Pablo II: “La vida sacramental se empobrece y se convierte muy pronto en ritualismo vacío, si no se funda en un conocimiento serio del significado de los sacramentos. Y la catequesis se intelectualiza, si no cobra vida en la práctica sacramental” (CT.23).
3.-Catequesis-liturgia: diferencia y complementariedad
La catequesis es, sobre todo, iniciación, instrucción; la liturgia es, sobre todo, celebración, acción, fiesta.
En la catequesis se explica, se ilumina e ilustra la fe; en la liturgia se expresa y se celebra esa fe.
En la catequesis se presenta y se penetra el misterio de Cristo; en la liturgia se hace memoria y se actualiza ese misterio.
La catequesis principalmente evangeliza; la liturgia principalmente sacramentaliza.
La catequesis anuncia la Palabra de Dios; la liturgia realiza de modo privilegiado esa misma Palabra.
La catequesis tiene siempre una dimensión litúrgica que es preciso no omitir; y la liturgia tiene siempre una dimensión catequética que es preciso no olvidar.
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A los 50 años de la “Convocatoria del Concilio Vaticano II”, a los 20 del “Catecismo de la Iglesia Católica”, sin duda, se nos plantea a los catequistas y animadores de la liturgia desafíos y exigencias en la trasmisión de la fe en una Nueva Evangelización .
+Orlando Romero
Obispo Emérito de Canelones
Dpto. de Catequesis