Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, publicada en el Diario «Cambio» del viernes 22 de mayo de 2015
Carlos Maggi
La primera vez que nos encontramos mano a mano fue hace unos 15 años, compartiendo una tertulia de los viernes en radio El Espectador.
El debate giraba en torno a la laicidad, o sea, la relación entre el estado y la esfera religiosa de las personas. Laicidad que a veces, en nuestro país se resuelve con un razonamiento muy esquemático.
El Dr. Jorge Batlle usó el ejemplo muy gráfico del fútbol para referirse al tema. Supongamos que unos son de Peñarol y otros de Nacional, Wanders, Liverpool o Cerro. Entonces, como hay diversidad de preferencias, la solución absurda sería decir que el fútbol “no existe”.
Ocurre en algunas reuniones en las que, para prevenir discrepancias fuertes, se acuerda que se puede hablar de todo, menos de política o religión.
Yo había llevado a esa tertulia un libro sobre el tema. El título es “La enseñanza del hecho religioso en la Escuela laica” y su autor, Régis Débray, es conocido en nuestro continente por su militancia revolucionaria en Bolivia y Chile. El texto contiene un informe solicitado a Débray por el ministro de Educación en Francia, Jack Lang.
En el prefacio el ministro expresa: “Una escuela auténtica y serenamente laica debe ofrecer a cada alumno acceso a la comprensión del mundo. Así, la evocación de las religiones, en cuanto hechos de civilización, siempre ha sido posible en la escuela de la República.”
El librito de 60 páginas transcribe al final una carta del ministro de educación a R. Debray en la cual el ministro menciona el libro “Dios, un itinerario” que Debray acababa de publicar. En la carta solicita a Debray que reúna lo que existe sobre el argumento para que pueda ser incorporado en los programas de enseñanza y sobre todo destinado a la formación de los profesores.
“¿Me lo prestás?” me dijo Maggi al despedirnos, intrigado y curioso. No dudé en acceder y le entregué ese pequeño libro donde estaba mi firma y la indicación octubre del 2002, cuando lo había comprado en París. Al poco tiempo me lo regresó por correo.
El interés por el libro mostraba un rasgo de la personalidad de Maggi, la curiosidad o apertura. El dejarse interpelar por algo que a un hombre de extracción batllista no dejaría de sorprenderlo. Consultado cuando cumplió 90 años, “el Pibe” como lo apodaban sus amigos, respondió: “creo que los viejos son viejos porque se enferman; cuando no se enferman tienen la misma disposición frente al mundo. Yo no tengo ninguna diferencia a cuando tenía 18 años”.
Es el asombro, que según Platón está en el origen de la filosofía. En la admiración cobro conciencia de no saber. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente las cosas que nos pasan, al cielo y al mundo.
Algún tiempo después me tocaba organizar en Montevideo un diálogo entre creyentes y no creyentes. Venían personas de México y Brasil y se me ocurrió invitar a Maggi, que aceptó participar con gusto.
Según el programa expuso como no creyente cuál era su idea de Dios y de la religión y cuáles eran sus convicciones existenciales al respecto. Recuerdo que cuando se abrió el momento para comentarios o impresiones sobre lo expuesto, pidió la palabra un sacerdote español, el Padre Julio Félix Barco, religioso carmelita y profesor de Biblia. Entusiasmado por lo que había escuchado le dijo a Maggi, en tono respetuoso y entusiasta: por todo lo que nos acaba de exponer usted es un “cristiano anónimo”.
Maggi, que sonreía con una cara casi de niño travieso, cuando el sacerdote terminó le dijo: “me gustaría tenerlo al lado mío en el momento de morir”. El Padre Julio Félix ya falleció y por la sorpresiva despedida de Maggi, tampoco hubiera podido asistirlo. Quizás, aquellas palabras llenas de sabiduría y profunda espiritualidad del Padre Julio Félix habrán servido a Maggi en el último viaje de su vida.
“Cristiano anónimo” es una expresión usada por algunos pensadores católicos intentando explicar que aunque no exista en muchas personas una pertenencia religiosa explícita, observando la forma de enfocar la vida, sus angustias y caminos de felicidad, muchos podrían ser englobados dentro de esta categoría.
Vaya así mi homenaje a este uruguayo que se cruzó en mi vida.