Subiendo por calle Uruguay, uno de los graffiti callejeros era un comentario al gesto de un centenar de personas que minutos antes había culminado en Plaza Treinta y Tres una marcha por la vida.
“La vida es breve” era la frase. No se refería a ninguna obra literaria o musical pero dio pie a un diálogo con los jóvenes que habían participado en la marcha. El arteria principal salteña se convirtió en la antigua Grecia donde los maestros enseñaban mientras caminaban.
La brevedad del vivir nos golpea a todos. “Recuerda que mi vida es un soplo” grita Job al Creador. Sentir “que es soplo la vida” canta Gardel. Y cada uno, podría sumar sus vivencias de fugacidad.
Esas palabras describían la violencia infligida por el aborto al ser más indefenso, cuyos latidos se interrumpen a sangre fría. “¿Caín, dónde está tu hermano?” pregunta el Creador. Porque la vida humana necesita del compasivo y libre consentimiento de otros para nacer. En la especie humana el nacimiento y crecimiento no es tarea individual.
Un joven comentó la noticia de un conocido que a consecuencia de un desengaño se quitó la vida. La ruptura de un vínculo amoroso lo dejó vacío, quedó desarmado y sin apoyo para superar el trance amargo.
Comprobé en otro joven, estudiante de tercer año de derecho, una madurez que mucho hubiera servido a muchos legisladores: el primer derecho es la vida; la libertad viene después. Muchos legisladores y mujeres invierten la lógica, primero está la libertad como capacidad decisoria absoluta y en función de ella depende la vida del niño concebido.
El debate parlamentario abundó en discursos ideologizados, donde poco o nada importa la realidad. Como si en pleno día yo afirmara que es de noche! Los datos de la ciencia no contaban. Una diputada fundamentó su voto al proyecto de interrupción voluntaria de la vida, por considerarlo una bandera progresista de la izquierda. Los derechos humanos ¿son de derecha o de izquierda? Lamentable confusión en la cabeza de quien debe ser representante del pueblo. ¿A qué pueblo defiende? Los bebés ¿son de derecha o de izquierda? Y acaso esos niños en condiciones más vulnerables ¿no son de madres que viven en las periferias de nuestras ciudades? Con su voto castigó a los pobres. Esas madres, aferradas instintivamente a sus hijos no están fácilmente dispuestas a sacárselos; suele suceder lo contrario, que estas mujeres encuentran en sus hijos la razón de su vida.
Cada votante mostró la firmeza o debilidad de sus convicciones; para unos el derecho a nacer es totalmente relativo; las lealtades partidarias inclinan la balanza. Su conciencia está amordazada. Otros votaron “con los pies” saliendo de sala. El sillón en la cámara está primero. En cambio otros, como Andrés Lima, defendieron con firmeza el primer y fundamental derecho: nacer.
Quedan pocos capaces de levantar la voz solitaria y discrepar en aquellos derechos que entienden que están por encima de cualquier pacto o acuerdo.
¿Somos dueños de nuestro cuerpo? Algunas mujeres afirman enfáticamente este derecho de propiedad al mejor estilo capitalista, como “ius utendi”, “fruendi” et “abutendi”, o sea, derecho al uso, disfrute y disponibilidad. Pero este derecho no es absoluto. Un propietario no puede dañar un bien que además de propiedad privada es también un bien social, un patrimonio cultural. Puede disfrutar de este bien, un campo y un arroyo que lo atraviesa, pero sin contaminarlo pues el río en mi campo no es propiedad sólo mía. El derecho indica que sobre la propiedad recae también el “ius abutendi”, o sea, el derecho de disponer según preferencias. Pero si poseo una casa junto a un hospital no puedo perturbar hasta la madrugada al vecindario con un local bailable. Existen derechos pero también límites. Esto nos pasa siempre y en todas las cosas.
Es bueno y necesario que desde pequeños aprendamos a expresar nuestra libertad pero referida siempre a la búsqueda de lo bueno y verdadero. El niño no es libre de tomar un cuchillo para amenazar o herir a su hermanito menor porque no lo deja dormir. Este aprendizaje es de todos los días.