El Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, participó en Roma, del 19 al 23 de noviembre, del XXIII Congreso Mundial del Apostolado del Mar , convocado para abordar los desafíos para la nueva evangelización del mundo marítimo.
El encuentro, organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, se desarrolló en el auditorio del Aula del Sínodo y contó con la participación de 400 delegados de 70 países, quienes aportaron sus diferencias sociales, culturales y nacionales.
El Congreso contempló un variado programa de temáticas, iniciando con la nueva evangelización; las relaciones con la industria marítima; el Apostolado del Mar al servicio de los pescadores; el problema de la piratería y la necesidad de hacer escuchar la voz de los marinos; el bienestar de los marinos que trabaja en el mundo de los cruceros; la formación de marinos, capellanes y voluntarios para la nueva evangelización, entre otros.
Los grupo de expositores fue encabezado por Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Proclamación de la Nueva Evangelización, al que se sumaron expertos de organismos Internacionales tales como OIT, ITF, SRI (Seafares Rights International), de la MHPR (Maritime Humanitarian Piracy Responce), y expertos del Apostolado del Mar de diversas regiones.
Además de las exposiciones se contó con mesas redondas en las que participaron, por ejemplo, el presidente y gerente de Costa Crociere, empresa en el ojo del ciclón tras el naufragio de su crucero Concordia en la Isla del Giglio; el testimonio de una víctima de la piratería; y la intervención del padre Gustavo Meneses, sacerdote diocesano de Puntarenas, Costa Rica.
“Es el mayor Congreso Mundial jamás organizado en la historia del Apostolado del Mar” indicó previo al evento el Cardenal Antonio María Veglió, Presidente del Pontificio Consejo. El Cardenal precisó que “las estadísticas indican que cada año aproximadamente 1,2 millones de trabajadores se encuentran embarcados, de los cuales más del 60% no pueden bajar a tierra cuando la nave está en el puerto. Entre las dificultades sucede que por motivos económicos hay «naves carretas» con personal a bordo que se queda sin alimentos, agua y la posibilidad de retornar a sus hogares. La red local del Apostolado del Mar, interviene en decenas de situaciones para resolver concretamente estas formas de segregación”.
Sobre el actual panorama relativo al trabajo de las gentes del mar subrayó que “las nuevas y a menudo restrictivas normas, y la crisis económica mundial (…) obligan al Apostolado del Mar a evangelizar en condiciones bastante difíciles”, siendo de todos modos “terreno fértil para la evangelización”.
“La evangelización de los trabajadores del mar, de los pescadores y de sus familias no difiere de la de aquellos que pertenecen a otras categorías sociales”, recordó, al tiempo que destacó la necesidad de elegir con cuidado los medios y los instrumentos teniendo en cuenta que “quienes pertenecen al mundo del mar, están más allá del alcance del cuidado pastoral ordinario de la Iglesia, porque están obligados a permanecer lejos de su comunidad cristiana durante meses”.
“La Nueva Evangelización y el Año de la Fe –subrayó el purpurado- invitan a cada capellán y voluntario del Apostolado del Mar a profundizar en su fe, a creer en el mensaje evangélico y a continuar proclamando el Evangelio a aquellos que no lo conocen y avivar así esa ‘mecha humeante’ con su testimonio cristiano”.
El Papa con los agentes del Apostolado del Mar
Al concluir el Congreso, el viernes 23, el Santo Padre recibió en Audiencia privada a los participantes. En la oportunidad, el Santo Padre señaló que ”desde los albores del cristianismo, el mundo marítimo ha sido un vehículo eficaz de evangelización. Los apóstoles y los discípulos de Jesús tuvieron la posibilidad de ir a todo el mundo y predicar el Evangelio a todas las criaturas gracias, también, a la navegación marítima; nos basta pensar en los viajes de San Pablo. De esa forma emprendieron el camino para difundir la Palabra de Dios ‘hasta los últimos confines de la tierra’”.
“También hoy -manifestó el Papa- la Iglesia surca los mares para llevar el Evangelio a todas las naciones y vuestra presencia capilar en las escalas portuarias del mundo, las visitas que efectuáis a las naves atracadas en los puertos y la acogida fraterna en las horas de parada de la tripulación, son el signo visible de la solicitud hacia cuantos no pueden recibir una atención pastoral ordinaria. Hoy, este mundo del mar, en su continua peregrinación de personas, tiene que tener en cuenta las complejas repercusiones de la globalización y, desgraciadamente, también hacer frente a situaciones de injusticia, especialmente cuando la tripulación se ve sometida a restricciones para bajar a tierra, cuando la abandonan junto a las embarcaciones en que trabajan, cuando caen en manos de la piratería marítima o padecen las consecuencias de la pesca ilegal. La vulnerabilidad de los marinos, pescadores o navegantes, debe llevar aparejada una solicitud, todavía más atenta, de la Iglesia y estimular la atención maternal que, a través de vosotros, manifiesta a todos los que encontráis en los puertos o en las naves, o a los que asistís en los largos meses de embarque”.
Benedicto XVI se refirió a los que trabajan en el sector de la pesca y de sus familias, subrayando cómo se enfrentan más que otros “a las dificultades del presente y viven la incertidumbre del futuro, caracterizado por los efectos negativos de los cambios climáticos y de la explotación excesiva de los recursos”. El Santo Padre aseguró, asimismo, la cercanía de la Iglesia a los pescadores, que buscan “condiciones de trabajo dignas y seguras, salvaguardando el valor de la familia, la tutela del ambiente y la defensa de la dignidad de cada persona”.
Por último, citando el decreto “Ad gentes” del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia, exhortó a cuantos trabajan en “primera línea de la evangelización de tantos hombres y mujeres de diversas nacionalidades que transitan en los puertos” a ser “apóstoles fieles de la misión de anunciar el Evangelio” y a “manifestar el rostro amoroso de la Iglesia que acoge y que está cerca también de esta porción del Pueblo de Dios. Responded sin vacilar a la gente del mar, que os espera a bordo para colmar las profundas nostalgias del alma y sentirse parte activa de la comunidad”.