«Queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter. Gracias por vuestra respuesta generosa. Os bendigo a todos de corazón.»
La iniciativa de Benedicto XVI de lanzar hoy su primer mensaje a través de twitter me ha hecho dar un rápido repaso a los distintos medios empleados para trasmitir el Evangelio.
En la ópera-rock Jesus Christ Superstar, Judas interpela a Jesús, a quien no logra entender. Entre otras cosas le pregunta, en tono de reproche:
Why’d you choose such a backward time in such a strange land?
If you’d come today you could have reached a whole nation.
Israel in 4 BC had no mass communication.
En mi traducción:» ¿Por qué elegiste venir hace tanto tiempo y en un país tan extraño? Si hubieras venido hoy podrías haber llegado a una nación entera: Israel en el año 4 A. C. no tenía medios de comunicación de masas.»
Efectivamente, Jesús no contó en su época con más recursos que los que podía utilizar un maestro de su tiempo: formar un grupo de discípulos, para que luego fueran multiplicadores de su mensaje, y predicar en cuanto espacio público abierto fuera accesible: en las puertas de las ciudades, en las calles, en los pueblos, a orillas del mar, en los prados donde había pasto en el que sentarse… La comunicación era muy intensa, muy directa. La gente está muy cerca de él… «¿Quién me ha tocado?» dice Jesús en una ocasión muy conocida. La gente podía tocarlo y Él tocaba también a la gente, imponiendo sus manos. Ese contacto que comunicaba el amor, la misericordia, el perdón del Padre Dios, dejó una profunda huella en cada una de las personas que tuvo la dicha de vivirlo.
Por otra parte, Jesús utilizaba recursos que ayudaban a que sus palabras fuesen recordadas.
El primero y más notorio era el de las parábolas.
Cuando escuchamos las lecturas de la Misa con atención, por más esfuerzo que hagamos, siempre será más fácil recordar el contenido de una parábola que un pasaje de una carta de San Pablo, por ejemplo. Sobre todo si la parábola es un relato, con personajes que imaginamos, con una secuencia de acciones que se van encadenando… todo eso ayuda a recordarla.
Un biblista inglés (y perdónenme otra cita en ese idioma) dijo, aludiendo a Jesús algo así como «great teachers always repeat themselves»: «los grandes maestros siempre se repiten a sí mismos». Con esto quería decir que Jesús no contó una sola vez cada una de las parábolas, sino que, seguramente, las repitió yendo de pueblo en pueblo. Los discipulos pudieron recordar y trasmitir la parábola del amor del Padre o de los dos hijos (comúnmente llamada del «hijo pródigo») porque la oyeron varias veces, además de la llegada que el hermoso mensaje pudiera tener a su corazón de discípulos.
Pero Jesús manejaba otros recursos. Un biblista alemán, empeñado en llegar a las «mismísimas palabras de Jesús», es decir, a sus palabras dichas en la lengua aramea, que Jesús hablaba, tomó el texto griego del Evangelio (que es el texto original que tenemos) y lo «retro-tradujo» al arameo. Un trabajo difícil, de mucha paciencia, realmente admirable. Su esfuerzo tuvo una recompensa especial. Al retro-traducir pasajes como las bienaventuranzas, se encontró con que eran algo parecido a nuestros refranes, es decir, algo que suena como un «versito», porque tienen cierto ritmo, porque hay algo de rima. Por ejemplo: «al que madruga Dios lo ayuda». Jesús construía ese tipo de frases y, así como cuando oímos un refrán lo recordamos porque nos ayuda el ritmo y la rima, también sucedía así con algunos discursos de Jesús.
En cuanto a Pablo, utiliza los mismos recursos de Jesús, es decir la predicación en lugares públicos: lugares de reunión, como las sinagogas o el lugar donde va la gente que tiene algo para decir en las ciudades griegas: el ágora (la plaza). Va al Aerópago de Atenas. Pero también, como lo señala uno de los biblistas que ha dedicado más tiempo de su vida a estudiar a Pablo, utiliza su propio trabajo (fabricación de carpas) que, como muchos artesanos, hacía instalándose en la calle, para hablar con los clientes que esperaban o con quienes se detenían a mirar. Para él, todo era ocasión de anunciar el Evangelio «a tiempo y a destiempo».
Pablo es famoso por sus cartas (las «epístolas») que solía preparar junto a sus compañeros de equipo misionero (aunque el estilo de Pablo es muy fuerte en ellas). Las cartas están dirigidas a diferentes comunidades. Muchas veces hacen necesario un ejercicio de imaginación, porque, como sucede en nuestras cartas actuales, hay cosas que se dan por supuestas, porque el destinatario las conoce bien. Sin embargo, las cartas comenzaron a ser copiadas (¡a mano!) y difundidas entre las comunidades creyentes, porque las reconocieron como fruto de inspiración divina y de un valor que transcendía la vida de la comunidad a la que había sido enviada cada una de ellas.
Desde los tiempos de Jesús, primer evangelizador, y los de Pablo, gran misionero, hasta nuestro tercer milenio de cristianismo, los medios se han multiplicado. Las maneras de llegar con el mensaje del Evangelio son muchísimas; pero el desafío sigue siendo el mismo: anunciar a todos la Buena Noticia. Eso es lo que sigue haciendo Benedicto XVI a través de este nuevo medio que ha comenzado a utilizar. Pero no nos quedemos mirando… también nosotros somos enviados por Jesús a anunciar en nuestro mundo, hoy. Por todos los medios a nuestro alcance.