1. A los uruguayos nos alegra vivir en democracia. Nos han calificado entre las veinte democracias plenas del mundo. Gozamos de la libertad y nos gusta el sentirnos iguales en el cuarto secreto. Todo voto vale, todo voto es importante. Como Iglesia en el Uruguay, siendo una de las instituciones fundadoras de la patria, damos gracias a Dios por la libertad de la que gozamos, y compartimos la alegría de este tiempo electoral. Los obispos de la Iglesia Católica, como ciudadanos y pastores, queremos sumar nuestro aporte a la reflexión que se abre en este tiempo electoral.
2. Hace cien años, en 1919, entró en vigor la reforma constitucional que separó la Iglesia Católica del Estado. Comenzaba una nueva etapa. Con sus altibajos, el relacionamiento entre ambos ha ido madurando hacia una laicidad positiva, que puede profundizarse, y a una real colaboración en una diversidad de campos. La Iglesia Católica no se compromete con ningún partido, pero alienta el compromiso político de los laicos católicos, consciente de que la política es una de las formas más preciadas del amor, porque busca el bien común. Al mismo tiempo invita a quienes actúan en la política partidaria a conocer a fondo la rica doctrina social de la Iglesia.
3. En nuestra sociedad plural, la búsqueda de consensos y acuerdos ha caracterizado la historia nacional. Hemos vivido duros enfrentamientos, de los que hemos salido mediante pactos, acuerdos, concordancias. Hoy también parece necesario que haya hombres y mujeres capaces de dialogar con los adversarios políticos, y de acordar así soluciones para las mayores dificultades que enfrentamos.
4. Muchos jóvenes hoy sueñan en un futuro fuera de nuestro país y, de hecho, continúa habiendo uruguayos que emigran. Al mismo tiempo hoy llegan a nuestra tierra hermanos de otros países buscando nuevas oportunidades. Familias enteras abandonan sus patrias por falta de un mínimo de seguridad física o porque en sus países viven situaciones sociales dramáticas. Somos “un pueblo de corazón”, como nos dijo san Juan Pablo II cuando vino a Uruguay y vivimos en una tierra privilegiada, sin sustos de volcanes o de terremotos. ¿No deberíamos vivir agradecidos con Dios por lo que tenemos y disfrutamos, a la vez que pensamos en cómo ofrecerlo con generosidad?
5. Viendo con amor a nuestro país, descubrimos también síntomas alarmantes de enfermedades a las que hay que buscarles remedio. La estadística mundial dice que en Uruguay se da el mayor índice de suicidios de América Latina, especialmente de jóvenes. ¿Por qué ocurre esto tan tremendo? A su vez, formamos el país más envejecido del continente: tenemos un estancamiento crónico de la población, somos los tres millones de siempre. ¿Cuál es el motivo? ¿Será que tenemos poco amor a la vida? ¿No cantábamos con ilusión “se precisan niños para amanecer”? Queremos animar a cuantos se dedican al estudio de la sociedad, a buscar las razones de estos síntomas. No esperamos soluciones “partidarias” para estas graves enfermedades, sino una toma de conciencia colectiva de que “algo” anda mal y es necesario poner los medios para superarlo.
6. Por eso, los obispos queremos destacar aquellos elementos fundamentales que, según la visión cristiana de la existencia y de la doctrina social de la Iglesia, deberían estar presentes a la hora de discernir las opciones electorales:
7. En primer lugar, la valoración de la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Por la ciencia tenemos la evidencia de este comienzo y creemos que toda vida humana tiene un carácter sagrado. Protegerla, cuidarla, defenderla, es un deber esencial. Este criterio no es compatible con los abortos que se realizan. No nos resulta para nada ajeno el sufrimiento de una mujer que espera un hijo no deseado; creemos que el camino a recorrer, como sociedad, es poner los mejores esfuerzos para que ninguna mujer se vea enfrentada al drama del aborto, que es la peor de las soluciones.
8. El mundo entero –también en nuestro país- mira hoy a la mujer como gran signo de esperanza de tiempos mejores. La Iglesia acompaña y apoya sus justos reclamos. Estamos inmersos en el cambio cultural que supone la nueva condición de la mujer en el mundo de hoy. Su protagonismo en los más diversos ámbitos de la sociedad enriquece a todos con la peculiaridad de su aporte. Esto lo vemos hoy también felizmente plasmado en el ámbito político.
9. “La familia es la base de nuestra sociedad. El Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad”. Este artículo 40 de nuestra Constitución reclama particular atención. Podemos preguntar: ¿cómo cuida el Estado la institución familiar? Desde hace años, en un esfuerzo común del Estado y la sociedad civil, en el que la Iglesia participa activamente, se presta un importante servicio a las familias, sobre todo vulnerables, a través de: los CAIF, los Clubes de Niños, Centros Juveniles, etc., pero no podemos pasar por alto que, desde algunos ámbitos del Estado, se difunde una visión de la persona y su sexualidad encaminada a la “deconstrucción” de la familia, que equivale a su destrucción. Además, vemos con honda preocupación que forma parte del proceso de “deconstrucción”, que el Estado se apropie del derecho y el deber primario de los padres de educar a sus hijos según su propia escala de valores, para darles desde la infancia una visión deformada de la sexualidad, del matrimonio y de la familia. Estamos sufriendo en Uruguay una auténtica “colonización ideológica”, denunciada en más de una ocasión por el Papa Francisco y por nosotros mismos.
10. La libertad de educación y la aplicación del principio de subsidiariedad son fundamentales para favorecer el desarrollo personal, formar buenos ciudadanos y superar la fragmentación social. Pensamos que es necesario llegar a acuerdos en política educativa, que posibiliten un camino que vaya más allá de un período de gobierno, colabore a la integración social, y respete el derecho de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos.
11. En abril de 2018, la Conferencia Episcopal del Uruguay presentó el documento Construyamos puentes de fraternidad en una sociedad fragmentada. En él planteábamos este grave problema social que nos interpela: a pesar de las mejoras de los últimos años en los indicadores económicos y del impulso dado a políticas redistributivas, que crearon las condiciones para disminuir el número de familias en situación de pobreza, aún subsisten sectores que no han podido acceder a niveles de vida digna.
El esfuerzo común del Estado y la sociedad civil para superarlo, -pensando en primer lugar en los sectores más vulnerables- encontrará sin duda los caminos mejores para abrir horizontes de una vida más humana. La falta de seguridad que padecemos y tanto nos preocupa hoy a los uruguayos, tiene en esta fragmentación social, una de sus causas principales.
12. Es clave que las fuentes de trabajo sean cuidadas, protegidas e impulsadas. Trabajar es mucho más que lograr el sustento personal y familiar. La atención a las condiciones laborales, la adaptación a los cambios tecnológicos y las medidas para lograr estabilidad y seguridad laboral son indispensables para superar el desempleo y el subempleo. Una atención particular merece el mundo rural por las consecuencias que tiene la despoblación de la campaña. A su vez, todo trabajo merece la perspectiva de una jubilación que brinde seguridad y serenidad, uno de los grandes temas que deberá afrontar el país es el sistema de seguridad social.
13. El cuidado del medio ambiente aparece, en el horizonte de la humanidad, como una necesidad de supervivencia. En la perspectiva creyente, se trata de ser activamente cuidadosos del don de la creación: nuestros ríos y cursos de agua deben ser limpios, para proteger una vida sana y nuestra condición de “país natural”.
14. Sin duda, la problemática del país abarca numerosos aspectos aquí no mencionados. Hemos querido subrayar solamente aquellos que consideramos insoslayables. Queremos terminar recordando el acto conjunto que protagonizaron jóvenes de cuatro partidos, en octubre de 2018, por los 35 años del memorable «río de libertad», que fue un hito en el camino de la recuperación de la democracia. En ese acto los jóvenes propusieron que, en el año electoral, los dirigentes políticos actúen con transparencia, evitando agravios y situaciones que fomenten la división en la sociedad. Resaltamos este anhelo y lo hacemos nuestro. Sin duda es un sentir de la inmensa mayoría de los ciudadanos, que podamos vivir nuevamente un período electoral en paz, que se caracterice, ante todo, por el empeño de sus protagonistas en respetarse mutuamente.
15. Queridos amigos y hermanos. Nuestra palabra brota del amor a nuestro tierra y a su gente. Alentamos a todos los hermanos en la fe y a los que, sin compartirla, escuchan nuestra voz, a comprometernos como ciudadanos para construir un Uruguay que siempre queremos más justo y más libre. A la Virgen de los Treinta y Tres, Patrona de nuestra Patria, le confiamos nuestros anhelos en este tiempo electoral.
Los obispos católicos del Uruguay
Florida, 5 de abril de 2019
Documento Tiempo de elecciones, tiempo de esperanza PDF