«No se me olvida. Fue en el Verdún, el 19 de abril de hace tres años. Estaba por empezar la Misa campal en honor de la Virgen, cuando vi llegar a un sacerdote alto, joven, con una mochilita a la espalda. Me llamó la atención porque, aunque sonriente, se le notaba cansado. Le pregunté el motivo…: me dijo que había caminado los 10 últimos kilómetros antes de llegar a Minas… Me alegró esta expresión de piedad del P. Daniel Sturla.
En la primera reunión de la Conferencia Episcopal a la que asistió, recién nombrado Obispo auxiliar de Montevideo, se dirigió a mí tratándome de Usted y de Monseñor: le imponían mis 14 años de ventaja… La primera y la segunda vez no le dije nada, pero a la tercera le solté de sopetón: – ¿¡Vas a dejar de decirme Monseñor y de tratarme de Usted!? No se esperaba mi reacción (yo tampoco, la verdad, fue visceral). Me dijo medio confundido: – ¿Y entonces qué le digo? – ¡Tratame como quieras pero no así!…
¡Cómo cambian las cosas los años!, dice el tango con razón. En la próxima reunión de la Conferencia Episcopal, voy a dirigirme a monseñor Daniel Sturla, flamante Arzobispo de Montevideo, diciéndole “Excelencia”, como marca el protocolo. Preveo, no obstante, que su reacción será idéntica a la mía… aunque la verdad es que, desde aquella respuesta destemplada de mi parte, nos tratamos como lo hacen dos hermanos que se quieren.
El 11 de febrero de este año 2014, a monseñor Sturla le cambiaron su mochilita de Obispo auxiliar por la mochila grande de Arzobispo de Montevideo, en la que cabe de todo. No es papa lo que le hizo el Papa…
No le pregunté si esperaba este nombramiento, porque estoy seguro de su respuesta absolutamente negativa. Yo tampoco, la verdad, porque “razonablemente hablando” no parecía lógico: dos años de obispo, 54 de edad… Cuando supe la noticia pensé: ¡pobre Daniel, ahora lo esperan 20 años cargando la mochila!… Pero si Francisco lo quiso así es porque ha visto que tiene las condiciones que necesita la Iglesia en Montevideo: en ella no hay “campañas electorales”, sino confianza en la gracia de Dios que tiene el sucesor de San Pedro. Por parte del elegido-sin-campaña-previa, se espera que responda poniendo en práctica, a full, su lema episcopal: Serviré al Señor con alegría.
Creo que, para llevarlo a cabo desde la Matriz, que es la Plaza Mayor del Uruguay, hace falta mucho coraje. Monseñor Daniel lo tiene: se olvida de sí y se da a los demás; es directo, franco; sabe escuchar y habla con claridad; va al fondo de las cosas y no hace acepción de personas. Es más: busca la amistad con la gente y sabe servir a todos. Y es alegre: se ríe abiertamente. El viejo Nietzche decía que sólo creería en un dios que supiera bailar… Bueno, el nuevo arzobispo representa fielmente a ese Dios, el único que es la verdad: se llama Jesús.
La cruz pectoral de monseñor Daniel es idéntica a la del Papa Francisco. En el centro está representado el Buen Pastor cargando la oveja perdida que salió a buscar y, en los brazos de la cruz, se encuentra el resto del rebaño. Ahí está su programa, toda una aventura que no puede correr en solitario: necesita la ayuda de todos para reunir a tanta oveja descarriada… ¡No lo dejen solo!
Daniel quiere mucho a la Virgen, en su advocación de María Auxiliadora y en la del Verdún, y en la de los Treinta y Tres… No digo que con su ayuda llevar la mochila sea una papa, pero bueno…»
Post publicado el 15 de febrero de 2014 en el blog www.desdelverdun.org