Mons. Milton Tróccoli es Obispo Auxiliar de Montevideo, y participó en el Sínodo de Obispos para la Nueva evangelización, como delegado de la Conferencia Episcopal del Uruguay. A su regreso, le pedimos compartiera con Entre Todos algo de lo vivido en este acontecimiento de toda la Iglesia, que mira con esperanza el futuro de la evangelización.
¿Cómo explicaría el significado del Sínodo de Obispos?
El Sínodo de los Obispos fue instituido por el Papa Pablo VI, luego del Concilio Vaticano II, como una instancia consultiva del Santo Padre para ir poniendo al día a la Iglesia en distintos temas que interesan en un determinado momento.
En este caso el tema central era la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe. La preocupación que el Papa compartió con los obispos y que fue el tema central de este encuentro fue cómo transmitir, comunicar la fe, en el mundo de hoy.
¿Qué sucede en un Sínodo? ¿Quiénes participan?
En este Sínodo en concreto fuimos más de cuatrocientos participantes. Fue el más numeroso hasta ahora en su convocatoria.
Junto con los doscientos sesenta y dos cardenales y obispos estaban presentes teólogos expertos en el tema, representantes de movimientos eclesiales, de la Vida Consagrada masculina y femenina, laicos que representaban sectores o experiencias eclesiales, y también los llamados “delegados fraternos”, o sea, obispos y representantes de otras Iglesias cristianas que tenían su propio aporte sobre el tema.
Por eso fue una experiencia muy linda de eclesialidad, de universalidad, y también de diálogo ecuménico, que nos ayudó a todos a reconocer los logros y las dificultades en la evangelización de hoy.
Fue muy fuerte escuchar hermanos obispos de Irak, de Siria, Medio Oriente, y como sus comunidades vivían la fe en medio de dificultades y conflictos bélicos. En total escuchamos más de 370 intervenciones, con diversas experiencias pastorales y testimonios de cómo se vive y se transmite el Evangelio en distintas regiones y culturas del mundo.
¿De qué modo se toman las decisiones?
El Sínodo tiene varias etapas. Es precedido de una gran consulta en toda la Iglesia sobre el tema en cuestión, luego se elabora un documento que resume y organiza todas las respuestas recibidas, y que plantea las cuestiones que quedan pendientes para la discusión sinodal, es el Instrumentum Laboris.
Cuando comienza la asamblea del Sínodo el Relator General, que ha sido elegido por Papa con anticipación, realiza una intervención resaltando los núcleos más importantes del tema a tratar.
En nuestro caso, luego de esta intervención, obispos delegados de cada continente presentaron un panorama de los logros y dificultades que encuentra la Evangelización hoy en cada región.
Posteriormente vienen las intervenciones en el aula, que deben ser breves, allí me tocó intervenir llevando el aporte de la Conferencia Episcopal del Uruguay. También estuvo Mons. Sanguinetti, obispo de Canelones, en el grupo de los obispos invitados por el Papa.
En la etapa final del Sínodo nos reunimos por “Círculos Menores”, grupos lingüísticos encargados de elaborar propuestas sobre la Nueva Evangelización que luego fueron votadas y entregadas al Santo Padre para que él elabore un documento para toda la Iglesia sobre este tema.
¿Cómo resumiría Ud. el aporte del Sínodo sobre la Nueva Evangelización?
Aunque es muy difícil resumir los aportes de una asamblea tan grande, me atrevería a dar algunas pistas.
Una es la síntesis que el Papa Benedicto XVI realizó en su homilía al finalizar el Sínodo. Por un lado distinguir Nueva Evangelización de pastoral habitual u ordinaria. O sea, no caer en la tentación de decir que todo lo que ya estamos haciendo es Nueva Evangelización y no hay que buscar nada nuevo.
Y luego el Papa marcó tres horizontes para esto: la renovación de la iniciación cristiana (cómo se forma un cristiano), salir al encuentro de los “bautizados alejados”, o sea, aquellos que habiendo recibido el bautismo no viven ni practican su fe, y la misión “ad gentes”, o sea hacia los que no conocen el Evangelio. Hoy no hay que ir a tierras lejanas para encontrar a quienes no se han encontrado con Cristo, hay muchos en países de antigua evangelización que no conocen a Jesús, que no les ha sido anunciado.
Otra pista la da el Mensaje final del Sínodo, -que los animo a leerlo, está muy lindo y profundo-, que comienza con la imagen de la Samaritana junto al pozo. Es la Iglesia que, como Jesús, quiere acercarse a aquellos que hoy están sedientos del agua viva, de la vida de Dios, que beben experiencias, emociones, pero sin encontrar a Aquel que sacia de verdad la sed de sentido de la vida, la sed de eternidad.
Creo que es una buena imagen de la misión que tenemos hoy. Ser buenos interlocutores de los sedientos de nuestro tiempo.
Entrevista publicada en el Quincenario “Entre Todos” N° 292