Los uruguayos nos enfrentamos nuevamente a un tiempo electoral. Lo hacemos con alegría, “nos gusta votar”, porque sentimos fuertemente en este tiempo nuestra condición de ciudadanos, responsables de nuestro país, de su presente y de su futuro. Los Obispos del Uruguay queremos sumar nuestra reflexión para colaborar como ciudadanos y como pastores a un mejor discernimiento a la hora de las opciones que se presentan. En la “Carta del bicentenario” que publicamos en noviembre de 2011 tratamos con mayor amplitud algunos de los temas que aquí presentamos. También en las Orientaciones Pastorales recientes nos referimos a ellos.
Por su naturaleza y misión, la Iglesia no se identifica con ninguna ideología, sistema o partido político. Ella anuncia el Evangelio, que incluye criterios éticos que se encuentran intrínsecamente vinculados al accionar político, y que deben guiar particularmente a los cristianos, en su vida personal y social.
En el marco de una laicidad positiva, los cristianos, a través del testimonio y la labor política, proponemos, en diálogo con los otros ciudadanos, principios y valores que nos identifican, como aporte a la forja de la sociedad democrática que entre todos se construye.
Son muchos los temas que nos preocupan a los uruguayos. Los Obispos, sin pretender un exhaustivo inventario de las urgencias a que debe darse respuesta, subrayamos algunas que nos parecen las más importantes a tenerse en cuenta en este año de discernimiento:
1. La desintegración social afecta de lleno la sociedad abierta e integradora, “en la que es difícil sentirse extranjero”, país de cercanías, que fuimos y aspiramos a ser nuevamente. Junto a la ruptura del tejido social, incluso de orden geográfico, -que se hace notoria con la existencia de los numerosos asentamientos y en la marginación cultural-, se da la pérdida de valores consensuados. Es un fenómeno de gran amplitud y extensión que alcanza a muy variados ámbitos y niveles de la sociedad, y que incide en la problemática de la seguridad ciudadana.
2. La pérdida del sentido de la vida, está en la base de muchos de los males que nos aquejan. Las filosofías individualistas y hedonistas que parecen prevalecer, han incidido en el debilitamiento de las vivencias comunitarias y de los vínculos sociales. La verdad se diluye en verdades parciales, y en este relativismo de ideas, el mismo ser humano se ha convertido en relativo. Crece el consumo de alcohol y drogas especialmente entre los jóvenes (la reciente regulación del consumo de marihuana plantea serios interrogantes sobre sus consecuencias). Los ancianos son poco valorados en su experiencia y sabiduría de vida y los jóvenes no encuentran quien los escuche y acompañe en su crecimiento. Los casos de violencia doméstica parecen difundirse cada vez más y el altísimo porcentaje de ciudadanos con “privación de libertad” es un reflejo de la problemática social que nos golpea.
3. La pobreza y la indigencia siguen teniendo «rostro de niño». A pesar de los esfuerzos que la sociedad uruguaya y sus gobiernos llevan a cabo para combatirla, de la disminución porcentual que se ha dado en estos años, de la baja desocupación, encontramos ese «núcleo duro» de pobreza y de indigencia, generalmente en las periferias de nuestras ciudades, del que no es fácil salir y que nos interpela a todos los uruguayos. A su vez, los pobladores de los rincones más lejanos de nuestra campaña siguen aislados y relegados con respecto a muchos servicios esenciales, lo que los motiva a un proceso de emigración a las ciudades que lleva décadas. La cristiana “opción preferencial por los pobres”, que no es una opción ideológica sino evangélica, se ve en nuestra tradición reflejada, en la expresión artiguista de «que los más infelices sean los más privilegiados».
4. La familia se ve afectada por esta filosofía individualista y hedonista, con graves consecuencias para la sociedad. El alto número de divorcios, la frecuencia creciente de la formación de «parejas de hecho» son síntomas de desvalorización de la familia y del compromiso matrimonial, signos de la dificultad que vivimos para asumir compromisos públicos, permanentes y para toda la vida. La definición de la familia como «base de la sociedad» en el artículo 40 de nuestra Constitución no es acompañada por políticas que la promuevan adecuadamente, sino más bien lo contrario. Se ha debilitado el valor del contrato matrimonial y sus responsabilidades como fundamento de la familia y la educación de los hijos. Se niega la existencia específica del matrimonio como unión de varón y de mujer, diluyéndose en un simple acuerdo entre privados. Se ha pretendido hacer equivalente la unión homosexual y el matrimonio natural.
5. Una sociedad sin niños, una sociedad que no protege la vida de los más indefensos, es una sociedad que pierde el sentido de la vida, se envejece, se entristece, se suicida. Tenemos una muy baja natalidad. Creemos que la aprobación de la ley del aborto ha sido un paso en falso de nuestra sociedad. Seguimos entendiendo que es necesario tomar medidas que protejan la vida humana desde el momento de su concepción y busquen asegurar la posibilidad de un digno desarrollo en la niñez.
6. La educación enfrenta algunos problemas muy serios, entre otros: la deserción en la enseñanza media, sobre todo en los adolescentes que viven bajo la línea de pobreza, y el ausentismo docente. La ley que rige el sistema educativo parece no haber contribuido a su buen gobierno. Continúa desconociéndose en su sentido pleno la libertad de enseñanza: sea de los padres para elegir la forma de educación de sus hijos, sea la de proponer una educación basada en los propios principios. Se imponen programas únicos y se discrimina el uso de recursos públicos, sin dar plena libertad de opción a los padres más pobres. Conforma un grave riesgo considerar que es el sistema educativo el principal educador, relegando a la familia a un papel secundario. La situación de “emergencia educativa” requiere para su abordaje de un amplio consenso, que demanda el concurso y el aporte de toda la sociedad en su conjunto. Las experiencias educativas positivas en ambientes carenciados nos muestra que, cuando el chico es puesto en el centro de la atención, se pueden dar pasos efectivos para beneficio de los más necesitados. La Iglesia ofrece su experiencia en este campo.
7. Elaborar las leyes que nos rigen es una tarea que implica la defensa de los derechos inherentes a la personalidad humana como dice nuestra Constitución (art.o 72). Esta noble actividad supone la búsqueda de consensos, (sobre todo en aquellos temas que son más esenciales), un diálogo inteligente y un sentido de responsabilidad. Las leyes tienen un alto contenido pedagógico para todos, de ahí la importancia de su claridad, que refleje y fortalezca el sentido de justicia que da estabilidad al orden social.
Como ya hemos señalado, no pretendemos con estas reflexiones hacer referencia a la totalidad de los temas a encarar por la sociedad uruguaya. Podría citarse a vía de ejemplo: la salud, la seguridad ciudadana, el maltrato a la mujer, los problemas inherentes a la economía y a la organización del trabajo. Hay dos temas que se han puesto o se quieren poner a consideración de la ciudadanía: la baja de la edad de la imputabilidad y el desarrollo del país en su relación al medio–ambiente con la problemática específica de la minería a cielo abierto. Son temas que nos interpelan y nos exigen informarnos debidamente, procurando tener los elementos necesarios para una decisión responsable.
Teniendo presente las próximas instancias electorales y la consiguiente labor de un nuevo gobierno, anhelamos y pedimos a Dios que, con el esfuerzo mancomunado de todos, pueda alcanzarse el mayor bien para la República. Así lo esperamos, apoyados en la ayuda maternal de María, Virgen de los Treinta y Tres, asociada desde los comienzos de nuestra Patria a su historia y a su pueblo.
Florida, 28 de marzo de 2014
Los Obispos del Uruguay