Los de afuera son de palo, no sudan la camiseta. Sobran los técnicos desde la tribuna. También se dice que los trapos sucios se lavan en casa, en la intimidad.
Sin embargo ¿podemos olvidar tantos rostros familiares y cercanos que nos ayudan? Y están. Siempre.
Después del primer gol, Suárez corrió para abrazar al kinesiólogo artífice de su rápida rehabilitación post-operatoria.
¡Cuántos “kinesiólogos” nos ayudan a enderezarnos, para correr y jugar los partidos que jugamos todos los días! Obvio, ellos no dan el examen por nosotros. Ya jugaron esos partidos.
La sociedad del espectáculo imagina que sólo existen los que aparecen en tv. ¿Y las religiosas que rezan por nosotros, por las familias, por la paz?
Cursé el último año en el liceo militar y mi padre, previendo que algunos días yo no regresaba, temprano, añadía un churrasco en mi desayuno.¡Cuántas madres lavaban y planchaban varias túnicas el fin de semana! Y sin lavadoras!
¡Gracias a los invisibles “kinesiólogos”!
Columna publicada en página «Octavo día» del Diario «El Pueblo» de Salto