Hoy, 3 de julio, recordamos el nacimiento del beato Jacinto Vera. Una ocasión para conocer cómo se formó su familia, las circunstancias en que llegó a este mundo y cómo transcurrieron sus años de niñez y juventud.
Para eso, empezamos por remontarnos en el tiempo y en el espacio: año 1800, Islas Canarias. Dentro de ellas, busquemos la de Lanzarote, que es la que se encuentra más al oriente, frente a las costas de Marruecos. Hacia el centro de la isla se encuentra la localidad de Tinajo, que cuenta hoy con unos 6.500 habitantes.
El 30 de abril de 1800, en la parroquia San Roque de Tinajo, se celebró el matrimonio de Gerardo Vera, de 26 años y Josefa Durán, de 25. Ambos habían nacido en el pueblo y vivían allí. El folio de información matrimonial nos da alguna idea sobre ellos. Se les hicieron las preguntas acostumbradas. Ambos habían cumplido el precepto de la comunión pascual (confesarse y comulgar por lo menos una vez al año y en tiempo de Pascua, establecido por el IV Concilio de Letrán en 1215). Eran de condición humilde. Ninguno de los dos firmó la declaración por no saber escribir. Entre ellos había cierto grado de parentesco, lo que no era raro en las comunidades de las islas, donde varias generaciones se sucedían viviendo siempre en el mismo lugar, por lo que todos terminaban emparentados. Esa relación entre Gerardo y Josefa hizo necesario que se pidiera una dispensa al obispo de Canarias, Mons. Manuel Verdugo, para que pudieran unirse en el sacramento del matrimonio.
Tres hijos les fueron naciendo en los años siguientes: Francisco Antonio, el 29 de julio de 1804; Dionisio Antonio de los Dolores, el 9 de octubre de 1806 y María Teodora, el 20 de abril de 1810. Los tres fueron bautizados en la parroquia San Roque dentro de los tres días siguientes a su nacimiento.
Contando los niños con 3, 6 y 8 años, los Vera decidieron buscar nuevos horizontes para la familia y se lanzaron a una gran aventura: emigrar al otro lado del Atlántico, al Río de la Plata. Siguieron así el camino que llevó a otros canarios, un siglo antes, a convertirse en una parte importante de los primeros pobladores de Montevideo y también a otros isleños que fueron emigrando en décadas sucesivas.
Josefa se embarcó llevando dentro de ella a otro pasajero: su cuarto hijo, que nacería en el mar.
Fue así que el 3 de julio de 1813, Jacinto vio la luz. Según se presume razonablemente, esto sucedió en aguas del Océano Atlántico, en la embarcación que debía llevarlos a las costas uruguayas.
Sin embargo, el viaje de la familia se interrumpió; no a causa del nacimiento de Jacinto, sino debido a la conmoción militar y política que reinaba en la Banda Oriental, hacia donde ellos se dirigían. El Río de la Plata estaba en plena revolución.
La familia recaló en Nossa Senhora do Desterro, en la isla de Santa Catalina, Brasil. La población, a veces nombrada simplemente “Desterro” es hoy la ciudad de Florianópolis. En su parroquia, hoy catedral, el 2 de agosto de 1813 fue bautizado Jacinto, a los 30 días de su nacimiento. El tiempo transcurrido y el hecho de que sus tres hermanos fueran bautizados dentro de los tres días posteriores a su nacimiento permiten suponer que, muy probablemente, el nacimiento de Jacinto se haya producido en el mar, aunque él se reconocía a sí mismo como ciudadano natural de Brasil.
No se sabe bien cuándo llegó la familia de Jacinto a la Banda Oriental, pero todavía estaban en Desterro en 1815, pues allí, el 23 de julio nació su hija Mariana, que fue bautizada al día siguiente en la parroquia.
Jacinto, pues, tenía entre dos y siete años cuando los Vera llegaron a la Banda Oriental. Volvemos a tener noticias de la familia porque se sabe que Gerardo Vera arrendó una chacra en la zona de Maldonado, cerca del abra del Mallorquín, entre San Carlos y Laguna del Sauce.
Ya cerca del final de su vida, en la misión de Pan de Azúcar, el obispo Jacinto recordaría aquellos años:
“Muchos os agradezco, mis muy queridos hijos, las demostraciones de cariño que me prodigáis. Diría que vosotros tenéis títulos para ser objeto de mi preferencia paternal, si esto pudiera caber en el alma de los padres con respecto a los hijos. En estas inmediaciones me he criado y pasé mi niñez como vosotros; como vosotros he sido campesino y he trabajado como vosotros trabajáis. Ya podréis, pues, imaginaros con cuánta satisfacción bendeciré vuestra vida y vuestros trabajos”.
(“La misión pastoral a Pan de Azúcar”, El Bien Público, 14 de mayo de 1881).
Gracias a su trabajo y su vida austera, la familia Vera pudo hacer algunos ahorros y años más tarde, en 1826, se trasladaron a la zona de Toledo (hoy en el departamento de Canelones) donde compraron una chacra.
No muy lejos de su propiedad, se encontraba “la capilla de Doña Ana”, un oratorio público construido por Doña Ana Joaquina Silva, edificado con ladrillos y cal. En el altar había una imagen de Nuestra Señora del Carmen y en dos nichos laterales, las imágenes de San Elías y de Santa Teresa. El predio donde estaba la capilla corresponde hoy al Vivero Nacional “Dr. Alejandro Gallinal” y los muros del oratorio están incorporados al edificio principal del vivero.
La capilla dependía de la parroquia de San Isidro de Las Piedras y era atendida por un capellán costeado por el vecindario. Allí asistía a Misa la familia Vera. Como no se disponía de todos los servicios religiosos, en algunas ocasiones concurrían a la Iglesia de los Franciscanos, en Montevideo.
Como atestigua el P. Lázaro Gadea:
Jacinto fue instruido “en la religión cristiana por sus padres y fue consecuente con sus preceptos. En su niñez y juventud aventajó a los de su edad y se hizo notar por su buena educación, comportamiento y costumbres”.
Para su primera confesión, Doña Josefa condujo a un atemorizado Jacinto al Convento de San Francisco, a confesarse con uno de los Padres viejos. En la capilla de Doña Ana recibió por primera vez a Jesús Eucaristía. Muchos años después, cada vez que llegaba a Toledo recordaba aquel día feliz y no dejaba de visitar la capilla. Luego de su primera comunión, siguió comulgando con asiduidad.
Se sabe que Gerardo Vera, al igual que muchos vecinos, contribuyó con materiales y con su propio trabajo y el de Jacinto, para la edificación de la Casa de Ejercicios de Montevideo. Esa Casa tendría luego una importancia decisiva en la vocación de Jacinto… pero eso ya es otra historia.
Bibliografía y referencias:
Jacinto Vera – Positio – Volumen II
Vivero Nacional «Dr. Alejandro Gallinal»
Imágenes tomadas de: Dr. Lorenzo A. Pons, Biografía del Ilmo. y Revmo. Señor Don Jacinto Vera y Durán. Barreiro y Ramos, Montevideo, 1904.
Beatriz Torrendell Larravide, Geografía histórica de Jacinto Vera. Montevideo, 2010.