Siguiendo una antigua tradición eclesiástica, cada obispo tiene su escudo, en el que pretende plasmar, a través de elementos simbólicos, algunas características significativas de su propia historia o de su forma de concebir su misión. Acompaña al escudo el lema episcopal.
Este escudo tiene en la parte superior la mitra, que es uno de los símbolos del episcopado, y que representa la cima de la santidad, a la que está llamado de un modo particular el obispo. Las dos barras de la mitra indican el carácter de Arzobispo, al igual que el palio blanco con las cruces negras que el Papa entrega a los Arzobispos Metropolitanos el día de San Pedro y San Pablo en Roma.
La cruz del Papa, en Tres Cruces
En la cruz fue clavada “la salvación del mundo”. La blanca cruz del escudo representa la que fue erigida en Tres Cruces, cuando la primera visita de Juan Pablo II al Uruguay (1987), y que se mantuvo en ese histórico lugar, no sin ser, como Cristo, “signo de contradicción”. La cruz está ubicada en uno de los puntos de llegada a la ciudad, y parece plantear el interrogante de la fe a todo el que pasa por allí: “¿Quién dices que soy?”.
El Cerro de Montevideo y la estrella
El Cerro de Montevideo, símbolo de nuestra ciudad, ha estado presente en los escudos episcopales de varios Obispos y Arzobispos de nuestra Iglesia montevideana. Coronada por la fortaleza con su faro, recibe a los visitantes que llegan al puerto de Montevideo. Nos habla de fortaleza, de acogida, de luz que advierte para evitar los peligros.
La estrella simboliza a la Virgen, estrella del mar que guía a los navegantes. A María “vida, dulzura y esperanza nuestra” ha confiado el nuevo Arzobispo su vida y su ministerio: “Todo tuyo, María”. Ella es la Auxiliadora de los cristianos, la Purísima Virgen de los Treinta Tres, “Estrella del alba” de la patria naciente, que continúa acompañando la marcha de nuestro pueblo.
Una pareja de horneros con su nido
El hornero, que construye su nido de barro, es típico de nuestra tierra, y aparece como imagen de la familia, de la comunidad que se construye día a día. Asegura el paisano que el hornero no trabaja el domingo, respetando el día del Señor. En el grupo de “Horneros”, durante los años de liceo, el nuevo Arzobispo descubrió la vida de fe como vida de servicio, especialmente a los más pobres. A su vez, la sólida casa del hornero que proporciona abrigo y frescor, evoca el hogar. A la hermosa experiencia de familia vivida por el Arzobispo
Daniel, siguieron más de 30 años en el “espíritu de familia” propio de la casa salesiana, casa que da cobijo a a los jóvenes para prepararlos a volar. Hoy quiere ser también signo de la familia arquidiocesana que necesita el aporte de todos para ser casa y escuela de comunión.
El lema: “Servir al Señor con alegría”
Este lema fue elegido por el Arzobispo Daniel para su ordenación sacerdotal en 1987. Tomado del salmo 99, es una expresión usada por Don Bosco, para proponer a sus jóvenes la santidad. Expresa el anhelo de un sacerdocio caracterizado por el servicio según el corazón de Aquel que no vino a ser servido sino a servir.
Este servicio es “al Señor”. A Él se lo sirve en la Iglesia, experta en humanidad, que ve en el rostro del que sufre el rostro mismo de su Señor.
Servir con alegría nos habla del gozo de la vida cristiana, de la perenne juventud de la Iglesia, del anuncio del Evangelio. Alegría que brota del corazón de Jesús cuya realidad más íntima es saberse amado por el Padre. La alegría es el sello del Espíritu Santo que está presente especialmente en el corazón de los santos. Ellos enseñan, como Santa Teresita del Niño Jesús, a vivir en el gozo, aún en medio de las pruebas, porque caminamos en la “confianza y el amor”.