Explicación :
1. Campo de azur con estrellas sobre media luna: representa el mundo, al cual somos enviados a evangelizar. En el Apocalipsis Cristo, el Alfa y el Omega, sujeta en su mano las siete estrellas: “Éste es el símbolo de las siete estrellas que viste en mi mano derecha y de las siete lámparas de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete Iglesias, las siete lámparas son las siete Iglesias. (Ap 1:20). Se trata entonces de la Iglesia, Pueblo de Dios en medio del mundo y de los pueblos de la tierra. La Virgen de los treinta y tres orientales está parada sobre el mismo campo estrellado.
2. Campo celeste con el Río de la Plata, recuerda la particular biografía del obispo que ha vivido y desarrollado su misión de los dos lados del río. Es también el río Uruguay que recorre la diócesis de Salto de norte a sur. El celeste simboliza a la Virgen María. Ella cubre con su manto a toda la humanidad redimida.
El monograma o Cristograma IHS, es el nombre de Jesús. Son las tres primeras letras del nombre griego del Señor: ΙΗΣΟΥΣ, iota-eta-sigma. Difundido por la evangelización franciscana (San Bernardino de Siena), y luego asumida por los jesuitas, nos recuerda que la misión del obispo es la de: “apacentar las ovejas en el nombre del Señor, desarrollando en ellas su oficio de enseñar, de santificar y de regir.” Concilio Vaticano II, Christus Dominus, 11.
3. El báculo nos recuerda que “en el ejercicio de su ministerio de padre y pastor, el obispo debe comportarse en medio de los suyos como los que sirven, pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por ellas.” Christus Dominus, 16. El pastor usa una punta del báculo para encontrar y traer a la oveja perdida (Lc 15,6) y la otra para ahuyentar al lobo y proteger al rebaño (cf. Jn 10,12)
4. El lema episcopal: “Cristo es nuestra paz” de la carta de Pablo a los Efesios: “Porque Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, (Ef 2:14). San Pablo se refiere al Pueblo de la Antigua Alianza y al Nuevo Pueblo de Dios. Los cristianos nos reconocemos habitantes de toda tierra y toda patria, pero encaminados a la patria definitiva. El lema manifiesta el deseo de trabajar para que, por el anuncio del evangelio y la presencia de la Iglesia, Madre de Pueblos, todos los hombres y mujeres, sin distinción, tengan acceso a una vida justa según el evangelio y conozcan a Dios Padre en el Espíritu Santo.