REVISTA CARTA DE OBSUR, setiembre 2012
Por Mercedes Clara
El 4 de setiembre se cumplieron veinte años de la pascua del sacerdote uruguayo Isidro Alonso. Veinte años después otro es el contexto del país y del mundo. La sociedad uruguaya no es la misma, aunque muchos de los desafíos que enfrentó Cacho permanecen intactos. Veinte años después, la experiencia de Cacho nos ayuda a pensar una sociedad donde la convivencia y la creación del nosotros resulta el mayor desafío. Cacho invita a recorrer un camino donde espiritualidad y acción, Dios y los pobres, lo individual y lo colectivo, van de la mano. Como anticipo del libro que prepara OBSUR los invitamos a encontrarnos con su palabra.
La búsqueda de Dios
“Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir en un barrio de pobres y hacer como hacen ellos. No como táctica de infiltración, de camuflaje o demagogia, ni siquiera como gesto profético de nada, sino para encontrarlo de nuevo a ÉL, porque sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas. Tampoco como un “Padre” despachador de sacramentos sino como alguien que va a hacer junto a ellos una vivencia de fe, un camino compartido. Tal vez pueda decirles en su idioma de dolor y frustración, que allí, en medio de ellos está ÉL. El que puede cambiar la muerte en Vida, la negación en Esperanza”.
Optar por los pobres
“Antes que nada, es abrir bien los ojos para ver su condición de inhumanidad a causa del aplastamiento que sufren en su dignidad. Cosa nada fácil para quien vive en otras condiciones de vida. Es importante, y más aún, indispensable, descubrir las causas reales que provocan la inhumanidad del pobre. Significa, en segundo lugar, hacer propia la causa de la liberación de estos pobres, lo que en concreto quiere decir ponerse de parte de ellos, hacer propios sus legítimos intereses, sus legítimas aspiraciones, sus búsquedas y sus luchas. Esto, por lógica, lleva a desolidarizarse de todo aquello que los pone en tales condiciones, sean personas, relaciones o estructuras. Pero la vida me fue enseñando que significa, también, adoptar un estilo de vida que sea coherente con la opción.
Ni un minuto más
Esto tiene que ser una cruzada nacional. Tenemos hermanos nuestros que están viviendo de una manera que no puede ser, que no se tolera, que la naturaleza humana no lo tolera, ni un minuto más, ni una hora más. Es un estado de emergencia. Eso nos embarca a todos… Claro que tiene que haber una comprensión de las causas profundas de esto. Hemos montado una «máquina de hacer pobres». Y mientras esa máquina no se desmantele va a seguir el sufrimiento, la pobreza, el hambre.
Me duele ver que llegamos tarde; que la Iglesia demora, las congregaciones religiosas demoran, en acciones valientes, definidas. Estamos en un CTI y parece que los médicos dijeran: es una parte más del hospital y demoran en entrar, mientras los enfermos se mueren. Mueren niños todos los días, mueren en extrema miseria. Muere la inocencia en la niñez, jóvenes que son buenos, caen en la delincuencia pudiendo salvarse. A veces las instituciones del gobierno pierden tiempo en celos, en querer ser determinada institución la que haga tal o cual cosa. Los miedos políticos paralizan. Los sectarismos partidarios impiden obrar con rapidez.
Pienso que no se trata de algo especial. Todos los uruguayos tenemos que sentir esto. Es como en una familia tener al hermanito o al hijo más pequeño, gravemente enfermo. Cómo podemos dormir tranquilos, estar tranquilos, conformarnos con que esto es así… «Ya habrá quién se ocupe de ellos», y yo, mientras tanto, vivo en un nivel y en una situación desahogada, cómoda. Trabajo, tengo mi sueldo, mi pensión -podrán decir muchos- y allá en Aparicio Saravia hay un cinturón de pobreza y de miseria.
Sin insultar, sin vociferar, sin causar resentimientos, quiero sí, denunciar con toda mi fuerza la injusticia social cuyas consecuencias muestra mi barrio. A veces no sé cómo hacerlo, pero cada vez que muere un niño entre nosotros, o cae una “razzia” de la que tantos vuelven molidos, siento remordimiento, me siento culpable yo también, siento que todos somos culpables.
Cosas invisibles
Mataron a Comanche, otra víctima inocente digo yo. Él andaba por malos caminos, pero inocente porque la sociedad lo agredió toda su vida. A pesar de eso él hizo obras que no se ven, por ejemplo, cuando iba a ayudar a la guardería; por ejemplo, su último gesto: salvar la vida de un niño. Le salvó la vida, fue lo último que hizo.
Te cuento como fue el episodio. Se encontraron dos muchachos del barrio, de la misma comunidad, y se pelearon. Cada uno después sacó un revólver. Comanche tiró al aire y, al lado suyo, se arrimó un nenito que lo quería mucho, entonces él, herido ya de un primer tiro, lo empujó hacia el suelo y le dijo “quedáte en el suelo”. Después recibió tres tiros más y él no tiró ninguno. Tiró solo el primer tiro, al aire, como para que el otro acabara. Y la prensa sacó un gran titular diciendo: “Malandras arreglan cuentas. Uno cayó muerto”. Un título y después un pequeño artículo despachando vidas, contra una historia sin nombrarla. Dejando una imagen en la sociedad…
En estos momentos quieren proponer la pena de muerte para menores infractores, se dan cuenta… Y no ven, no se fijan, como dice San Pablo, en las cosas invisibles, no tanto en las transitorias. Dice Pablo, “fíjense en las cosas invisibles”, como diciendo que podemos verlas, y las vemos, las sentimos. En el barrio hay tantos episodios de cosas invisibles que daría para escribir un libro.
La evangelización
Como decía Pablo VI la evangelización empieza por hacer “pasar al hombre de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”. Ante esta gente lo primero que habría que hacer es no agredirla, como hace nuestra sociedad. Hacer que su trabajo sea “humano”. Luego, tratar de encarnarnos en su situación. Con nuestra mentalidad de colonizadores, jamás podremos entender lo que este hombre siente, ama, cree, espera. Solo metiéndonos en su pellejo, en su dolor, en su lucha por el pan de cada día, en su basura, en su borrachera, en su rabia, en su dignidad escondida, solo desde ahí podrá sentirnos como hermanos portadores de la buena nueva de Jesucristo liberador. Pero siempre me pregunto, ¿quién evangeliza a quién?
Yo creo que la Vida Nueva pasa por la cruz, y que la cruz implica proceso, transformación, cambio. Implica también la semilla que muere en el surco. Implica el tiempo; el tiempo es un aliado del hombre y un presupuesto de Dios; él como respetuoso de la persona, respeta también la historia y los procesos. Yo creo que no tenemos que desanimarnos y… seguir; sobre todo por nuestros hermanos más pobres, más abandonados, más postergados, más sufrientes, que han puesto también su confianza en nosotros. Entonces no se trata de verificar hipótesis, ni de hacer estudios ni investigaciones, sino que se trata de ser solidarios hasta el fin.
Dios se hizo vecino
Las personas y los callejones
los basurales y los ranchos
se han ido transformando
porque Dios bajó a los barrios
y se hizo vecino.
Mientras haya manos capaces
de darse para siempre
la liberación es posible.
Testigo
Señor todo es tuyo
que yo no te robe
un ápice de tu gloria
y pueda realmente
ser tu testigo
que ellos al verme
te recuerden
te esperen
te anhelen
te añoren
y te vean”.
(junio de 92)
Fuentes documentales:
– Papel encontrado en una caja de zapatos en la Parroquia de Possolo luego de su muerte
– Salsamendi, Graciela, entrevista radial, en Programa Testimonios, Emisora del Palacio, Montevideo, 26 de mayo de 1988.
– Porras de Hughes, Mara, La otra cara de la Iglesia Católica en Uruguay, Ediciones Talleres Don Bosco, Montevideo, 1988.
– Saludo de Cacho a los amigos de Europa, mensaje grabado en soporte audiovisual, Montevideo, 1991.
-Pedro, Wilson, “Informe especial MOVIDE”, en Mensajero de San Antonio, 1990.