Alicia Cano, guionista y directora de esta película, que a fines de mayo podrá verse en Montevideo y que como primicia hemos podido ver en Salto, me contó la génesis de su obra.
Un día leyó una noticia en un suplemento de El País sobre el club Bella Vista. El ciclo futbolístico del club había concluido, aunque sus veteranos ex jugadores, en sus sueños seguían corriendo la pelota y haciendo goles.
Lo que quedaba era una pequeña sede usada como boliche, antesala de un prostíbulo. La cara triste de los trofeos expuestos eran testigos mudos de glorias efímeras.
Pero hace unos seis años empezó un tercer acto destinado a sembrar esperanzas y cambiar ese oscuro destino. Una abuela pidió hablar con el presidente jubilado del club y se animó a pedirle si no tenía un lugar para dar catecismo a un grupito de niños. El hombre no tuvo problemas para dar trámite al asunto, viendo la hora de recuperar la vieja sede, porque algunos vecinos se quejaban de los ruidos y de la gente que frecuentaba la sede. El barrio había crecido y mejorado cuando se construyó la terminal muy cerca.
Se acercaba el día de la primera comunión y la gente se movió, dio una blanqueada al local y le pusieron el nuevo nombre preferido por la gente que acudía regularmente: Capilla Jesús de la Misericordia.
Alicia tuvo la paciencia y sabiduría de Sócrates, a cuyo método se le llamó mayéutica, o sea, del alumbramiento, quizás porque la madre del filósofo tenía el oficio de partera. Con primeros planos la película rescata testimonios de gente de oficios humildes, en especial el de ladrillero, que ocupa un lugar muy significativo.
La película se abre y cierra con escenas donde se amasa la materia prima de los ladrillos. Un viejo tractor hunde sus ruedas y marcha en el sentido de las agujas del reloj en un fangal donde se va incorporando gradualmente rastrojo, preparando la materia prima de los ladrillos. Primeros planos muestran las manos y los pies de ladrilleros cargando con barro los moldes de madera, llevándolos al horno y manteniendo después el fuego a través de las varias bocas al pie de la pirámide.
La lentitud con que pasaban esas imágenes me transmitieron un profundo mensaje. Recordé escenas bíblicas del capítulo II del Génesis, con el relato más primitivo de la creación, unos ocho siglos antes de Cristo. Usando el lenguaje imaginario, imprescindible para relatar experiencias profundas, se dice que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida”. Se recalca que Adán viene del polvo del suelo, y que hay una relación entre ambas palabras, porque “suelo” en hebreo se dice “adámah”.
Con primeros planos del tractor marchando sobre esa masa oscura y del presidente del Bella Vista trepado en una escalera, sacando uno a uno los ladrillos terminados, para construir casas seguramente, algo nos quiere transmitir la directora. Ella misma contó, antes de proyectarse el film, que hubo dos experiencias en su vida que la predispusieron en el momento de encarar este proyecto. Una es el equipo de fútbol del barrio del cerro, el club Nacional de fútbol. La otra experiencia es la de la Parroquia, donde participaba con su familia.
Las imágenes de la fabricación del ladrillo combinando barro y fuego, muestran que la vida humana es frágil y opaca como el barro, pero que posee un espíritu, un soplo divino, simbolizado en el fuego, que es la libertad, la capacidad de amar y construir.
Pero el Génesis capítulo 11 relata la torre de Babel, que representa la pretensión humana de llegar con el propio esfuerzo hasta el cielo, es decir, el sueño de la omnipotencia, olvidando el barro y la fragilidad. El manejo del fuego implica siempre riesgo. Como lo muestra la confusión después del fallido proyecto de levantar la torre de Babel. Por su parte, la mitología griega relata que Prometeo, quien robó el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres, fue castigado a quedar encadenado al Cáucaso, o sea a los instintos inconscientes que llevan al empoderamiento del mundo según criterios de poder y dominio sin límites.
Son algunos apuntes de una película que vale la pena ver.
Columna publicada en el Diario «Cambio» del viernes 3 de mayo de 2013