Esta es mi última reflexión del retiro, que interrumpí hace un par de semanas. Para que los lodos empiecen a disolverse, pienso que habría que sacar del sepulcro una palabra que, de tan enterrada hace tantos años, casi no se reconoce.
Estamos todos de acuerdo en que hay cuatro puntos cardinales (viene del latín cardo-cardinis = gozne, bisagra…) para orientarse en el espacio: norte, sur, este y oeste. Y cuatro son también las referencias necesarias para que el hombre, toda persona, forje su personalidad completa. De ellas ya hablaba Aristóteles, que llamaba virtudes a esos puntos cardinales para orientar la existencia, de manera de realizar la propia vida: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
No sé por qué razón, la palabra virtud se ha diluido y sólo se habla de valores: de la falta de valores, de que hay que educar en valores… Nuestro prócer nacional, en cambio, insistía: Para que triunfe la justicia, se ha de castigar el vicio y premiar la virtud. Los magistrados deben ser enérgicos, garantidos en sus virtudes.
Como la virtud se ha borrado y no sólo no se educa en la templanza (virtud que te defiende de ti mismo, que te lleva a saber ponerte límites), sino que se fomenta el disfrute de todo a lo loco, sin medida en la comida (¡comiendo soy una bestia!), en la bebida (¿vino, cerveza, whisky?: – Sí, en ese orden está bien), en el uso del sexo (lo importante es tener sexo seguro y placentero, así que, chicas y chicos, ¡aprendan bien todas las formas de practicarlo!), ¿cómo sorprenderse de la violencia doméstica, de los acosos sexuales, de la violencia en la vida diaria?…
Parecería ignorarse que venimos al mundo con una inclinación de fábrica que nos manda cuesta abajo… – ¡Es divino, me lo comería!, dice la mamá cuando el nene tiene 3 o 4 años. Al llegar a los 13 o 14 se pregunta seriamente: – ¿Por qué no me lo habré comido?…
Que los hombres (y las mujeres, claro), por tanto, necesitamos que nos eduquen para ejercitarnos en las virtudes humanas (las cuatro cardinales y sus anexas como la generosidad, la veracidad, la sencillez, la laboriosidad, la sobriedad, el dominio de sí y otras muchas), es algo de cajón. Y también lo es que, con una buena base de esas virtudes y con la gracia de Dios, podemos llegar a alcanzar… ¡otra que la medalla de oro!
Como me parece que ya terminó el retiro presidencial, también termino yo, no sin antes recomendar leer lo que dice sobre este tema de las virtudes el Catecismo de la Iglesia Católica. (Link http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a7_sp.html#I Las virtudes humanas)
La pregunta original que motivó estas reflexiones fue: «¿Qué nos está pasando»? La destemplanza generalizada no es la única causa de la violencia que padecemos, pero sí me parece un factor importante. Pretender reducirla mediante el cultivo estatal de la marihuana, pienso que nos llevará en no mucho tiempo a preguntarnos: «¿qué nos está quedando?». Recemos para que la UTE del Cielo nos dé un poco más de luz.