Hace 48 horas, en su última audiencia general en Plaza San Pedro, abrazado por una muchedumbre de fieles, peregrinos y autoridades que acudieron a despedirlo, Benedicto XVI, agradecido y conmovido, trazó las claves de su pontificado y de su vida. Entiendo por claves esas convicciones o certezas últimas que sustentan una vida y su desarrollo.
Dios guía y hace crecer la Iglesia. Los obreros de la mies predican la palabra, pero quien da el misterioso crecimiento y alimenta la fe es el soplo divino. Nadie se da completamente la vida a sí mismo. Igualmente la fe: podemos cultivarla y agradecerla, pero no inventar ese primer impulso que nos llevó como niños a los brazos de un Padre creador, bueno y todopoderoso.
Llevo a todos conmigo. El “ser con otros” lo vivimos todos, aún el más solitario. El Papa, desde ayer emérito o jubilado, no ha optado por una vida desvinculada y sin problemas. Quien reza no está solo; carga consigo la memoria de personas, lugares, sufrimientos y alegrías. Es lo que ha hecho y continuará haciendo Benedicto XVI.
Confianza. Experiencia que como corriente de agua profunda ha regado todas las horas, decisiones, gozos y sufrimientos de un creyente en el umbral de sus 86 años y los últimos ocho timoneando la barca de la iglesia. Confianza expresa una actitud, una manera de interpretar la vida, la iglesia, el mundo, sus conflictos y los caminos de su felicidad, con los ojos de la fe en el Dios de los cristianos, que sostiene el mundo y todo acontecer. El primer fruto de la fe es una serenidad profunda de quien sabe que la fuerza de la Iglesia no proviene de especulaciones humanas ni de una férrea voluntad ni de una exacta programación. Esta fe imprime día tras día en el creyente las huellas del Evangelio, presencia cercana y misericordiosa de Dios que actúa por medio de Jesucristo. Su palabra y su soplo inspirador sostienen y liberan energías del alma en las peripecias de la vida.
Certeza. No es rigidez ni frialdad ni intolerancia. Es una cualidad de la inteligencia cordial de una persona que ha encontrado la perla escondida del Evangelio, la verdad, que aunque es un inmenso océano, ya nadamos en sus orillas. El Papa manifiesta que desde que asumió, hace casi ocho años, la misión de sucesor de Pedro, lo ha acompañado una íntima certeza a lo largo de todos los días. Desde el momento que aceptó la votación de los cardenales que había recaído en él, manifiesta que dentro de él afloró un diálogo íntimo: “Señor, ¿por qué me pides esto y qué cosa concretamente? Es un peso grande que pones sobre mis espaldas, ¡pero si Tú me lo pides, apoyado en tu palabra tiraré las redes, seguro que Tú me guiarás, incluso con todas mis debilidades!”
Después de ocho años Benedicto comprueba que el Señor lo ha guiado y ha estado muy cerca de él; de tal manera que ha podido percibir cada día su presencia.
En un mar sereno y agitado. Inspirado en la escena evangélica de la barca donde navegan los apóstoles zarandeados por la tormenta, el Papa comprueba que le ha tocado vivir horas de serenidad y luz pero también momentos en que como Pedro y los otros discípulos, las aguas agitadas y el viento contrario golpean con fuerza. Pero la historia, maestra de la vida, enseña que esto no es algo particular de este tiempo sino que se reedita en todas las etapas de la historia de la iglesia. ¡Y el Señor parecía dormir! Pero el secreto de su serenidad, por sobre todas las cosas, es que la barca de la Iglesia no es nuestra, sino suya! Y Dios no la deja hundir, la conduce a través de las personas que El mismo ha elegido.
Agradecimiento. Benedicto expresa que nunca le ha faltado a la Iglesia y a él la luz, el amor y el consuelo de Dios.
El agradecimiento lo extiende a todas las personas que lo han ayudado; muchas permanecen en el silencio pero con su diaria responsabilidad han facilitado su actividad. Menciona a los hermanos obispos y sacerdotes, a las personas consagradas y a todo el pueblo cristiano que ha encontrado en audiencias, visitas pastorales y viajes. “Cada día los he llevado en mi oración, con el corazón de Padre.”
Un padre generoso, entregado siempre a su misión, resume toda su trayectoria.
Columna publicada en el Diario «Cambio» del 1 de marzo de 2013