El Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, el 16 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, ordenó sacerdote a Ignacio Amorós, de 32 años de edad, nacido en Madrid y que eligió incardinarse en la Diócesis de Minas.
La ordenación sacerdotal tuvo lugar en la Catedral de Minas. En su homilía el obispo animó al flamante sacerdote, quien es un apasionado del fútbol, a enseñar ‘a muchos a meter goles en su vida de hijos de Dios, a poner garra en su servicio, a jugar cada día el partido de la santidad con ilusión humana y sobrenatural’.
Mons. Fuentes destacó que cuando Dios “elige a alguien para seguirlo, sale a su encuentro una y otra vez, y tiene una gran paciencia”. Esa fue la historia con Ignacio conforme el relato del obispo: ¨Dudando si dedicarse a jugar al fútbol profesionalmente, decidió seguir estudiando y, después de terminar los estudios, empezó a trabajar. Pero la inquietud continuaba arañándolo… Escribe Ignacio que llegó un momento en el cual desafió a Dios diciéndole: `Jesús, si quieres que sea sacerdote, dímelo claramente. No estoy dispuesto a dejar mi vida, mi trabajo, mis amores, mis sueños… por una inquietud de la que no estoy seguro. ¡Quiero escucharlo!´. Lo escuchó clarísimamente y por medio de quien menos lo esperaba: fue su novia la que le soltó un `Nacho, tú tienes que ser sacerdote´. Entonces sí, ya no podía dudar. `Aquí estoy, porque me has llamado´”.
El Obispo de Minas subrayó que “pasan los años y pasan los siglos, y Jesús continúa moviendo los corazones y provocando entusiasmos y deseos de seguirlo y de dar por Él la vida”. “Cuando un hombre cae en la cuenta de que el Señor lo ha señalado y le ha dado un beso en la frente y lo llama para que continúe su misión redentora actuando en su nombre, personificándolo, y por Él está capacitado para consagrar su Cuerpo y su Sangre y para perdonar los pecados, y quiere el Señor que siga enseñando a los hombres cómo ir al Cielo, y que consuele, y acompañe, y comprenda y anime, entonces, lo único `razonable´ es decirle, con palabras de la Sagrada Escritura: AQUÍ ESTOY, PORQUE ME HAS LLAMADO”, señaló el obispo.
Refiriéndose a la llegada del ahora Pbro. Ignacio a Minas, recordó que hace 3 años llegó y celebraron su cumpleaños en la capilla Madre de Misericordia, en el Verdún. “¡Qué misterio el de la elección divina y por qué caminos misteriosos nos lleva el Señor! ¿Por qué Ignacio, después de conocer y trabajar apostólicamente en no pocos lugares del lejano Oriente, de América Latina y de África, y de conocernos a nosotros, se planteó la posibilidad de venir aquí, a nuestra Diócesis, a desempeñar su sacerdocio?”, planteó el Pastor, y afirmó que “la única `explicación´ razonable está en lo que le dijo Jesús a Nicodemo, cuando fue a visitarlo de noche: `Tú oyes el viento, pero no sabes de dónde viene ni adónde va: así es todo el que es llevado por el Espíritu Santo´”.
“Querido Ignacio, tu decisión es fruto, sin duda, del Espíritu Santo que está permanentemente sugiriéndonos, empujándonos, consolándonos… y que se sirve de mediaciones humanas para comunicarnos su Voluntad. Es verdad; te sugerí un día, en Pamplona, venir a Minas. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, dice el refrán. Y sin embargo, aquí estás. Y cuando el Señor inspira una resolución que se toma sólo por Él y por su Iglesia, premia la respuesta afirmativa con grandes alegrías y con el gozo del Espíritu Santo, que supera siempre los más grandes deseos del corazón. ¡Gracias, Ignacio, muchas gracias!”, expresó el Obispo.
Acompañaron a Amorós en su ordenación sacerdotal su familia llegada de España así como sacerdotes amigos de Argentina.
El flamante sacerdote es, además, Licenciado en Dirección y administración de Empresas (CUNEF).
Después de varios años de experiencia profesional y sintiendo la vocación sacerdotal, decidió empezar sus estudios de preparación para el sacerdocio. En 2013 fue admitido como seminarista por el Arzobispo de Madrid, Card. Antonio M. Rouco Varela, que lo envió al Seminario Internacional Bidasoa, en Pamplona. Cursó los estudios institucionales en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, donde ha empezado los estudios de licenciatura.
En agosto de 2017 viajó a Uruguay y conoció la Diócesis de Minas. Enterado de la necesidad de sacerdotes que tiene Uruguay, con el permiso oportuno del actual Arzobispo de Madrid, Cardenal Carlos Osoro, decidió incardinarse en la Diócesis de Minas. Recibió la ordenación diaconal en el Seminario Bidasoa, el 12 de octubre de 2018, de manos del Mons. Fuentes.
Texto de la homilía de Mons. Jaime Fuentes
Queridos hermanos:
Qué maravilla escuchar en la primera de las lecturas la declaración del amor que Dios nos tiene: MI DELICIA ERA ESTAR CON LOS HIJOS DE LOS HOMBRES, desde toda la eternidad, creando este mundo nuestro para que gocemos de él…
Y ese deseo divino de estar con nosotros, sus hijos, corriendo al crearnos “el riesgo de la libertad”, como decía san Josemaría, llegará hasta el colmo del amor de Dios: quiso asumir nuestra naturaleza humana, ser uno de nosotros, para enseñarnos cómo conquistar el Cielo que nos tiene preparado. Nos habló, nos dio ejemplo de paciencia, de comprensión, de predilección por los que sufren, de perdón… y fue condenado a morir en una Cruz. ¡Qué misterio impenetrable!… “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único”…
Nos dijo Jesús que “nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos”… Y su muerte tuvo el asombroso sentido que habían anunciado los profetas: “cargó con nuestros pecados”; “por sus heridas fuimos salvados“…
Y aún más: la última vez que cenó con sus apóstoles, cumplió una promesa que, cuando la pronunció, había provocado escándalo: “les daré a comer mi carne”… Y lo hizo: tomó el pan, y tomó el vino, y les dijo: “esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes, esta es mi sangre que será derramada”… “Hagan esto en memoria mía”.
Así, tan fácilmente, consagró sacerdotes a aquellos hombres, para continuar entre nosotros y transformarnos en Él… Más aún, y por si todavía fuera poco: tal y como lo había anunciado, al tercer día de su espantosa muerte en la Cruz resucitó, volvió a la vida para nunca más morir, y lo primero que hizo, como apurado, fue ir a verlos para decirles: “Reciban el Espíritu Santo, a los que ustedes les perdonen los pecados les quedarán perdonados”… Comunicó a sus sacerdotes, con el soplo del Espíritu Santo, el poder que sólo Él tiene: perdonar los pecados, de manera que cada uno sepa con certeza que hasta ese extremo llega el amor inaudito que nos tiene.
A aquellos hombres, los primeros sacerdotes, les quedó claro lo que Jesús les había dicho: “no me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes”… Y pasan los años y pasan los siglos, y Jesús continúa moviendo los corazones y provocando entusiasmos y deseos de seguirlo y de dar por Él la vida. Cuando un hombre cae en la cuenta de que el Señor lo ha señalado y le ha dado un beso en la frente y lo llama para que continúe su misión redentora actuando en su nombre, personificándolo, y por Él está capacitado para consagrar su Cuerpo y su Sangre y para perdonar los pecados, y quiere el Señor que siga enseñando a los hombres cómo ir al Cielo, y que consuele, y acompañe, y comprenda y anime, entonces, lo único “razonable” es decirle, con palabras de la Sagrada Escritura: AQUÍ ESTOY, PORQUE ME HAS LLAMADO.
Entonces ese hombre empieza a estrenar una vida nueva, que le obliga a buscar sobre todo la santidad, mientras escucha que resuena en su corazón, de un modo magnífico, la promesa de Jesús: “Todo el que deje padre, o madre o hermanos y hermanas, por mí y por el Evangelio, recibirá cien veces más y después la vida eterna”.
Cuenta Ignacio en un libro de testimonios que escribieron él y Don Alfonso Rey: “Un día iba conduciendo mi moto y paré a rezar un rato en una capilla que tenía el Santísimo expuesto. Abrí la Biblia y una frase se grabó en mi corazón: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida´. Seguí rezando y otra frase de la Biblia se imprimió con fuego en mi corazón: ‘Dios es amor´. Fue algo que dio un vuelco a mi vida”.
No crean que lo dejó todo inmediatamente… Lo hizo esperar al Señor, que iba metiendo en su alma la inquietud de entregarse a Él y ser sacerdote. Siguió estudiando, terminó su carrera… Dudando si dedicarse a jugar al fútbol profesionalmente, decidió seguir estudiando y, después de terminar los estudios, empezó a trabajar.
Pero la inquietud continuaba arañándolo… Y es que Dios Nuestro Señor, cuando elige a alguien para seguirlo, sale a su encuentro una y otra vez, y tiene una gran paciencia. Escribe Ignacio que llegó un momento en el cual desafió a Dios diciéndole: “Jesús, si quieres que sea sacerdote, dímelo claramente. No estoy dispuesto a dejar mi vida, mi trabajo, mis amores, mis sueños… por una inquietud de la que no estoy seguro. ¡Quiero escucharlo!”. Lo escuchó clarísimamente y por medio de quien menos lo esperaba: fue su novia la que le soltó un “Nacho, tú tienes que ser sacerdote”.
Entonces sí, ya no podía dudar. “Aquí estoy, porque me has llamado”. Por un camino más sinuoso que el de nuestras sierras, el Señor lo ha traído a este pedacito de la Iglesia universal que se llama Diócesis de Minas. Lo trae de un modo inesperado para todos nosotros, dichosamente inesperado.
Hace tres años vino a Minas acompañando a Nico, que está ejerciendo su diaconado… Recuerdo que el 15 de agosto celebramos el cumpleaños de Ignacio en la capilla Madre de Misericordia, en el Verdún.
¡Qué misterio el de la elección divina y por qué caminos misteriosos nos lleva el Señor! ¿Por qué Ignacio, después de conocer y trabajar apostólicamente en no pocos lugares del lejano Oriente, de América Latina y de África, y de conocernos a nosotros, se planteó la posibilidad de venir aquí, a nuestra Diócesis, a desempeñar su sacerdocio? Es verdad que Lavalleja es algo fantástico, pero en fin…La única “explicación” razonable está en lo que le dijo Jesús a Nicodemo, cuando fue a visitarlo de noche: “Tú oyes el viento, pero no sabes de dónde viene ni adónde va: así es todo el que es llevado por el Espíritu Santo”…
Querido Ignacio, tu decisión es fruto, sin duda, del Espíritu Santo que está permanentemente sugiriéndonos, empujándonos, consolándonos… y que se sirve de mediaciones humanas para comunicarnos su Voluntad. Es verdad; te sugerí un día, en Pamplona, venir a Minas. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, dice el refrán. Y sin embargo, aquí estás. Y cuando el Señor inspira una resolución que se toma sólo por Él y por su Iglesia, premia la respuesta afirmativa con grandes alegrías y con el gozo del Espíritu Santo, que supera siempre los más grandes deseos del corazón. ¡Gracias, Ignacio, muchas gracias!
¿Qué puedo decirte de nosotros? Cuando estuvo en Uruguay san Juan Pablo II, nos dijo hablando de los uruguayos: “Sé que sois un pueblo de corazón, que sabe querer y valorar la amistad”… Es verdad, y estoy seguro de que ya lo estarás comprobando, y más aún lo comprobarás. No es poco identificarnos como “un pueblo de corazón” y recibir de un Papa santo ese elogio… Llevado a un plano sobrenatural, ese será un cauce por el que podrás hacer llegar a muchas personas el “agua viva” que solamente tiene Jesús, para calmar la sed de vida eterna que todos sufrimos y la que Él tiene de nuestro amor.
Somos gente de corazón, hombres y mujeres. Y sé perfectamente que sabrás poner tu corazón en todo y con todos; que sabrás, como Jesús, ser “el buen Pastor que llama a las ovejas por su nombre”. Ellas conocerán tu voz y te seguirán, y sabrás llevarlas al único y perfecto Buen Pastor.
No imagines un futuro brillante… Sabés bien que un sacerdote no es ordenado para brillar, sino para servir como sirvió Jesús, el Verbo de Dios encarnado.
Dios Nuestro Señor te eligió en este tiempo, cuando parece cumplirse en todo el mundo el Salmo número 2: “rompamos sus ataduras, arrojemos lejos de nosotros su obediencia”… Bendita elección la tuya, porque al mismo tiempo que resuenan tambores de guerra contra Dios, no son pocos los jóvenes, de manera particular, que anhelan guías que los acompañen en el camino que lleva a la santidad. ¡Gran misión la tuya, que serás sacerdote para siempre! ¡Qué alegría tendrás al enseñarles a profundizar en su vocación bautismal y descubrir, como leímos en la Carta de san Pablo a los Romanos, que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.
En este país, Ignacio, hay mucha pasión por el fútbol (cuando juega Uruguay, hoy sin ir más lejos, todos nos vestimos de Celeste…). Sabemos que esta pasión es también la tuya. Le pido al Señor que puedas enseñar a muchos a meter goles en su vida de hijos de Dios, a poner garra en su servicio, a jugar cada día el partido de la santidad con ilusión humana y sobrenatural.
Quería decirte por último algo que ya sabés: en nuestra Diócesis y, más aún en nuestra ciudad de Minas, la Santísima Virgen del Verdún nos cuida desde hace muchos años. El 18 de noviembre próximo celebraremos 110 años desde que fue bendecida y entronizada su imagen en el cerro del Verdún. Cada año es un asombro ver llegar a miles y miles de hombres y mujeres, familias enteras de todo el Uruguay, que vienen aquí a venerarla. Nuestra Diócesis y nuestra Catedral están consagradas a la Purísima Concepción de Minas. En fin, estás Ignacio, en las mejores manos… Nuestra Madre del Cielo, a sus hijos sacerdotes, los cuida de un modo muy particular y los lleva fácilmente a configurarse con su Hijo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Muchas gracias Cristóbal y Silvia porque además de traer al mundo a Ignacio, lo prepararon para que el Señor hiciera germinar en él la semilla del sacerdocio; gracias, Alberto; gracias Marta; gracias, Silvita; gracias Sandra. Entiendo que no les resultará fácil desprenderse de Ignacio… y, al mismo tiempo, sé que hacen con gusto el sacrificio y que ahora ocupamos todos un lugar especial en la oración de todos. Estén seguros de que lo cuidaremos bien, lo mejor que sepamos.
Gracias don Miguel Antonio y don Alfonso, amigos sacerdotes de Ignacio desde hace tanto tiempo y que han cruzado el charco para estar con él y rezar por él en este día extraordinario: sólo Dios sabe cuánto debemos a su oración por la vocación de Ignacio; sé que seguirán rezando por él, para que sea bueno y fiel, y que rezarán también por nuestra Diócesis de Minas. Que así sea.