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Cristo Resucitado, vivo y presente en medio de nosotros, como a los discípulos a la orilla del lago, nos sigue invitando a estar con Él y compartir su mesa. El tiempo de pandemia significó gran dolor y tristeza para todos. Después de esta experiencia, llega el momento en que podemos retomar sin restricciones las celebraciones de la Santa Misa. Por eso, comunicamos que todas las medidas y protocolos sanitarios tomados por la Conferencia Episcopal del Uruguay dejan de estar vigentes. Recomendamos a los párrocos estar atentos a la situación sanitaria de la comunidad.

Aprovechamos la oportunidad de este anuncio, para recordar a las comunidades, los siguientes puntos:

EL PRECEPTO DOMINICAL

La Eucaristía es constitutiva del ser y del actuar de la Iglesia. Por eso, la antigüedad cristiana designó con la expresión “Corpus Christi” tanto el cuerpo nacido de la Virgen María, como el cuerpo eucarístico y el cuerpo eclesial. Este dato, muy presente en la tradición, ayuda a aumentar en nosotros la conciencia de que no se puede separar a Cristo de la Iglesia y a la Iglesia de la Eucaristía.

El tercer mandamiento de la ley de Dios de santificar las fiestas y el mandato de Cristo “Hagan esto en memoria mía” fundamentan el precepto de la participación en la celebración de la Eucaristía comunitaria el Domingo, Día del Señor y en los demás días señalados. En el Uruguay estos son: el 6 de enero, la Epifanía del Señor; el 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción de María y el 25 de diciembre, Navidad del Señor.

EL SALUDO DE LA PAZ

El saludo de paz es un gesto muy significativo y querido por el pueblo de Dios, que desde el comienzo de la pandemia, por razones sanitarias, suspendimos en su modo habitual.

Este saludo está ubicado entre los ritos que preparan a la Comunión. Tiene un sentido teológico propio:“la Iglesia implora para sí misma y para toda la familia humana la paz y la unidad, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de comulgar con el Sacramento”. No se ha de perder esta perspectiva; por eso debe expresarse la paz sobriamente y sólo a los más cercanos.Debe evitarse: los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz, que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a los fieles, que en algunas circunstancias el darse la paz sea ocasión para expresar otros saludos.

De esta forma, el saludo de paz adquirirá su pleno significado en la comunión sacramental, por la cual el comulgar con el mismo Pan nos hace uno con el Señor y con los hermanos. La Eucaristía es sacramento de unidad y caridad, “es el encuentro personalísimo con el Señor y sin embargo, nunca es un mero acto de devoción individual”. [1]

LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA

En la celebración de la Eucaristía, después que el sacerdote ha comulgado, distribuye el Pan consagrado a quienes van a comulgar, los cuales se acercan procesionalmente.

Desde la época de los apóstoles y durante varios siglos, la comunidad cristiana mantuvo con naturalidad la costumbre de recibir el Pan eucarístico en la mano. Con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, se restituye la posibilidad de recuperar este valioso gesto de los primeros siglos de la Iglesia, así como la posibilidad que los ministros laicos puedan ser llamados a distribuir la Eucaristía dentro y fuera de la celebración.

La Sagrada Comunión se distribuye a través de los ministros que la Iglesia ordena o autoriza para esto. De esta manera, se resalta que es un don que viene de Dios y que el ministro realiza un servicio. Por tanto, los fieles no toman de la mano del sacerdote la Comunión ni comulgan por ellos mismos tomando la hostia del altar, “ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano”[2]

Queda a discreción del fiel el recibir la Sagrada Comunión en la mano o en la boca. Ambas maneras pueden ser respetuosas y expresivas. A propósito de la comunión en la mano, decía san Cirilo de Jerusalén: “Cuando te acerques a recibir el Cuerpo del Señor… haz de tu mano derecha, un trono para tu mano izquierda, ya que recibirás al Rey. En el centro de tu mano recibe el cuerpo de Cristo diciendo: Amén; y con precaución tómalo”.[3] Siguiendo esa tradición, quien se acerca a comulgar extenderá sus manos, palma sobre palma, izquierda sobre derecha y el ministro depositará allí la hostia consagrada. El fiel, delante del ministro, la tomará con su derecha y comerá el Cuerpo del Señor.

Tanto en el modo de comulgar, como en el de llevar la Comunión a los enfermos, póngase de manifiesto la reverencia de la Iglesia al Cuerpo de su Señor.

Los Obispos del Uruguay

Florida, 28 de abril de 2022

[1] BENEDICTO XVI. Homilía In Cena Domini, Jueves Santo, 21 de abril de 2011.

[2] Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos- Instrucción Redemptionis Sacramentum sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía, n.94

[3] Patrología Griega, Jacques Paul Mignes (trad. latina), Catequesis 23 (Mistagógica V.), 21.

 


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