Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos la FIESTA de la NAVIDAD.
NAVIDAD, porque en Belén de Judea ha nacido un NIÑO. FIESTA, porque ese Niño es personalmente Dios y viene a nosotros para que cada integrante de la familia humana pueda ser partícipe de su ser y de su vida divina.
En comunión con el Papa Benedicto XVI que para conmemorar los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II y los 20 de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, nos convoca a celebrar un AÑO DE LA FE, queremos asumir, desde la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, el compromiso de ser CONSTRUCTORES DE LA PAZ.
PAZ, es una palabra que no necesita de interpretación para ser entendida por todos. Cuando el Hijo de Dios se hace hombre, en el cielo resuena el augurio de los ángeles: GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES. El deseo de la paz y la necesidad de la paz son algo que pertenecen a la universalidad de los seres humanos de todos los tiempos y de todas las culturas: “te deseo mucha paz”, decimos; “la paz sea contigo”, “vive en paz”, son todas expresiones que brotan espontáneas cuando auguramos algo lindo a familiares y amigos. Es lo que brota de nuestro corazón todos los días, pero especialmente en la NAVIDAD.
Porque todos somos sujetos de derechos humanos, todos estamos llamados a ser constructores de paz. Para eso, lo primero que se nos pide es que tengamos paz. No hay ningún supermercado que venda paz. La paz se pide a Dios como don y se la conquista con la libertad y la solidaridad de todos los hombres. “MI PAZ LES DEJO, MI PAZ LES DOY”, dijo Jesús a sus discípulos después de su resurrección.
El Papa Juan XXIII sostiene en la Pacem in terris, cuyos 50 años celebraremos el próximo año: “La paz comporta la construcción de una convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia”. Y Benedicto XVI añade: “La negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del ser humano en sus dimensiones constitutivas, en su capacidad intrínseca de conocer la verdad y el bien y, en última instancia a Dios mismo, pone en peligro la construcción de la paz. Sin la verdad sobre el hombre, inscrita en su corazón por el Creador, se menoscaba la libertad y el amor, la justicia pierde el fundamento de su ejercicio”.
En esta Navidad quisiéramos acentuar nuestra disponibilidad a la venida del Espíritu Santo para que con su presencia podamos hacer nuestro el misterio de la Encarnación, siendo CONSTRUCTORES DE PAZ.
Jesucristo, el Señor, nos trae su paz, nos dona su paz. Y llama a los CONSTRUCTORES DE LA PAZ : “BIENAVENTURADOS” (Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-23).
Benedicto XVI aplica esta bienaventuranza a nuestro hoy, sosteniendo que “la bienaventuranza consiste en el cumplimiento de una promesa dirigidas a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor. Quienes se encomiendan a Dios y a sus promesas son considerados frecuentemente por el mundo como ingenuos o alejados de la realidad. Sin embargo, Jesús les declara que, no sólo en la otra vida sino ya en esta, descubrirán que son hijos de Dios, y que, desde siempre y para siempre, Dios es totalmente solidario con ellos. Comprenderán que no están solos, porque Él está a favor de los que se comprometen con la verdad, la justicia y el amor. Jesús, revelación del amor del Padre, no duda en ofrecerse con el sacrificio de sí mismo. Cuando se acoge a Jesucristo, Hombre y Dios, se vive la experiencia gozosa de un don inmenso: compartir la vida misma de Dios, es decir, la vida de la gracia, prenda de una existencia plenamente bienaventurada. En particular, Jesucristo nos da la verdadera paz que nace del encuentro confiado del hombre con Dios” (Mensaje para la paz 2013).
1. CONSTRUIMOS LA PAZ, PROMOVIENDO LA FAMILIA Y LA VIDA
Siento la necesidad de reiterar lo que ya afirmé en distintas oportunidades acerca de la familia. Nunca dejaremos de asombrarnos frente al misterio de la encarnación del Hijo de Dios que se concretiza en el tiempo en la vida de una común y humilde familia en una desconocida aldea de Palestina, Nazaret. Sin embargo en ella se refleja el misterio de Dios, que es UNO en TRES Personas divinas. Y cuando el Hijo eterno se hace hombre, asume la condición humana, menos en el pecado, en su totalidad: hecho a imagen y semejanza de Dios, que es uno y trino. Para eso se hace familia. La familia humana es la concreción histórica del hombre hecho a imagen, según la semejanza divina.
Cuando miramos alrededor de nosotros y vemos la realidad concreta de tantas familias en las que el amor ya no existe o existe herido, maltratado por esa inconcebible y tan deplorada violencia doméstica, opacado por la infidelidad, el egoísmo y la traición, sentimos la tentación de dejarnos vencer por la incredulidad en relación al proyecto de Dios para con la familia humana. Todo esto que nos presenta la Escritura, ¿no será una hermosa utopía, tan divina como irrealizable por parte de los seres humanos?
El testimonio de la familia de Nazaret y el de tantas familias nuestras a lo largo de la historia nos ayuda a poner nuestra esperanza en el poder del Espíritu Santo que viene en ayuda de nuestra debilidad.
Por eso seguimos apostando a proclamar con humildad y firmeza, con gozo y alegría el EVANGELIO DE LA FAMILIA y DE LA VIDA.
Estamos convencidos que el futuro del ser humano, sea contemplado en el valor primario y absoluto de su dignidad como persona, sea asumido en su dimensión social como nación y como familia humana universal, depende en máxima parte de la promoción de la familia realizada según el designio de Dios que la hizo a imagen y semejanza de la familia trinitaria. Vivimos en el tiempo y en la historia de acuerdo a nuestra vocación anticipando, por supuesto de una forma limitada pero real, esa forma de vida en el amor que encuentra en la Trinidad Santa la meta última, definitiva y eterna, en la que Dios será todo en todos (1 Co 15,28).
El Papa Benedicto XVI hace un fuerte llamado – relacionado con la familia – acerca de la educación en una cultura de la paz:
“Deseo reiterar con fuerza que todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar con pasión por el bien común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una educación social idónea. Nadie puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político. Ésta tiene como vocación natural promover la vida: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. En concreto, la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino. LA FAMILIA – así como es querida por Dios – ES UNO DE LOS SUJETOS SOCIALES INDISPENSABLES EN LA REALIZACIÓN DE UNA CULTURA DE LA PAZ. Es necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primero en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso. En la familia nacen y crecen los que trabajan por la paz, los futuros promotores de una cultura de la vida y del amor”.
2. CONSTRUIMOS LA PAZ PROMOVIENDO UNA PEDAGOGÍA PARA LA PAZ
“Aparece la necesidad de PROPONER y PROMOVER UNA PEDAGOGÍA DE LA PAZ. Esta pide una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. En efecto, las iniciativas por la paz contribuyen al bien común y crean interés por la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. (nº 7). […] Es un trabajo lento porque supone una evolución espiritual, una educación a los más altos valores, UNA VISIÓN NUEVA DE LA HISTORIA HUMANA.
Con el Papa beato Juan XXIII, “pidamos a Dios que ilumine también con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, al mismo tiempo que se esfuerzan por el justo bienestar de sus ciudadanos, aseguren y defiendan el don hermosísimo de la paz; que encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la recíproca comprensión, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz” (Cfr Pacem in terris [11 de abril de 1963]: AAS 55 (1963), 304).
3. CONSTRUIMOS LA PAZ PROMOVIENDO UN NUEVO ORDEN ECONOMICO
Se está viviendo en el mundo una crisis financiera y económica – que tiene como efecto un aumento de las desigualdades entre los pueblos y los ciudadanos de un mismo país. Para superar esta crisis el Papa sostiene que “se necesitan personas, grupos e instituciones que promuevan un nuevo orden económico. El que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad.
Desde otra perspectiva, sin embargo, el éxito auténtico y duradero se obtiene con el don de uno mismo, de las propias capacidades intelectuales, de la propia iniciativa, puesto que un desarrollo económico sostenible, es decir, auténticamente humano, necesita del principio de gratuidad como manifestación de fraternidad y de la lógica del don (Cfr Caritas in veritate 34. 36). En concreto, dentro de la actividad económica, él que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y reciprocidad. Realiza la actividad económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras” (Mensaje para la paz 2013, nº 5).
El mirar la historia de la humanidad desde la perspectiva de la Navidad, el Hijo de Dios nos proporciona criterios que nos orientan concretamente al asumir los desafíos que debe afrontar la sociedad. Es así que inevitablemente la luz del Hijo de Dios hecho hombre nos das pautas concretas para afrontar la problemática de la economía, de la enseñanza, de la juventud, de la pobreza, de la cultura.
“En el ámbito económico – nos escribe Benedicto XVI – se necesitan, por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del desarrollo social y la universalización de un estado de derecho y democrático. Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de lo mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados, de modo que no se cause daño a los pobres.
La solicitud de los muchos que trabajan para la paz se debe dirigir además – con una mayor resolución respecto a lo que se ha hecho hasta ahora – a atender la crisis alimenticia, mucho más grave que la financiera. La seguridad de los aprovisionamientos de alimentos ha vuelto a ser un tema central en la agenda política internacional, a causa de crisis relacionadas, entre otras cosas, con las oscilaciones repentinas de los precios de las materias primas agrícolas, los comportamientos irresponsables por partes de algunos agentes económicos y con un insuficiente control por parte de los gobiernos y la comunidad internacional. Para hacer frente a esta crisis, los que trabajan por la paz están llamados a actuar juntos con espíritu de solidaridad, desde el ámbito local al internacional, con el objetivo de poner a los agricultores, en particular en las pequeñas realidades rurales, en condiciones de poder desarrollar su actividad de modo digno y sostenible desde el punto de vista social, ambiental y económico” (nº5).
4. CONSTRUIMOS LA PAZ ASUMIENDO CON CORAJE EL IMPOSTERGABLE DESAFÍO DE LA EDUCACIÓN
“Las instituciones culturales, escolares y universitarias desempeñan una misión especial en relación con la paz. A ellas se les pide una contribución significativa no sólo en la formación de nuevas generaciones de líderes, sino también en la renovación de las instituciones públicas, nacionales e internacionales. También pueden contribuir a una reflexión científica que asiente las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento antropológico y ético”.
¿No es acaso – entre otras – la situación de los numerosos profesionales de la medicina y de la salud que, simplemente desde el punto de vista de la racionalidad académica y de su competencia científica, se oponen a poner en práctica lo establecido por el decreto relativo a la ejecución de la mal llamada ley de salud sexual y reproductiva, interponiendo el incuestionable derecho a la objeción de conciencia?
“EL MUNDO ACTUAL, PARTICULARMENTE EL POLÍTICO, NECESITA DEL SOPORTE DE UN PENSAMIENTO NUEVO, DE UNA NUEVA SÍNTESIS CULTURAL, PARA SUPERAR TECNICISMOS Y ARMONIZAR LAS MÚLTIPLES TENDENCIAS POLÍTICAS CON VISTAS AL BIEN COMÚN. ÉSTE, CONSIDERADO COMO UN CONJUNTO DE RELACIONES INTERPERSONALES E INSTITUCIONALES POSITIVAS AL SERVICIO DEL CRECIMIENTO INTEGRAL DE LOS INDIVIDUOS Y LOS GRUPOS, ES LA BASE DE CUALQUIER EDUCACIÓN A LA AUTÉNTICA PAZ”.
CONCLUSIÓN
Como dije al comienzo, en el 2013 estamos llamados a vivir el AÑO DE LA FE. En este contexto contemplamos a la Mujer que hizo el acto de fe más grande de toda la historia, creyendo y aceptando el plan de Dios que la llamaba a ser la Madre Virgen de su Hijo Jesús. Ella, invocada como Reina de la paz nos acompañe en la noble e imprescindible tarea de ser CONSTRUCTORES DE LA PAZ, hoy, mañana y siempre.
Les deseo a todos y de todo corazón una MUY FELIZ NAVIDAD y un AÑO NUEVO lleno de amor, alegría y paz. MUCHAS GRACIAS.
Mons. Nicolás Cotugno, sdb
Arzobispo de Montevideo
21 de diciembre de 2012