En su primer año de gestión en Uruguay, el Proyecto Puentes de Solidaridad atendió a más de 750 migrantes y, para sus coordinadores, el desafío más importante es la sinergia con otros actores vinculados a la temática de la migración en nuestro país.
A nivel continental el Proyecto Puentes de Solidaridad surgió como respuesta a la crisis de Venezuela, y quiere ser un signo de cercanía de la Iglesia para con los hermanos migrantes. La Sección Migrantes y Refugiados de la Santa Sede encargó al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) diseñar un plan de acción para la atención de quienes salían del país caribeño buscando un futuro mejor. Si bien en casi toda Sudamérica la iniciativa comenzó en 2018, Puentes de Solidaridad en Uruguay lo hizo en junio de 2019.
No obstante, desde mediados de 2018 se comenzó a trabajar en el diseño del plan de acción para nuestro país y en la formación específica de los encargados de coordinar el trabajo, la Mag. Gabriela Gómez y el Lic. Camilo Genta, así como en el contacto con organizaciones que trabajan esta temática en Uruguay.
Entrevistado para Noticeu, el Lic. Genta pasa raya al trabajo desarrollado en el marco del Proyecto en el último año.
¿Cómo fue evolucionando la llegada de migrantes a nuestro país en el último año?
Desde que la crisis en Venezuela se agudizó, a mediados de 2015, nuestro país ha otorgado a ciudadanos venezolanos unas 15000 residencias. Los migrantes de esa nacionalidad tienen la ventaja de ser ciudadanos del Mercosur, a pesar de que Venezuela en este momento está suspendido como miembro del bloque de estados. Además está la realidad de los hermanos migrantes cubanos, que solamente en 2019 solicitaron más de 7500 visas en nuestro país. En Uruguay, según cifras de la OIM, hay 81500 migrantes de distintas nacionalidades. Esto representa un 2,4% de la población total. En este número se incluyen situaciones muy variadas, desde personas que llegaron a Uruguay hace décadas y transcurrieron la vida en nuestro país; hasta personas que llegan en las oleadas migratorias de los últimos años.
Acaban de presentar en la Asamblea de los obispos un estado-situación de la gestión. ¿Qué logros destacan y qué limitaciones encontraron en este camino de solidaridad?¿Qué actividades realizaron en este primer año de trabajo?
Gracias a Dios muchas. En primer lugar un trabajo de asesoramiento en documentación y acceso a servicios que brinda el Estado Uruguayo a todo habitante. Por nuestras oficinas has pasado más de 750 personas, de distintas nacionalidades. Uruguay tiene un paraguas de servicios en salud, educación y desarrollo social que no es común en nuestra región, y esto es muchas veces desconocido por quienes recién llegan. También, y gracias a la solidaridad de muchas personas, comunidades parroquiales y empresas, se pudo colaborar con alimentos y ropa para los migrantes. Sobre todo para aquellos que provienen de la zona del Caribe, que sufren los meses de invierno de forma particular. Se han realizado campañas puntuales, pero además se reciben de forma permanente, en nuestras oficinas, colaboraciones en alimento y vestimenta. En este lugar una acción muy significativa para nosotros fue la entrega, en la sede de la CEU, de canastas navideñas a finales del año pasado. Allí pudimos ver reflejado ese ser puentes entre quienes colaboraron para que esto fuera posible y quienes recibieron la ayuda.
Otro aspecto del proyecto es redes que se han tendido con otras organizaciones que trabajan la temática, así como diferentes actores gubernamentales y organismos internacionales.
Por último, Puentes de Solidaridad forma parte de la iniciativa de la Casa Paz y Bien para migrantes, ubicada en el Fortín de Santa Rosa. Actualmente son tres las familias venezolanas alojadas.
Nos gustaría destacar lo bien que fuimos recibidos por los obispos de nuestro país, que apoyaron el trabajo y se pusieron a disposición en todo momento para seguir avanzando en el tema.
¿Cuáles son los desafíos para el futuro próximo?
Para lo que queda de 2020 y 2021 nos planteamos continuar con el trabajo realizado hasta ahora, así como mantener las redes que se pudieron generar en este tiempo. El desafío más grande es coordinar los esfuerzos con otros actores, en sinergía y no duplicarse. Hay mucha gente trabajando con migrantes pero la descoordinación, o el desconocimiento mutuo lleva a que la eficacia de las acciones se vea limitada. A esto se suma la situación de pandemia que estamos viviendo, que en un contexto donde se necesitan más recursos, escasos por definición, estos empiezan a mermar.
¿Con qué realidades se encontraron al recibir a los hermanos migrantes? ¿Cómo impactó la pandemia en los migrantes?
Las realidades son variadas, así como las historias de vida. Se podría decir, a partir de las experiencias que nos llegan a los lugares de atención, que los migrantes salen de su país por necesidad, ya sea económica, laboral o de perspectiva de futuro. A esto se suma, generalmente, la falta de libertad política o de opinión. En general llegan con un stress psicológico muy grande y de un tiempo a esta parte, en situaciones económicas y sociales cada vez más vulnerables.La búsqueda es principalmente de alojamiento y trabajo, y con la pandemia se ha sumado el factor alimentario, así como de productos de higiene. Muchos no tienen muy claro su futuro, si radicarse en nuestro país, en otro, o volver al suyo; esto último en un contexto sumamente complicado por el COVID-19. A pesar de todo, en muchos otros vemos la esperanza de un futuro mejor, sobre todo pensando en sus hijos, conseguir un trabajo y ver crecer a su familia aquí. Hemos conocido familias que han podido salir adelante y ya están trabajando, construyendo su vida en Uruguay.
¿Qué historias de vida de migrantes los marcaron más?
Un caso que nos impactó mucho, y es significativo de hacia dónde apunta el Proyecto, fue el de una familia colombiana que llegó desde su país luego de un periplo de meses por toda América del Sur, y que a cada paso que daban iba siendo seguida y ayudada por los equipos de Puentes de Solidaridad en cada uno de los países. Gracias a la coordinación del Proyecto pudieron llegar a Uruguay y establecerse aquí.
¿Cuál es la actitud de los uruguayos respecto a los migrantes? ¿Cómo podemos mejorarla?
Este es un tema clave. Hace ya unos años, cuando esta situación volvía a tomar cierta relevancia noticiosa, un departamento de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar realizó un trabajo que indicaba que un poco más de la mitad de la población veía como una amenaza, sobre todo laboral y económica, a la migración. Esto resulta extraño en un país con tan baja tasa de extranjeros en su población actual (un poco más del 2%) y con un pasado tan marcado por la migración (sobre todo venida de Europa).Por lo tanto, nos parece clave el tema de la comunicación y la buena información, no solo de datos cuantitativos, sino del rol que los hermanos migrantes pueden y tienen en la construcción de un país mejor. Todo lo que pueden aportar cultural, laboral y humanamente; pero además lo que pueden recibir de nosotros y de nuestra capacidad de acogida.Ni hablar dentro del ámbito de la Iglesia, del lugar que pueden ocupar en nuestras comunidades y cómo pueden enriquecerlas. Ya muchos forman parte de parroquias y están presentes en las celebraciones diocesanas.