El Obispo de Tacuarembó, Mons. Pedro Wolcan, recibió el jueves 14 de noviembre la la condecoración de Cavaliere de la Stella d’ Italia de manos del Embajador de Italia, Gianni Piccatto, en el Círculo Trentino de Montevideo.
Esta distinción se le otorgó a Mons. Wolcan por su trabajo en favor de los trentinos de Uruguay y en especial de los Círculos de Colonia y Carmelo.
Participaron de la ceremonia el Nuncio Apostólico en Uruguay, Mons. Martin Krebs; el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla; el Obispo de Maldonado, Mons. Milton Tróccoli; el Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti; el Embajador de Italia y su esposa; el Intendente de Tacuarembó, Eber Da Rosa y el Intendente de Colonia, Carlos Moreira , entre otros. Entre el nutrido público se encontraban sacerdotes, amigos, familiares y allegados a Mons. Wolcan así como a la institución anfitriona.
Al recibir el reconocimiento Mons. Wolcan destacó el valor de la solidaridad para la Provincia de Trento y las asociaciones que de ella surgen. El Obispo resaltó, en este sentido, “las pequeñas semillas de bien que a diario y silenciosamente” sus integrantes siembran como “expresión de solidaridad con el semejante”. “El fruto producido por esta acción no es el logro de la indivuadlidad sino la extensa y amplia trama de relaciones en busca del bien del otro de mantener viva la llama cultural que recibimos”, aseguró.
En sus palabras de agradecimiento dirigidas al Embajador Piccatto y a la República que representa, el Obispo de Tacuarembó destacó que la distinción recibida “corresponde al espírito que nos anima a la vida y nos hace parte de una comunidad que, construida sobre virtudes y valores recibidos, trata de realizar el trillo de la historia presente en cooperación con los pueblos donde un día con verdadera precariedad de vida recibieron a nuestros mayores y en ellos a nosotros mismos». “Hoy nos toca como parte de ambos pueblos construir el bienestar de los nuestros para que a nadie le falte lo necesario para el buen vivir según el sentir y querer de Dios”.
Al inicio de su alocución, Mons. Wolcan tuvo palabras de gratitud para con Dios, en primer lugar “creador y Padre, que me dio la vida y me posibilitó ejercer el ministerio sacerdotal que la Iglesia me ha confiado en su nombre”.
Seguidamente agradeció a su familia, cuyos orígenes en la rama paterna se remonta al año 1764, en la Provincia de Trento.
«El don y privilegio que se me ha conferido en la Iglesia por parte del Señor me ha llevado por distintos ministerios en diferentes lugares de participación” señaló el Pastor, y recordó especialmente su paso por las comunidades Colonia de Sacramento y Carmelo. “La integración en los Círculos Trentinos en las referidas ciudades son una resultante lógica de un ministerio abierto a la comunidad toda y, en mi caso, a ser parte de una comunidad que tiene como raíz el origen, su procedencia, para mantener viva la cultura y los modos de vida que nos distingue en el contexto de los pueblos en los que estamos integrados”. El Obispo explicó que quienes proceden de la Provincia de Trento, en Uruguay, están organizados en 4 Círculos presentes en Colonia de Sacramento, Carmelo, Rivera do Libramento y Montevideo.
EL CONCILIO DE TRENTO y SU APORTE A LA IGLESIA
La ceremonia comenzó con una conferencia sobre El Concilio de Trento a cargo del Prof. de Teología, Pbro. Guillermo Buzzo, sacerdote de la Diócesis de Salto. Al inicio de su ponencia, quien también es formador en el Seminario Interdiocesano “Cristo Rey”, expresó su deseo de “transmitir la enorme importancia que Trento tiene para todos los católicos, y ojalá, de estas consideraciones podamos todos sumar a nuestro acervo personal nuevos motivos que ratifiquen e incrementen (si es posible) el cariño por esa tierra y lo que ella representa”.
El Pbro. Buzzo comenzó su intervención explicando qué es un concilio, su sentido y señaló que hasta el momento hubo una veintena de concilios ecuménicos. “De estos concilios algunos son más relevantes que otros, pero en todos los casos honran la huella marcada por esa rica tradición de búsqueda honesta de la verdad en comunidad”, puntualizó. Explicó, asimismo, que “en los concilios hubo, por lo general, dos grandes grupos de preocupaciones: doctrinales -es decir, aquellas que tocan al contenido y la formulación de la fe-, y disciplinares –que apuntan al orden y corrección de vida de las personas que formamos parte de la iglesia”.
Aludiendo al Concilio de Trento, el Pbro. Buzzo destacó que “marcó un punto importantísimo en la vida y la fe de la Iglesia”. “La enseñanza doctrinal de Trento significa hasta hoy una referencia obligada para toda la Iglesia. Su aporte fue sustancial en la comprensión del lugar primordial de la Sagradas Escrituras en la vida de la Iglesia, ratificando una vez más la lista de los libros que la integran, y recordando su justa interpretación a la luz de la tradición más auténtica”, acotó. En este sentido, señaló que este Concilio “se detuvo con mucha profundidad en aspectos teológicos de gran relevancia que habían sido motivo de fractura con el mundo protestante, como la salvación (nada menos) y más precisamente cómo es que accedemos a ella, qué rol juega el hombre en eso, cómo es que Dios toca el alma del pecador y la convierte”. Asimismo, “Trento puso orden en el clero; entre los obispos, a quienes los obligó a residir en sus diócesis” y “a realizar las visitas de las diferentes comunidades que las forman”. “El concilio puso orden también entre los sacerdotes, obligando a los párrocos a no ausentarse de sus parroquias, a predicar la Palabra de Dios cada domingo, y a gastarse la vida por el Pueblo de Dios que se le confía a su cuidado. Y en este ‘gastarse la vida’ permanecía la opción por ordenar sacerdotes sólo a aquellos hombres que hubieran descubierto que nacieron para ser célibes. Trento abogó por sacerdotes con dedicación plena y corazón indiviso”, resaltó. El Concilio de Trento promovió también la creación de los seminarios e impulsó además la formación de todos los cristianos, “en especial de los laicos a través de la publicación de un catecismo que vio la luz muchos años después porque tras el concilio se siguió trabajando en la aplicación de sus orientaciones. Este catecismo conoció sucesor recién en el año 1992, con el Catecismo de la Iglesia Católica promulgado por San Juan Pablo II. Es decir, el influjo de Trento sobre la acción pastoral fue fecundo y sostenido”.
“Trento no fue la reforma de la Iglesia católica, sino un mojón importante de ese camino de reforma que no comenzó con él (sobre todo en España se venía avanzando en reformas importantes varios años antes) y tampoco terminó con él, en parte porque no termina nunca”, subrayó el sacerdote en los últimos tramos de su ponencia. «La Iglesia está de reforma permanente, porque permanentemente debemos hacer el esfuerzo de escuchar a Dios en su Palabra, discernir los signos de los tiempos, y tratar de descubrir qué nos pide Dios en cada momento de la historia”, aseveró.
La ceremonia culminó con un brindis de honor.